ADOLFO R. TAYLHARDAT | EL UNIVERSAL
miércoles 6 de julio de 2011 04:12 PM
El tema sobre la verdad del estado de la salud del führer lo dejo para los oncólogos. Ya han salido a la luz pública abundantes opiniones de galenos según las cuales el mandatario se encuentra en condiciones mucho peores de lo que han querido hacer creer los portavoces del régimen. Pero por respeto hacia el enfermo y hacia la majestad de la primera magistratura prefiero detenerme aquí.
Sin embargo, hay muchos aspectos -no médicos- de ese tema que no dejan de llamar la atención. Y más aún, de causar perplejidad.
Uno es cómo el jefe de Estado venezolano se ha entregado en manos de "papá Fidel". Éste fue quien, sin ser médico, le diagnosticó el mal que le aqueja. Fue ante él que se confesó y reconoció que había cometido el gran error de su vida, consistente en que nunca se ocupó de su propia salud. Esto resulta insólito. Normalmente todo Jefe de Estado o de Gobierno tiene siempre a su lado, incluso cuando viaja, un médico que vela por su salud. Fidel fue quien movilizó a los médicos que lo atienden, incluso el médico cubano que, según despachos de prensa, lo sometió a una intervención quirúrgica equivocada y que, supuestamente, precipitó el repentino agravamiento de su salud.
Esto trae a colación otro aspecto curioso. En su alocución el führer agradeció a los médicos cubanos que lo habían atendido, pero silenció el hecho de que para la segunda operación habían sido convocados médicos españoles y creo que también alemanes.
Otra circunstancia fuera de lo común es que por primera vez -que se sepa- el inquilino de Miraflores no improvisó su Aló-cusión en la cual dio cuenta de lo que le ocurre, sino que leyó un discurso en cuya redacción participaron él mismo, su hermano Adán y el conductor de la Cancillería. Ese texto, según este último, fue revisado y corregido en varias ocasiones "para comunicar en forma clara y precisa" la afección del Jefe de Estado.
Pero lo que causa más asombro es cómo, los jerarcas del régimen se han burlado y tergiversado las normas constitucionales que rigen las ausencias del Jefe del Estado. Esas normas son claras y terminantes. No pueden ser objeto de interpretación diferente a lo que textualmente expresan:
Artículo 234. Las faltas temporales del Presidente o Presidenta de la República serán suplidas por el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva hasta por noventa días, prorrogables por decisión de la Asamblea Nacional por noventa días más.
Si una falta temporal se prolonga por más de noventa días consecutivos, la Asamblea Nacional decidirá por mayoría de sus integrantes si debe considerarse que hay falta absoluta.
Artículo 235. La ausencia del territorio nacional por parte del Presidente o Presidenta de la República requiere autorización de la Asamblea Nacional o de la Comisión Delegada, cuando se prolongue por un lapso superior a cinco días consecutivos.
Según el Diccionario de la Real Academia, ausencia es la acción de ausentarse o estar ausente. Además denota el tiempo en que se está ausente. Ausentarse, por lo tanto, no tiene otro significado que no estar presente.
Como por arte de magia los títeres incondicionales del führer lo han convertido en un personaje omnipresente -típico de la dialéctica chavista-. El endiosamiento del personaje por parte de sus fantoches llega a un grado tal de adulación y de embeleco que hasta lo consideran ubicuo. No está pero sí está, no está aquí pero no se ha ido, está fuera del país pero está presente.
Según el vicepresidente ejecutivo el Jefe del Estado está en Cuba pero no está ausente de Venezuela y por lo tanto no hace falta que designe a alguien que dirija el país de manera interina. "Está al mando del Gobierno de Venezuela, nunca ha dejado de estarlo", "No hay necesidad de declarar la vacante temporal".
Según el Presidente de la Asamblea Nacional "El Presidente está ejerciendo sus funciones desde Cuba", "No se considera ausente del poder mientras está en Cuba", "Legítima y legalmente salió con el permiso de la Asamblea Nacional", "No tiene ausencia absoluta ni temporal".
