De la noche a la mañana se transformó en liberal moderado y eso le valió el triunfo
ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
martes 7 de junio de 2011 12:00 AM
Hay candidatos que se cambian la camiseta en plena campaña electoral para ganar y luego, una vez logrado el triunfo, hacen lo que siempre pensaron debían hacer. Ese es Hugo Chávez, el rey de los camaleones, quien lo ha hecho hasta el cansancio con notable average de aciertos. Otros, se mantienen en sus trece, dicen lo que piensan, a sabiendas de que van a perder y pierden. Valga decir, Vargas Llosa, en un año tan lejano como 1990. Unos terceros ganan diciendo lo que van a hacer y ya instalados en el poder descubren cómo la realidad no coincide con sus expectativas y ante el fracaso deciden dar un viraje total. Ese fue el Miterrand de los 80 o el Cardoso de los 90.
Sólo el tiempo dirá en qué categoría puede alinearse el presidente electo del Perú, Ollanta Humala, quien luego de naufragar en la segunda vuelta de las elecciones del 2006, entre otras razones por el apoyo público y notorio de Hugo Chávez, se embarcó en las del 2011 con un discurso negador de todas sus posturas ideológicas y de propuestas originales como desarrollar en el Perú la receta chavista, comenzando por la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente.
Militar y golpista reincidente, acusado de violar los derechos humanos durante sus correrías por la geografía peruana, Ollanta es hijo del creador del "etnocacerismo", Isaac Humala, quien ha promovido una suerte de racismo al revés que reivindica la supremacía de "la raza cobriza" sobre las demás, el regreso del imperio inca a sus confines precolombinos, el fusilamiento de corruptos, homosexuales y traidores a la patria, así como el combate a "la dictadura de los ricos", según asentaba su hijo en el 2006.
No obstante, para esta campaña Humala se transformó de la noche a la mañana en un liberal moderadísimo que predica la defensa de la propiedad privada, la continuidad de las exitosas políticas económicas desarrolladas durante el mandato de Alan García, el fortalecimiento de la democracia y un gobierno de concertación nacional. Humala promete que no habrá constituyente y que no está dispuesto a modificar la Constitución para reelegirse a la manera de su ex mentor Chávez, en un giro que lo acerca más al expresidente Lula, quien colocó su asesores electorales al servicio del peruano.
El gran fiador de este nuevo Humala, movido por su resentimiento contra el fujimorismo, ha sido el Nobel Mario Vargas Llosa, quien no ha dejado de tener influencia sobre el tipo de electorado que necesitaba ser convencido por Humala (clase media), mientras que el otro, el más vulnerable, sigue creyendo y posiblemente, no sin razón, en el "viejo" Humala, en el Humala original, en el Humala convertido en Pachacutec del nuevo Tawantinsuyo. Ya veremos cuál de los dos Humalas es el que se dispone a gobernar el Perú.
Sólo el tiempo dirá en qué categoría puede alinearse el presidente electo del Perú, Ollanta Humala, quien luego de naufragar en la segunda vuelta de las elecciones del 2006, entre otras razones por el apoyo público y notorio de Hugo Chávez, se embarcó en las del 2011 con un discurso negador de todas sus posturas ideológicas y de propuestas originales como desarrollar en el Perú la receta chavista, comenzando por la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente.
Militar y golpista reincidente, acusado de violar los derechos humanos durante sus correrías por la geografía peruana, Ollanta es hijo del creador del "etnocacerismo", Isaac Humala, quien ha promovido una suerte de racismo al revés que reivindica la supremacía de "la raza cobriza" sobre las demás, el regreso del imperio inca a sus confines precolombinos, el fusilamiento de corruptos, homosexuales y traidores a la patria, así como el combate a "la dictadura de los ricos", según asentaba su hijo en el 2006.
No obstante, para esta campaña Humala se transformó de la noche a la mañana en un liberal moderadísimo que predica la defensa de la propiedad privada, la continuidad de las exitosas políticas económicas desarrolladas durante el mandato de Alan García, el fortalecimiento de la democracia y un gobierno de concertación nacional. Humala promete que no habrá constituyente y que no está dispuesto a modificar la Constitución para reelegirse a la manera de su ex mentor Chávez, en un giro que lo acerca más al expresidente Lula, quien colocó su asesores electorales al servicio del peruano.
El gran fiador de este nuevo Humala, movido por su resentimiento contra el fujimorismo, ha sido el Nobel Mario Vargas Llosa, quien no ha dejado de tener influencia sobre el tipo de electorado que necesitaba ser convencido por Humala (clase media), mientras que el otro, el más vulnerable, sigue creyendo y posiblemente, no sin razón, en el "viejo" Humala, en el Humala original, en el Humala convertido en Pachacutec del nuevo Tawantinsuyo. Ya veremos cuál de los dos Humalas es el que se dispone a gobernar el Perú.
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