Joaquín F. Chaffardet
Hay personas que nacen con espíritu de saltimbanquis. La Real Academia Española define “saltimbanqui” de la siguiente manera: Persona que realiza saltos y ejercicios acrobáticos, generalmente en espectáculos al aire libre. Pero los saltimbanquis de la política no suelen dar sus saltos y ejercicios acrobáticos “al aire libre”, sino más bien en la penumbra. Salen al aire libre cuando ya han recibido la paga necesaria para dar el salto, que suelen creer espectacular, acompañado de piruetas para justificar su conducta. El saltimbanquismo es un estado mental peligroso porque siempre lleva implícitas la deslealtad y la traición.
Es así como oyendo a William Ojeda en el día de ayer en la asamblea nazi-onal dándose golpes de pecho, reptando ante la jauría chavista, lamiéndole las bolas a Diosdado Cabello, me vino a la memoria el día en que hablé por segunda y última vez con este personajillo de la picaresca petareña.
Un día de 1999 o 2000, no recuerdo exactamente el mes, recibí la llamada de un amigo abogado [llamemóslo Francisco], quien luego de pasearse por varias toldas políticas, para fortuna suya y alegría de su bolsillo, había terminado en el MVR. Francisco me dijo que él y un amigo suyo querían conversar conmigo para que “los asesorara”. Al día siguiente Francisco se presentó en mi casa acompañado del saltimbanqui objeto de estos recuerdos, es decir de William Ojeda. Por primera vez supe de la existencia de éste personajillo por el panfleto que había escrito titulado ¿Cuánto Vale un Juez? y lo conocí posteriormente cuando me entrevistó en un programa que tenía en la contrarrevolucionaria y burguesa Radio Caracas Radio.
Pasamos a desayunarnos mientras me mordía la curiosidad por saber en qué podría yo “asesorar” a unos chavistas como no fuera aconsejarles que abandonaran esa pandilla de malandros. Una vez instalados fueron directamente al grano: ellos estaban trabajando para tomar control de la dirección regional del MVR en el estado Miranda. Según ellos yo tenía experiencia en la política interna de los partidos por mis largos años de militancia en COPEI y deseaban que los ayudara con mi “experimentado” consejo en sus planes.
Lo primero que les dije es que una cosa era el COPEI en que yo había pasado mi vida, un partido democrático, y otra cosa era ese “saco de gatos” en el que además solamente se imponía la voluntad del Iluminado de Sabaneta. Y además en COPEI fueron más las derrotas que las victorias en que participé, así que no pensaba que mi “consejo” les sería muy útil.
Tras una hora de conversación caímos en el caso de los hermanos Rojas Pérez, perseguidos por instigación del coronel Luis Alfonso Dávila. Al salir a relucir Dávila, el ahora chavista reencauchado William Ojeda, comenzó por decir que en el partido había mucha molestia y sorpresa por el nombramiento del Coronel Dávila como presidente del Congreso y ministro. Le pregunté que a qué obedecía la molestia y se explayó en explicaciones. Me dijo que para entender la molestia había que conocer los antecedentes. Entonces comenzó a contarme que Chávez había estado viviendo intermitentemente en la casa de Janeth Madrid. Que Janeth Madrid era una drogadicta que organizaba en su residencia grandes saraos, que a veces se convertían en bacanales, en los que rodaba la cocaína y la marihuana sin límites y que entre los asiduos participantes en esas reuniones se encontraban tanto Chávez, antes de ser presidente, como Dávila. Pero que eso no era lo más grave. Lo más grave, según Ojeda, lo que le resultaba inexplicable a muchos en el MVR y a él en particular, era el hecho de que Chávez había puesto a su hija (no recuerdo cuál de ellas) a vivir en la casa de Janeth Madrid. Que como resultado de esa situación la menor hija de Chávez había quedado embarazada del Coronel Luis Alfonso Dávila. Que no podía explicarse cómo Chávez podía tener confianza en el hombre que había abusado de su menor hija. Viendo mi sorpresa trató de remendar el capote y fue peor: me dijo que él explicaba la conducta de Chávez frente a Dávila porque su cultura era de provincianos para quienes tal cosa, el embarazo de una hija en esas circunstancias, no era algo grave, que esa era la cultura propia de los venezolanos del interior. No sé si esa versión de Ojeda será cierta o no, al fin es asunto familiar que no es de interés público, lo traigo a colación para que vean lo peligrosos que son estos bipolares.
Tiempo después de ver a Ojeda “protestando” en La Habana contra el régimen de Fidel Castro y ahora apoya al régimen colonizador cubano, abandonando al PSUV y fundando un parapeto llamado Un Solo Pueblo, disolviendo ese parapeto y pasándose a Un Nuevo Tiempo, dando un nuevo salto atrás de UNT al chavismo, he llegado al convencimiento de que este sujeto es un desequilibrado mental. Ahora ya Chávez no es un interiorano cabrón, ahora es el corazón de sus dislates, Cabello a quien con vehemencia acusaba de ladrón ahora le parece un héroe que tiene ganado un puesto en el Panteón Nacional o en la misma rampa de patinetas donde esperan a Chávez.
La verdad es que Ojeda no es solamente un saltimbanqui sino que además es el enano del circo y a la vez un gigante en desvergüenza que tiene que conformarse con que una diputada del PSUV lo interrumpiera en su intervención y le dijera “…le digo una cosa camarada William Ojeda, decían aquí, desde la bancada de la oposición le dicen que usted era un jala metras, yo le digo sí, usted es un jala metras, pero prefiero que sea un jalabolas del presidente Chávez y no del imperio, que no seamos caballeteras (¿?) y serviles del imperio gringo…” Bueno William Ojeda, ya sabes eres un jalabolas pero jalabolas del Iluminado lo que te hace honorable y un orgullo para tu familia. Y si lo que me contaste es falso pídele perdón a Chávez, a Dávila y a la hija del Iluminado.
Y para terminar me permito decirle a Ojeda que ésta es su oportunidad de hacerse famoso: escribe tus memorias y ponle por título ¿Cuánto Vale un Diputado? sería un éxito editorial, te lo aseguro.
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