La Vinotinto es modelo de excelencia y logros en el país de la improvisación y la anarquía
ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
martes 19 de julio de 2011 12:00 AM
Once guerreros infatigables, duros en el regate, pegajosos en la marca, veloces en sus desplazamientos, precisos en el toque y disciplinados en la estrategia, han hecho felices a los venezolanos. La dicha, que viene a alimentar nuestra maltratada autoestima nacional, aparece donde menos lo esperaba un país con endeble cultura futbolística y resignado, hasta hace poco, a entusiasmarse con los triunfos de las grandes selecciones (las mismas que antes nos humillaban a fuerza de goleadas) ahora desplazadas a los rincones de los fracasados, los mismos donde nunca faltábamos.
La Vinotinto y otras cenicientas del continente voltearon la tortilla, quebraron las tiranías futbolísticas y sacaron del trono a los favoritos de siempre jugando con desparpajo y actitud. Primero fue la sorpresa ante los brasileños, reyes del jogo bonito, quienes se vieron impotentes ante el esquema planteado por Venezuela. Los ecuatorianos, mundialistas, cayeron sin remedio ante un equipo infranqueable. A los paraguayos se arrebató el bocado en los dos minutos finales. Y los chilenos, que daban como hecha su clasificación, debieron comerse sus burlas por la supuesta pobreza de nuestro fútbol, regándolas con un amargo vino tinto, de factura nacional, que los puso en su sitio.
Casualidad, absolutamente no. Suerte, sí y mucha, pero como complemento de todo un programa (ya iniciado por Richard Páez) que comenzó por despojar al inseguro jugador venezolano de sus complejos y temores ante los grandes y también ante los pequeños. Obra entre otros del psicólogo Manuel Llorens y asistentes como Lino Alonso.
Ese cambio de actitud, ese encuentro con la fe en si mismos y el sentido de pertenencia en un grupo compacto y de mentalidad ganadora, se alimentó con trabajo físico (la Vinotinto es la más potente, resistente y veloz selección de la Copa América), la estructuración de un sistema de juego, la escogencia de los jugadores, el uso de la ciencia y la tecnología para mejorar el rendimiento, el conocimiento y estudio obsesivo de los rivales, los partidos de preparación, el ensayo fatigante de las jugadas preparadas, el buen trato y comodidad de los jugadores y mucha disciplina (aquí no hay superastros de ego inflamado). Así todos esos factores se conjugaron en un proceso de integración gracias a un tipo llamado César Farías, incómodo y antipático, pero capaz de lograr lo que antes se consideraba un imposible.
No se si la Vinotino será la campeona de la Copa América, pero desde ya es un modelo de excelencia, trabajo, disciplina y logros, comparable a experiencias como el Sistema de Orquestas juveniles en un país donde priva la improvisación, la anarquía y la mediocridad de quienes nos gobiernan.
La Vinotinto y otras cenicientas del continente voltearon la tortilla, quebraron las tiranías futbolísticas y sacaron del trono a los favoritos de siempre jugando con desparpajo y actitud. Primero fue la sorpresa ante los brasileños, reyes del jogo bonito, quienes se vieron impotentes ante el esquema planteado por Venezuela. Los ecuatorianos, mundialistas, cayeron sin remedio ante un equipo infranqueable. A los paraguayos se arrebató el bocado en los dos minutos finales. Y los chilenos, que daban como hecha su clasificación, debieron comerse sus burlas por la supuesta pobreza de nuestro fútbol, regándolas con un amargo vino tinto, de factura nacional, que los puso en su sitio.
Casualidad, absolutamente no. Suerte, sí y mucha, pero como complemento de todo un programa (ya iniciado por Richard Páez) que comenzó por despojar al inseguro jugador venezolano de sus complejos y temores ante los grandes y también ante los pequeños. Obra entre otros del psicólogo Manuel Llorens y asistentes como Lino Alonso.
Ese cambio de actitud, ese encuentro con la fe en si mismos y el sentido de pertenencia en un grupo compacto y de mentalidad ganadora, se alimentó con trabajo físico (la Vinotinto es la más potente, resistente y veloz selección de la Copa América), la estructuración de un sistema de juego, la escogencia de los jugadores, el uso de la ciencia y la tecnología para mejorar el rendimiento, el conocimiento y estudio obsesivo de los rivales, los partidos de preparación, el ensayo fatigante de las jugadas preparadas, el buen trato y comodidad de los jugadores y mucha disciplina (aquí no hay superastros de ego inflamado). Así todos esos factores se conjugaron en un proceso de integración gracias a un tipo llamado César Farías, incómodo y antipático, pero capaz de lograr lo que antes se consideraba un imposible.
No se si la Vinotino será la campeona de la Copa América, pero desde ya es un modelo de excelencia, trabajo, disciplina y logros, comparable a experiencias como el Sistema de Orquestas juveniles en un país donde priva la improvisación, la anarquía y la mediocridad de quienes nos gobiernan.
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