Editorial El Nacional
La historia de aventuras y
desventuras de nuestro signo monetario que, materialmente, tiende a
desaparecer, pues hay que pagar por su acuñación mucho más de lo que vale, ha
tenido capítulos desopilantes como fue el de la emisión, en 1989, de los llamados
tinoquitos -en referencia al entonces presidente del Banco Central de
Venezuela, Pedro Tinoco-, suerte de cupones de 1 y 2 bolívares que fueron
comparados de inmediato con los billetes de monopolio y que la gente no quería
porque, prácticamente, nada se podía adquirir con ellos y, aunque eran,
en dos palabras, un fastidio, hoy se cotizan a muy buen precio entre los
numismáticos.
Valen más, mucho más que los
actuales billetes de 100, marrones devaluados que ni siquiera se consiguen y,
por eso, en la frontera se transan hasta por 40% por encima de su valor
nominal; si a ello se suma que el Índice de Precios al consumidor varía a
diario y desenfrenadamente, y que en la ceca nacional ya no hay papel, es
inevitable que las autoridades monetarias se planteen no sólo la
impresión de nuevos especimenes en el exterior, sino que, por
razones de costo y operatividad, resuelvan multiplicar por diez su
denominación: tendremos, pues, billetes de mil.
La gran pregunta es cuál será la
imagen que engalanará la nueva milonga: ¿será el rostro apócrifo y
mestizo del Bolívar que Chávez ordenó forjar con photo shop o,
se atreverán Maduro y Merentes con el rostro del comandante eterno?
Nada de extraño tendría que se decanten por esta vía que, a fin de cuentas,
sintoniza con el desbordado culto a la personalidad del megalómano barinés.
Y decimos que no sería extraño,
pues hace algunos meses circuló por Internet el modelo de un billete de 500
bolívares, supuesto a entrar en circulación de un momento a otro: y, a pesar
del rojo dominante destacaban en él, delicadamente retocadas, las
facciones de un Hugo Rafael arcangélico. Tal vez los diseñadores se aparten del
acartonado realismo socialista y opten sólo por incluir en el nuevo instrumento
la panóptica mirada del fenecido Gran Hermano. Ya veremos. Mientras
tanto, flotan en el ambiente otras interrogantes.
Si el bolívar continúa en
bajada y con el acelerador a fondo, es más que probable que esos milicolorados
se conviertan en papelillo y, entonces, ¿se procederá a imprimir billetes de a
5.000? ¿O de 10.000? ¿O de 100.000? ¿Cuál es el límite? ¿Replicará Maduro la
estrafalaria conducta del dictador Mugabe? ¿Habrá que encerrase en
el baño para constatar -como afirmó José Ignacio Cabrujas haber
hecho cuando le entregaron en el cambio un “tinoquito”- hasta dónde hemos
llegado y preguntarnos en qué parará todo esto?
En la guerra que unilateralmente
Maduro le declaró a la economía, el gobierno parece haber perdido no sólo las
batallas contra la inflación, la escasez, la especulación, el bachaqueo y el
contrabando, sino -como se dice- los papeles. Sí, acaparó el papel periódico,
pero no lo sabe usar o lo mal utiliza, aunque nos dejó sin papel tualé ni
papel moneda.
Vía El
Nacional
Que pasa Margarita
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