El Calabozo de la
Libertad
Por: Gustavo Azócar
Alcalá
Como venezolano y
latinoamericano, debo saludar el acuerdo de paz firmado esta semana entre el
Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y el máximo líder de las FARC,
Rodrigo Londoño Echeverri, mejor conocido como Timochenko. Quienes somos
amantes de la paz debemos regocijarnos cada vez que dos partes en conflicto
encuentran un camino para ponerle fin a una guerra. La alegría es mucho mayor,
si la paz se logra en una nación hermana, a la que queremos mucho, como lo es
Colombia.
El acuerdo firmado
entre Santos y las FARC, tal como lo han reconocido algunos expertos, no es perfecto.
Es un documento de 290 páginas con algunas lagunas, con cláusulas muy controversiales,
y con una serie de concesiones, que hacen que alguna gente sienta un sabor
amargo en la boca. Hay colombianos que habrían querido un tratado mucho más
duro contra las FARC, una guerrilla que durante los últimos 50 años sembró el
terror y acabó con la vida de centenares de miles de personas inocentes en ese
país.
Pero como bien dicen
los abogados, siempre es mejor un mal arreglo que un buen pleito. El conflicto
armado colombiano se prolongó por más de 50 años. Dejó más de doscientos mil
muertos y cinco millones de desplazados. Colombia pagó un precio muy alto
gracias a ese enfrentamiento entre las FARC y las Fuerzas Militares. El
conflicto no sólo afectó a Colombia. También tuvo sus efectos sobre los países
vecinos, entre ellos Venezuela, cuyos habitantes fronterizos también pagaron
las consecuencias de una guerra en la que no tuvimos arte ni parte. Durante
muchos años, ganaderos y empresarios venezolanos fueron secuestrados por las
FARC y el ELN. La guerrilla financió su lucha con dinero venezolano obtenido
del pago de rescates.
A eso habría que sumar
la cantidad de niños y jóvenes que fueron secuestrados por la guerrilla en
Táchira, Zulia, Apure y Barinas, y que fueron trasladados a los campamentos de
las FARC para ser convertidos en guerrilleros. Hay una larga lista de jóvenes venezolanos
que habitaban en la zona fronteriza, y que fueron declarados como “desaparecidos”,
pero que en realidad nunca desaparecieron. Fueron adoctrinados e incorporados a
las filas de la guerrilla colombiana. Esas historias muy pronto saldrán a la luz
pública.
El acuerdo entre las
FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos contempla que los guerrilleros se
concentrarán en 23 zonas “veredales” y 8 campamentos —sin armas—, y que las
FARC entregarán las armas a la ONU. Las FARC, según el tratado de Paz, se
comprometieron a entregar a un organismo internacional de monitoreo y
verificación del proceso toda la información sobre las armas que poseen. De
acuerdo con el cronograma previsto en el acuerdo, los guerrilleros empezarán a
desplazarse con su armamento individual hacia las zonas veredales transitorias
de normalización.
De acuerdo con el Tratado de Paz, las llamadas
“zonas de concentración” fueron diseñadas para “hacer el tránsito de los
guerrilleros a la legalidad” y en esos puntos las FARC adelantarán el proceso
de dejación de las armas y se prepararán para el proceso de reintegración a la
vida civil. Son dos tipos de zonas veredales: transitorias de normalización
(ZVTN) y puntos transitorios de normalización. Tan pronto los guerrilleros
estén ubicados en ellas se adelantará el proceso de dejación de las armas.
La diferencia entre los dos tipos de
zonas veredales será la cantidad de guerrilleros que albergue, el tamaño de la
zona y su ubicación. Los puntos fueron concebidos para la llegada de los
frentes que se encuentran en zonas remotas y serán pequeños campamentos. Las
zonas estarán ubicadas en 22 municipios de 12 departamentos de Colombia. El general Javier Flórez, jefe de la
subcomisión de Fin del conflicto en La Habana y comandante del Comando
Estratégico de Transición, informó que el grupo subversivo tiene actualmente en sus
filas 5.765 miembros, que serán los que inicialmente se desplazarán a las zonas
veredales de normalización.
De acuerdo con lo
establecido en el Tratado de Paz, a partir del séptimo día tras la firma del
acuerdo final, las FARC cuentan con 180 días para entregar todas sus armas al
componente internacional. El día 7, es decir, el próximo lunes 3 de octubre,
comienza el transporte de armas individuales, de milicias, granadas y
municiones. A partir del día 10 se iniciará igualmente la destrucción del
armamento inestable. Para el día 60, después de la firma, se habrá iniciado el
almacenamiento de las armas en contenedores que controla el componente
internacional, que se espera completar el día 180.
Ahora bien, la gran
pregunta es: ¿Entregarán las FARC todas las armas que están en su poder? Hay
dudas de que se vaya a entregar todo el armamento. Hay quienes creen, que las armas podrían pasar a territorio venezolano. La docente e internacionalista Giovanna de Michele, dijo
que cuatro zonas veredales y dos campamentos del grupo paramilitar colindan con la frontera venezolana. “Sería bueno saber si el Estado venezolano ha tomado algún tipo de
medida, previendo esta situación”, dijo Michele.
