Ricardo Hausmann & Miguel Angel Santos
CAMBRIDGE
– ¿Hará default Venezuela? Los mercados temen que sí. Por esa razón,
los bonos de la deuda externa venezolana rinden 11 puntos porcentuales
más que los del Tesoro estadounidense, 12 veces más que los de México, 4
veces más que Nigeria y el doble de lo que paga Bolivia. En mayo
pasado, Venezuela hizo una emisión “privada” por US$ 5.000 millones en
bonos a 10 años con cupones del 6%. Para poder colocarla, tuvo que dar
un descuento del 40% por lo que apenas recibió US$ 3.000 millones. La
diferencia, US$2.000 millones, es la compensación que demandan los
inversionistas por tomar el riesgo del país.
Se
aproximan los primeros días de Octubre, en donde el Gobierno de
Venezuela debe afrontar US$5.200 millones en pagos de servicio de deuda.
¿Pagará? ¿Tiene suficientes fondos líquidos? ¿Reunirá los fondos
mediante una venta apresurada de CITGO, filial de PDVSA, la empresa petrolera estatal de Venezuela?
Es una buena pregunta. Otra pregunta diferente es si Venezuela debería
pagar. Es cierto, qué deberían hacer los gobiernos no está totalmente
divorciado de qué es lo que efectivamente harán, pues en general la
gente hace lo que debe. Pero las preguntas que involucran “debe hacer”
traen consigo juicios morales que no están presentes en las preguntas
que involucran "hará”, y por eso suelen ser mucho más complejas.
Uno podría decir que siempre que se pueda cumplir con las obligaciones asumidas, eso es lo que se debería hacer. Es lo que la mayoría de los padres enseñan a sus hijos.
Pero
el cálculo moral se complica cuando es imposible cumplir con todos los
compromisos y se hace necesario decidir cuáles cumplir y cuáles no.
Hasta ahora, bajo el ex Presidente Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás
Maduro, Venezuela ha optado por pagar religiosamente sus bonos de deuda
externa, gran parte de los cuales están en manos de venezolanos ricos y
bien relacionados.
Yordano, el popular cantante venezolano, probablemente tendría un orden de prioridades diferente. Diagnosticado
con cáncer hace algunos meses, debió lanzar una campaña en las redes
sociales para poder conseguir las medicinas necesarias para su tratamiento. La gran escasez de medicamentos y material quirúrgico en Venezuela es una consecuencia directa de un default de US$3.500 millones del gobierno con importadores de farmacéuticos.
Algo
similar ocurre en el resto de la economía. Los retrasos con
importadoras de alimentos alcanzan ya US$4.200 millones, lo que ha
producido una grave escasez en productos de la canasta básica. En el
sector automotriz, el incumplimiento supera los US$3.000 millones, lo
que ha resultado en el colapso del transporte por falta de repuestos. A las aerolíneas se les deben otros US$3.700 millones, lo que ha llevado a varias a suspender sus vuelos y redujo la oferta de cupos en 50%.
En
Venezuela, los importadores deben esperar seis meses luego de que sus
productos pasan por la aduana para poder adquirir dólares previamente
autorizados. Dado que el gobierno ha optado por incumplir estas
obligaciones, muchos importadores han venido acumulando una abundante
cantidad de moneda local. Durante un tiempo, la falta de acceso a
divisas fue compensada con préstamos de proveedores extranjeros y casas
matrices, pero las deudas acumuladas y las pérdidas debido a las
sucesivas devaluaciones han acabado con su paciencia y cerrado el
crédito.
La lista
de defaults es interminable. Venezuela está también en mora con los
proveedores, contratistas y socios en joint-ventures de PDVSA, con lo
cual las exportaciones de petróleo han caído 45% en relación con 1997, y su producción apenas roza la mitad de lo que el plan de 2005 había previsto para 2012.
Más
aún, el Banco Central de Venezuela también ha incumplido con su
obligación de mantener estabilidad de precios, habiendo casi
cuadruplicado el dinero en circulación en 24 meses, lo que ha hecho que el bolívar pierda el 90% de su valor en el mercado negro y
que la tasa de inflación sea la más alta del mundo. Para colmo de
males, el Banco Central también ha incumplido con su obligación de
publicar la inflación y otras estadísticas esenciales.
Venezuela
funciona con cuatro tipos de cambio, donde el más fuerte está 13 veces
por encima del más débil. Así las cosas, no ha de sorprender que el
arbitraje cambiario sea el negocio más rentable en el país, lo que ha
impulsado la corrupción venezolana a las posiciones más altas del ránking mundial.
Todo
este caos es consecuencia de un déficit fiscal colosal que ha sido
cubierto a través de creación de dinero, represión financiera,
endeudamiento y defaults - aún a pesar de la bonanza petrolera que se
deriva de un precio del barril de US$ 100. El gobierno de Nicolás
Maduro, en lugar de atacar las causas del problema, ha decidido
complementar los controles cambiarios y de precios con el cierre de las fronteras y la colocación de lectores de huellas dactilares de los compradores, supuestamente para evitar el "acaparamiento".
Esto constituye una violación a las libertades más básicas de los
venezolanos que no se observa en Bolivia, Ecuador y Nicaragua; tres
países que presumen de una ideología similar pero mantienen un único
tipo de cambio y una tasa de inflación de un dígito.
¿Debería
Venezuela hacer default? Si las autoridades adoptaran políticas con
sentido común y buscaran el apoyo del Fondo Monetario Internacional y
otros prestamistas multilaterales, como lo suele hacer la mayoría de
países en problemas, se le aconsejaría renegociar la deuda externa. De
esa forma, el peso del ajuste se compartiría con otros acreedores, como
ya ha ocurrido en Grecia, y la economía ganaría tiempo para recuperarse,
particularmente en la medida que empiecen a madurar nuevas inversiones
en las reservas petroleras más grandes del mundo. Los tenedores de bonos
harían bien reemplazando sus papeles actuales por instrumentos de más
largo plazo que se beneficiarían de la recuperación económica.
Nada
de esto va a suceder bajo el mandato de Maduro, quien carece de la
capacidad, capital político y voluntad para moverse en esa dirección.
Pero el hecho de que su gobierno haya decidido incumplirle a los 30
millones de venezolanos para pagarle religiosamente a Wall Street no
debe ser interpretado como una señal de rectitud moral. Es más bien una
muestra de su decadencia moral.
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