JOSÉ MAYORA| EL UNIVERSAL
viernes 4 de octubre de 2013 12:00 AM
Las guerras son eventos que enfrentan a personas, grupos, empresas, naciones y hasta sexos. En algunos casos hay guerras que se encuentran en la frontera de la irracionalidad como puede ser la guerra de las botellas, que enfrentó a dos empresas por el control del mercado de bebidas refrescantes.
En Venezuela, aparte de algunas rebeliones por el poder, no teníamos conocimiento de guerras formales desde la época de la independencia. Algunas escaramuzas aisladas sin la estridencia de una conflagración le dieron al país, durante muchos años, la firmeza de pacífico.
Sin embargo, aquellos que creían poco probable la existencia de una guerra en un país donde sus ciudadanos aman la paz (o evaden los conflictos), han sido desmentidos por los hechos cotidianos. En efecto, en Venezuela se ha desatado una guerra inusual conocida como la guerra económica, la cual se viene reseñando constantemente a través de los medios de comunicación que difunden la propaganda oficial.
De acuerdo con los partes de guerra emanados de las fuentes oficiales, la oligarquía venezolana en connivencia con fuerzas imperiales ha desatado una guerra económica contra el gobierno venezolano a través de movimientos de acaparamiento y especulación de precios. Adicionalmente, la estrategia seguida por el comando de la derecha está enfilando sus baterías hacia el sector eléctrico, medida que pretende cortar la energía necesaria para que la revolución pierda el pujante vigor con el que viene imponiéndose.
En honor a la verdad, al escuchar estas destempladas declaraciones gubernamentales a los venezolanos nos queda un sabor confuso pues uno no sabe si llorar, reír o indignarse frente a tan desquiciado y absurdo discurso.
Lamentablemente en la información oficial se esconde una realidad que no es reconocida públicamente por el oficialismo. La verdad verdadera es que si hay una guerra, pero una guerra civil pues la misma se da entre los ciudadanos venezolanos, alentada desde las esferas del oficialismo.
La verdadera guerra que el gobierno no ha logrado identificar es la guerra por los recursos, la que en la práctica es una nueva conflagración compuesta por varias guerras simultáneas. En estricto sentido, esta guerra incluye las siguientes conflagraciones: recursos alimenticios; recursos higiénicos; recursos energéticos, solo por mencionar a los más emblemáticos.
Los campos de batalla están extendidos a lo largo de la geografía nacional pues en cada local donde se expendan alimentos y productos de consumo masivo cotidiano, habrá una batalla por obtener alguno de éstos.
Esta guerra tiene una característica adicional que no conocíamos y es que ha generado un individualismo poco común en el gentilicio venezolano. Estoy persuadido que este nuevo venezolano es el ideal del socialismo, el nuevo hombre socialista, como se denomina desde la revolución bolivariana.
Basta con acudir a un mercado donde, por ejemplo, se está vendiendo leche, para observar cómo se pelea la gente por agarrar aunque sea un pote, y en aquellos sitios donde se toman las previsiones de entregar ordenadamente solo dos potes, la cola es interminable pues sus ocupantes se reciclan, salen y regresan tantas veces como el inventario del producto lo permita. No importa si alguien se queda sin leche, porque yo tengo.
Hay muchos que están preocupados por un posible estallido social. Yo estoy persuadido que vivimos en medio de una nueva modalidad de estallido social: ¡sálvese quien pueda!
En Venezuela, aparte de algunas rebeliones por el poder, no teníamos conocimiento de guerras formales desde la época de la independencia. Algunas escaramuzas aisladas sin la estridencia de una conflagración le dieron al país, durante muchos años, la firmeza de pacífico.
Sin embargo, aquellos que creían poco probable la existencia de una guerra en un país donde sus ciudadanos aman la paz (o evaden los conflictos), han sido desmentidos por los hechos cotidianos. En efecto, en Venezuela se ha desatado una guerra inusual conocida como la guerra económica, la cual se viene reseñando constantemente a través de los medios de comunicación que difunden la propaganda oficial.
De acuerdo con los partes de guerra emanados de las fuentes oficiales, la oligarquía venezolana en connivencia con fuerzas imperiales ha desatado una guerra económica contra el gobierno venezolano a través de movimientos de acaparamiento y especulación de precios. Adicionalmente, la estrategia seguida por el comando de la derecha está enfilando sus baterías hacia el sector eléctrico, medida que pretende cortar la energía necesaria para que la revolución pierda el pujante vigor con el que viene imponiéndose.
En honor a la verdad, al escuchar estas destempladas declaraciones gubernamentales a los venezolanos nos queda un sabor confuso pues uno no sabe si llorar, reír o indignarse frente a tan desquiciado y absurdo discurso.
Lamentablemente en la información oficial se esconde una realidad que no es reconocida públicamente por el oficialismo. La verdad verdadera es que si hay una guerra, pero una guerra civil pues la misma se da entre los ciudadanos venezolanos, alentada desde las esferas del oficialismo.
La verdadera guerra que el gobierno no ha logrado identificar es la guerra por los recursos, la que en la práctica es una nueva conflagración compuesta por varias guerras simultáneas. En estricto sentido, esta guerra incluye las siguientes conflagraciones: recursos alimenticios; recursos higiénicos; recursos energéticos, solo por mencionar a los más emblemáticos.
Los campos de batalla están extendidos a lo largo de la geografía nacional pues en cada local donde se expendan alimentos y productos de consumo masivo cotidiano, habrá una batalla por obtener alguno de éstos.
Esta guerra tiene una característica adicional que no conocíamos y es que ha generado un individualismo poco común en el gentilicio venezolano. Estoy persuadido que este nuevo venezolano es el ideal del socialismo, el nuevo hombre socialista, como se denomina desde la revolución bolivariana.
Basta con acudir a un mercado donde, por ejemplo, se está vendiendo leche, para observar cómo se pelea la gente por agarrar aunque sea un pote, y en aquellos sitios donde se toman las previsiones de entregar ordenadamente solo dos potes, la cola es interminable pues sus ocupantes se reciclan, salen y regresan tantas veces como el inventario del producto lo permita. No importa si alguien se queda sin leche, porque yo tengo.
Hay muchos que están preocupados por un posible estallido social. Yo estoy persuadido que vivimos en medio de una nueva modalidad de estallido social: ¡sálvese quien pueda!
No comments:
Post a Comment