Friday, January 11, 2013

El éxtasis de la vergüenza

En: http://www.analisislibre.org/el-extasis-de-la-verguemza/

por Angel Mendoza Zabala
Caracas, 2013. Avenida Urdaneta. La vergüenza llega al éxtasis, se revuelca en la cama latinoamericana de miserias, gime, orgasma, suelta esfínteres. Es el clímax de lo sórdido. Un acto de alegría se convoca para celebrar la tortura continuada a la certidumbre de la calidad republicana de una nación. Es el carnaval escarlata del sadismo.
Varias cosas me han quedado claras en estos días. Primero, Chávez no es un líder. Es religión, un asunto teológico, un ser supremo. Pero líder, lo que se dice líder, no es. No se mantiene esa cualidad cuando se repite por todo el país, burlando los orígenes particulares y excretando sobre la genealogía “Yo soy Chávez”. No es una etiqueta en Twitter lo que confirma el liderazgo. Lo que le anula esa condición es el silencio de su masa. Nadie ha salido a exigir que le enseñen a Chávez. Ese nombre se convirtió en un mito, en leyenda. Trascendió, pero hay que reacomodarse porque no está.
El chavismo exhibe su poder de fuego como una amenaza inquebrantable: primero llena El Calvario de Milicianos, los muestra en las escalinatas como una agrupación coral que se prepara para entonar cánticos de muerte si alguien se atreve a vulnerar suinstitucionalidad. Que no la institucionalidad republicana, sino la suya, la que se inventó y llegó al punto del total absurdo: “El permiso es indefinido”. Luego, hace una fiesta, olvidando -no hay razón para recordarlo- que una cadena de eventos desafortunados de los que el gobierno es responsable en 80%, provocó un accidente que dejó once muertos en Cabimas. Once mini Chávez que iban vía Caracas.
Segunda transparencia. Venezuela perdió su calidad. Absoluta. Ya no hay sello norven. Sacrificamos calidad por cantidad. Allí estaba una nutrida representación del país, vestida de rojo, llenando la Urdaneta, en apoyo a un apellido. Sin pensarlo. No hay nada que interpretar. Asumen el apellido como propio. La masa es un peligro porque parece no pensar, porque no puede ser azar que de todas las entrevistas que transmite el Sistema Nacional de Medios Públicos (SNMP), en vivo y entre la multitud, el mensaje sea el mismo.
Nadie se inmuta. Daniel Ortega, el líder nicaragüense, viene a territorio nacional a insultar a parte de su población. Lo vitorean. Lo condecoran. Le imponen órdenes de mérito. Utiliza vocablos ofensivos. Habla de “carroñas”. Amenaza con “muertos”. Si en algún tiempo fuimos mediadores en el conflicto centroamericano, ahora necesitamos de los nicas para que armen zafarranchos puertas adentro. Y lo hace el presidente Ortega, con anuencia del gobierno de facto y la aprobación vía ovación, de un buen número de venezolanos.
Luisa Estela Morales Lamuño confirmó que en el caso del presidente de la república, o el ex -a estas alturas uno no sabe como manejarlo-, no se encuentra la legalidad con una situación abstracta o ambigua, sino todo lo contrario. El cuadro es bastante figurativo. El no está, pero está. No es ausencia, tampoco presencia. No es temporal, ni definitiva, porque no es. Simplemente es una nube, un gas, una suerte de fe. Con su sentencia, desbarató cinco mil años de derecho. Tanto joderse los abogados por los siglos de los siglos para lograr que la balanza estuviese lo más recta posible y doña Luisa la regaló en un mercado de corotos.
Un periodista del SNMP le consulta a Alfonso Marquina, diputado de Un Nuevo Tiempo, por qué afirma que el país no está normal si “hay clases, el metro funciona, la gente está comprando bienes y usando servicios”. Marquina dejó traslucir un súbito sentimiento ineudible. Se arrechó. Preguntó, como era posible que el considerara que el país estaba normal, cuando había 21 mil muertos en un año.
Definitivamente no estoy de acuerdo con la presumible “normalidad” a la que achaca el colega el hecho de que el Metro funcione en Caracas. No es normal que en Mérida, San Cristóbal y Puerto Ordaz se desencadenen protestas estudiantiles. Ni que Valencia sea militarizada ante los rumores. No es normal un país en el que no se consiguen alimentos y la gente hace colas para comprar un pollo, mientras reza porque no se agarren las mujeres como pasó en Porlamar. No es nada normal que un visitante extranjero agreda verbalmente a la población y sea aplaudido por el Ministro de la Defensa in situ. No es normal que sea un país sin gobierno. No es normal que tras todo lo que sucede, el tema principal no es ninguno de los anteriores sino que un animador de televisión haya animado el acto partidista.
La vergüenza anda extasiada. Temo que se vuelva antropófaga.
Angel Mendoza Zabala / CNP: 19.492

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