Pero eso no es todo: hay quienes vaticinan la
posibilidad de que parte de las FARC decidan instalarse en algunas regiones
selváticas de Venezuela aprovechando la debilidad y la complacencia del régimen
de Nicolás Maduro. El secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática
(MUD), Jesús
Torrealba, alertó sobre la
posibilidad de que la guerrilla colombiana migre a Venezuela.
“Hacemos un llamado a reflexionar sobre las
consecuencias que traerá la firma de este acuerdo. Celebramos que se haya
desmantelado un conflicto más, pero, esperamos que no sea trasladado a
Venezuela”, dijo Torrealba,
quien además mostró su preocupación ante la posibilidad real de que pocos guerrilleros
conseguirán reinsertarse plenamente. “No podrán seguir delinquiendo en Colombia
por lo que podrían trasladarse hacia Venezuela”, puntualizó.
José Miguel Vivancos,
Director de Human Rights Watch, dijo que “hay obvios motivos para
celebrar: luego de cuatro años de negociaciones, las partes han llegado a un
acuerdo que ofrece una oportunidad clave para la vigencia de los derechos
humanos en Colombia. Pero, lamentablemente, el componente de justicia del
acuerdo promueve la impunidad y, con ello, pone en riesgo las posibilidades de
una paz genuina”.
El temor que existe
en algunos sectores de Venezuela, luego de la firma del Tratado de Paz entre
Juan Manuel Santos y las FARC está muy bien fundamentado. Para nadie es un
secreto la “afinidad ideológica” que existe entre el gobierno de Nicolás
Maduro y los integrantes de la cúpula de la principal organización guerrillera
colombiana.
Los nexos entre las
FARC y el gobierno revolucionario y socialista que detenta el poder en
Venezuela son de vieja data. Esas relaciones comenzaron muchos años antes de
que Hugo Chávez asumiera la Presidencia de la República en 1999. Hay testigos
que dan fe, incluso, de la participación de las FARC en el golpe de estado de
noviembre de 1992. Chávez falleció en 2013, pero la relación de amistad y
cooperación entre las FARC y la revolución no se ha resquebrajado. Todo lo
contrario: se ha incrementado.
Informes de
inteligencia dan cuenta de la existencia de campamentos guerrilleros de las
FARC y el ELN en Zulia, Táchira, Apure, Barinas, Guárico, Cojedes, Bolívar,
Amazonas y Delta Amacuro. Mucho tiempo antes de que se instalaran en La Habana,
para iniciar los diálogos de paz, los principales jefes de las FARC se
pavoneaban por algunas regiones venezolanas. En la zona sur del Lago de
Maracaibo, entre Machiques, Casigua y Encontrados, todavía hay quienes
recuerdan la presencia de Iván Márquez. En la lengüeta de Barinas hay quienes
aseguran haber visto muchas veces a Timochenko.
Lo cierto es que
mientras los guerrilleros se desmovilizan y desmantelan sus campamentos en
Colombia, como consecuencia del Tratado de Paz, su presencia ha venido aumentando
en territorio venezolano. Hace pocos días conversé con un ganadero quien me
aseguró que todos los meses debe pagar religiosamente la “vacuna” al frente 45
de las FARC en Barinas.
La paz de Colombia es
bienvenida. Por supuesto que nos alegra que ese país hermano comience a
transitar a partir de ahora los senderos de la paz y la convivencia ciudadana,
poniendo fin a 52 años de conflicto armado. Pero mientras nos regocijamos por
lo que pasa en Colombia, comenzamos a preocuparnos por lo que ha de pasar en
Venezuela en los próximos meses.
He de confesar que no
creo que las FARC entreguen a la ONU la totalidad de las armas que están en su
poder. Algo me dice que gran parte de ese armamento, sobre todo el más nuevo, el
más moderno y sofisticado, ya debe estar a buen resguardo en los campamentos
que esa guerrilla tiene en Venezuela. Tampoco creo que las FARC se desmovilice
por completo. Hay algunos frentes guerrilleros que ya han declarado
abiertamente que no están de acuerdo con el tratado de paz.
Es muy triste
decirlo, pero es así: mientras Colombia firma la paz y cifra sus esperanzas en
el fin del conflicto, en Venezuela tenemos que prepararnos para la guerra que
se nos viene encima. Una parte importante de las FARC no sólo no atenderá el
llamado a la paz, sino lo que es peor: se ha mudado de residencia. Ahora están aquí,
domiciliados en Venezuela, protegidos por la revolución, dedicados al negocio
del narcotráfico, controlando aviones que entran y salen de Apure y de otros
estados del país. Mientras gran parte de los colombianos celebra la paz y
votará por el SI el próximo domingo, nosotros debemos prepararnos, irremediable
y lastimosamente para la guerra.
Lo malo del Tratado
de Paz firmado el pasado lunes 26 de septiembre fue que sólo tomó en cuenta a
Colombia. Allí no se habló de lo que hacen las FARC en los países vecinos. Raúl
Reyes dejó muchos herederos e intereses en Ecuador. Timochenko e Iván Márquez
todavía tienen muchos intereses en Venezuela. Hay que estar preparados para lo
que viene.
SC. 30 de septiembre
de 2016
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