Esto no es sino una muestra más de cómo la Constitución ha quedado reducida a la condición de un lampazo, una mopa, un andrajo, un coleto para limpiar el piso donde está parado el führer. Todo ello bajo la mirada complaciente de los demás poderes que deberían proteger la castidad de la Carta Magna.
Sin embargo, hay muchos aspectos -no médicos- de ese tema que no dejan de llamar la atención. Y más aún, de causar perplejidad.
Uno es cómo el jefe de Estado venezolano se ha entregado en manos de "papá Fidel". Éste fue quien, sin ser médico, le diagnosticó el mal que le aqueja. Fue ante él que se confesó y reconoció que había cometido el gran error de su vida, consistente en que nunca se ocupó de su propia salud. Esto resulta insólito. Normalmente todo Jefe de Estado o de Gobierno tiene siempre a su lado, incluso cuando viaja, un médico que vela por su salud. Fidel fue quien movilizó a los médicos que lo atienden, incluso el médico cubano que, según despachos de prensa, lo sometió a una intervención quirúrgica equivocada y que, supuestamente, precipitó el repentino agravamiento de su salud.
Esto trae a colación otro aspecto curioso. En su alocución el führer agradeció a los médicos cubanos que lo habían atendido, pero silenció el hecho de que para la segunda operación habían sido convocados médicos españoles y creo que también alemanes.
Otra circunstancia fuera de lo común es que por primera vez -que se sepa- el inquilino de Miraflores no improvisó su Aló-cusión en la cual dio cuenta de lo que le ocurre, sino que leyó un discurso en cuya redacción participaron él mismo, su hermano Adán y el conductor de la Cancillería. Ese texto, según este último, fue revisado y corregido en varias ocasiones "para comunicar en forma clara y precisa" la afección del Jefe de Estado.
Pero lo que causa más asombro es cómo, los jerarcas del régimen se han burlado y tergiversado las normas constitucionales que rigen las ausencias del Jefe del Estado. Esas normas son claras y terminantes. No pueden ser objeto de interpretación diferente a lo que textualmente expresan:
Artículo 234. Las faltas temporales del Presidente o Presidenta de la República serán suplidas por el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva hasta por noventa días, prorrogables por decisión de la Asamblea Nacional por noventa días más.
Si una falta temporal se prolonga por más de noventa días consecutivos, la Asamblea Nacional decidirá por mayoría de sus integrantes si debe considerarse que hay falta absoluta.
Artículo 235. La ausencia del territorio nacional por parte del Presidente o Presidenta de la República requiere autorización de la Asamblea Nacional o de la Comisión Delegada, cuando se prolongue por un lapso superior a cinco días consecutivos.
Según el Diccionario de la Real Academia, ausencia es la acción de ausentarse o estar ausente. Además denota el tiempo en que se está ausente. Ausentarse, por lo tanto, no tiene otro significado que no estar presente.
Como por arte de magia los títeres incondicionales del führer lo han convertido en un personaje omnipresente -típico de la dialéctica chavista-. El endiosamiento del personaje por parte de sus fantoches llega a un grado tal de adulación y de embeleco que hasta lo consideran ubicuo. No está pero sí está, no está aquí pero no se ha ido, está fuera del país pero está presente.
Según el vicepresidente ejecutivo el Jefe del Estado está en Cuba pero no está ausente de Venezuela y por lo tanto no hace falta que designe a alguien que dirija el país de manera interina. "Está al mando del Gobierno de Venezuela, nunca ha dejado de estarlo", "No hay necesidad de declarar la vacante temporal".
Según el Presidente de la Asamblea Nacional "El Presidente está ejerciendo sus funciones desde Cuba", "No se considera ausente del poder mientras está en Cuba", "Legítima y legalmente salió con el permiso de la Asamblea Nacional", "No tiene ausencia absoluta ni temporal".
Esto no es sino una muestra más de cómo la Constitución ha quedado reducida a la condición de un lampazo, una mopa, un andrajo, un coleto para limpiar el piso donde está parado el führer. Todo ello bajo la mirada complaciente de los demás poderes que deberían proteger la castidad de la Carta Magna.
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