DANIEL LANSBERG RODRÍGUEZ| EL UNIVERSAL
sábado 5 de octubre de 2013 12:00 AM
Hace siglos, los magos teatrales descubrieron que al utilizar una asistente atractiva -y, con frecuencia, poco vestida- quien desfilaba por la tarima durante el show, resultaba posible atrapar las imaginaciones, y distraer los ojos de la audiencia. De esta forma, al mantener a los espectadores hipnotizados, resultaba mucho menos probable que notaran las artimañas y trucos-de-mano del mago: abriendo así la puerta a ilusiones más ambiciosas de las que habían sido anteriormente posibles.
Nuestro gobierno, sin poder contar con dichas ninfas mediante las cuales distraernos (Naomi Campbell lleva rato sin visitar), se ha acostumbrado -en su lugar- a hacerlo con bufonerías presidenciales. El público venezolano (y por extensión el mundo) quedan cautivados por el proverbial hombre en traje, presentado en transmisión continua por cadena nacional; hipnotizándonos a tal punto con sus payasadas que ni le prestamos atención a lo que ocurre detrás de la cortina: trucos mucho más ocultos y peligrosos.
Venezuela es un pueblo encarcelado por su propio déficit de atención, fomentado y aprovechado durante años por este gobierno. Mientras que vivía, Hugo Chávez perfeccionó el arte de mantener a la vez, una realidad retórica y otra realidad de políticas actuales. Con su inmensa personalidad, siempre lograba enfocar más la atención en lo que salía de su boca, que en lo que salía de su gobierno. Sus sucesores han intentado replicar este fenómeno, sin embargo, el que actualmente genera la bulla, no es el que toma las decisiones.
Así, en lugar de ver las manos peludas y billeteras gordas de las figuras que lo rodean, y de sus respectivas mafias familiares, las cuales controlan cada vez más este país, nos mantenemos todos hipnotizados frente al "Nicolás Maduro Show". Con cada nueva fantasía paranoica o comentario absurdo, segmentos del pueblo se alinean de manera predecible para burlarse, o acusarlo -o defenderlo- y poco notamos lo mucho que ocurre a su alrededor. Este presidente es un pararrayos encargado de absorber toda nuestra energía mental, mientras que los chanchulleros y nepotes de la quinta república operan con impunidad absoluta.
Al final, uno tiende disfrutar más un truco de magia si éste logra mantener su misterio. Mejor vivir en un mundo de maravillas, que saber que el conejo siempre estuvo dentro del sombrero, porque el mago -o su hermosa asistenta- lo escondió ahí justo antes de que comenzara el show. Pero cuando hay tanto en juego; cuando cada día el patrimonio del país se encuentra más despilfarrado, y su futuro más abrogado, el pueblo necesita disciplinarse para no perder su atención.
Si como venezolanos no podemos enfocarnos en lo verdaderamente importante, y resistir quedarnos hipnotizados por cada ronda nueva de macaquerías por parte nuestro primer mandatario, seguiremos siempre gobernados por ladrones y distraídos con trucos.
Y, lo más triste, es que lo mereceremos.
Nuestro gobierno, sin poder contar con dichas ninfas mediante las cuales distraernos (Naomi Campbell lleva rato sin visitar), se ha acostumbrado -en su lugar- a hacerlo con bufonerías presidenciales. El público venezolano (y por extensión el mundo) quedan cautivados por el proverbial hombre en traje, presentado en transmisión continua por cadena nacional; hipnotizándonos a tal punto con sus payasadas que ni le prestamos atención a lo que ocurre detrás de la cortina: trucos mucho más ocultos y peligrosos.
Venezuela es un pueblo encarcelado por su propio déficit de atención, fomentado y aprovechado durante años por este gobierno. Mientras que vivía, Hugo Chávez perfeccionó el arte de mantener a la vez, una realidad retórica y otra realidad de políticas actuales. Con su inmensa personalidad, siempre lograba enfocar más la atención en lo que salía de su boca, que en lo que salía de su gobierno. Sus sucesores han intentado replicar este fenómeno, sin embargo, el que actualmente genera la bulla, no es el que toma las decisiones.
Así, en lugar de ver las manos peludas y billeteras gordas de las figuras que lo rodean, y de sus respectivas mafias familiares, las cuales controlan cada vez más este país, nos mantenemos todos hipnotizados frente al "Nicolás Maduro Show". Con cada nueva fantasía paranoica o comentario absurdo, segmentos del pueblo se alinean de manera predecible para burlarse, o acusarlo -o defenderlo- y poco notamos lo mucho que ocurre a su alrededor. Este presidente es un pararrayos encargado de absorber toda nuestra energía mental, mientras que los chanchulleros y nepotes de la quinta república operan con impunidad absoluta.
Al final, uno tiende disfrutar más un truco de magia si éste logra mantener su misterio. Mejor vivir en un mundo de maravillas, que saber que el conejo siempre estuvo dentro del sombrero, porque el mago -o su hermosa asistenta- lo escondió ahí justo antes de que comenzara el show. Pero cuando hay tanto en juego; cuando cada día el patrimonio del país se encuentra más despilfarrado, y su futuro más abrogado, el pueblo necesita disciplinarse para no perder su atención.
Si como venezolanos no podemos enfocarnos en lo verdaderamente importante, y resistir quedarnos hipnotizados por cada ronda nueva de macaquerías por parte nuestro primer mandatario, seguiremos siempre gobernados por ladrones y distraídos con trucos.
Y, lo más triste, es que lo mereceremos.
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