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En una sociedad esclavizada,
el más grande esclavo es el tirano.
Julián Marías
Nuestro
socialismo de comiquita del siglo XXI es pródigo en invenciones, ya el
Cobandante Supremo y Eterno parodiaba al gran maestro del Libertador, Simón
Rodríguez, en aquello de inventamos o
erramos, para errar siempre; – por cierto, el pobrecito prócer no tiene nada que ver con
los hermanitos más maduristas que el Robusto
Guasón -, conocido como Robinson, y tampoco con la fenecida misión bolivariana
que emulaba a las cubiches Jornadas de Alfabetización Conrado Benítez que
pretendian eliminar el analfabetismo en
la Isla de la Felicidad, esa que ahora es conocida como la Atenas del Caribe, cuna del más fino
pensamiento comunista contemporáneo, producto de exportación, verdadera bomba caza
– bobos.
Pues
bien, en nuestra dictadura tropical de liqui-liqui y tumbadora, de salsa brava para echar un pie
revolucionario, de bochinche y más bochinche, nuestros arcontes, formados en la
escuela crematística de los Hermanos Castro C. A., han instruido a sus esbirros
judiciales para que sus hoplitas sanguinarios acudan –armados hasta los
dientes, y a toda chola y sirena -, a ponerle los ganchos a los alcaldes electos por el pueblo,
acusándolos – paradójicamente -, de no impedir las manifestaciones que el
pueblo que los eligió, realiza a fin de manifestar su hartazgo y repudio contra
una revolución inhumana y hambreadora
En
juicios exprés, indiscutibles jueces revolucionarios titulares de los tribunales
populares chavistas, legislan, controlan, espían, atribuyéndose competencias de
los otros legítimamente poderes constituidos, siguiendo siempre las órdenes del
Bailarín Mayor de la comarca socialista del siglo XXI,
- haciendo de todo -, menos administrar
justicia, ya tienen preparadas unas sentencias pro – forma.
El
alcalde señalado por el Jefecito debe comparecer en el término de la distancia,
que ya no se mide en burros – como debería ser, de acuerdo con la sociedad que
estamos siendo -, sino en moto de alta cilindrada como la de la Presidenta de
la ANCA. Acudan o no, se defiendan o no, arguyan o no, prueben o no, la
implacable sentencia es la misma:15 meses de prisión en las celdas que aún
quedan libres en el verde oliva ramo del árbol represivo revolucionario, ya el
otro Jorge – el ex yerno –, lo había anunciado a los cuatro micrófonos con su
estentórea voz de revolucionario arrecho y resteado, quien sabe si despechado o
lamentándose de haber perdido ese boche, esa canonjía, esa prebenda, ese lujo
de la nomenklatura socialista
bolivariana, llamada Residencias La Carlota.
Lo
que no prevén los verdugos, los sicarios, los esbirros, los carniceros, los
secuaces, los sayones, los desalmados, los crueles y sanguinarios rojos –
rojitos, es que la historia de los pueblos sojuzgados siempre termina mal para
los opresores. Ya lo dijo Sócrates:
“La multitud cuando ejerce su autoridad. Es
más cruel que los tiranos”.
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