JORGE LINARES ANGULO | EL UNIVERSAL
martes 16 de agosto de 2011 03:36 PM
Hacer culto a una personalidad o figura equivale a aceptarla con plenitud. La naturaleza, por ejemplo, de una figura religiosa emana de su nivel máximo de supremacía. En ella todo es perfección e infalibilidad, atributos de la bienaventuranza y, por ende, de la capacidad y la vocación infinitas para el bien a favor de los creyentes. De allí que la figura religiosa sea beneficencia pura y objeto de fe porque de ella se espera misericordia, sanación, consuelo. En suma, felicidad.
En el caso de los dictadores el culto a la personalidad tiene una base explícita: la sumisión. Una sumisión que deriva del poder cuyo efecto más directo es el miedo. El dictador tiene el poder absoluto y éste no puede ser desafiado so pena de graves consecuencias. El dictador, sin embargo, tiende a atraer para sí los rasgos de la figura religiosa y esto es más real en tanto más primitiva es la comunidad sobre la que se erige. El caso de Papa Doc en Haití, prefigurado en el arquetípico ambiente mágico-religioso de "El reino de este mundo", es aleccionador. Cuando esto ocurre la unción y el miedo, más exactamente el terror, se asocian para dar lugar al dominio sin límites del dictador.
En Venezuela es obvio que estamos ante un intento planificado, sistemático, del culto a la personalidad. Este culto se proyecta de las dos maneras en que le es inherente en una sociedad como la nuestra, constituida por una clase media importante -profesional e informada- y un sector social menos formado, más numeroso, cuyo estrato más humilde es vulnerable. En efecto, en la clase media, tratándose de quienes adhieren al Gobierno, el culto a la personalidad se manifiesta en la adulación; en los sectores más vulnerables en la forma mítico-religiosa. Esto explica las escenas de llanto y entrega emocional de miembros del sector más humilde radicalizado las cuales, por ejemplo, suelen verse en el Balcón del Pueblo. "Radicalizado", digo, en el sentido de que se trata de un sector humilde cautivo y trabajado ideológicamente. En las grandes ciudades, sobre todo, la situación es distinta porque las comunidades humildes han escapado de la focalización, tienen mejor percepción política, y han sufrido los estragos del manejo económico del Gobierno. De allí la merma de la popularidad de Chávez y la posibilidad alta de su derrota electoral en 2012.
El acto militar del 4 de agosto pasado, efeméride de la Guardia Nacional, tuvo el signo muy preconcebido del culto a la personalidad, un alarde tanto del carácter autocrático del régimen como de su intento de perpetuación. El medio castrense en que se produjo es una confirmación, difuminadamente fascista, de la doctrina militarista de la llamada revolución bolivariana. Un acto semejante se repitió el lunes 8 de agosto cuando en cadena nacional, en el momento en que el país se disponía a presenciar el homenaje a Simón Díaz en Globovisión, (intromisión cuya intención no resulta fácil descreer) el gobierno chavista impuso a los venezolanos la historia y conmemoración de los 40 años del ingreso de Chávez a la Academia Militar. Si alguien tenía dudas ya no tiene razón para conservarlas: estamos en presencia de un gobierno de raíz protofacista que se camufla en las candilejas de una revolución socialista para facilitar al Jefe Único el poder in perpetuam. El culto a la personalidad es uno de sus rasgos definitorios.
La voluntad electoral en 2012 exacerba y atemoriza pero detendrá la confabulación fasciocomunista.
En el caso de los dictadores el culto a la personalidad tiene una base explícita: la sumisión. Una sumisión que deriva del poder cuyo efecto más directo es el miedo. El dictador tiene el poder absoluto y éste no puede ser desafiado so pena de graves consecuencias. El dictador, sin embargo, tiende a atraer para sí los rasgos de la figura religiosa y esto es más real en tanto más primitiva es la comunidad sobre la que se erige. El caso de Papa Doc en Haití, prefigurado en el arquetípico ambiente mágico-religioso de "El reino de este mundo", es aleccionador. Cuando esto ocurre la unción y el miedo, más exactamente el terror, se asocian para dar lugar al dominio sin límites del dictador.
En Venezuela es obvio que estamos ante un intento planificado, sistemático, del culto a la personalidad. Este culto se proyecta de las dos maneras en que le es inherente en una sociedad como la nuestra, constituida por una clase media importante -profesional e informada- y un sector social menos formado, más numeroso, cuyo estrato más humilde es vulnerable. En efecto, en la clase media, tratándose de quienes adhieren al Gobierno, el culto a la personalidad se manifiesta en la adulación; en los sectores más vulnerables en la forma mítico-religiosa. Esto explica las escenas de llanto y entrega emocional de miembros del sector más humilde radicalizado las cuales, por ejemplo, suelen verse en el Balcón del Pueblo. "Radicalizado", digo, en el sentido de que se trata de un sector humilde cautivo y trabajado ideológicamente. En las grandes ciudades, sobre todo, la situación es distinta porque las comunidades humildes han escapado de la focalización, tienen mejor percepción política, y han sufrido los estragos del manejo económico del Gobierno. De allí la merma de la popularidad de Chávez y la posibilidad alta de su derrota electoral en 2012.
El acto militar del 4 de agosto pasado, efeméride de la Guardia Nacional, tuvo el signo muy preconcebido del culto a la personalidad, un alarde tanto del carácter autocrático del régimen como de su intento de perpetuación. El medio castrense en que se produjo es una confirmación, difuminadamente fascista, de la doctrina militarista de la llamada revolución bolivariana. Un acto semejante se repitió el lunes 8 de agosto cuando en cadena nacional, en el momento en que el país se disponía a presenciar el homenaje a Simón Díaz en Globovisión, (intromisión cuya intención no resulta fácil descreer) el gobierno chavista impuso a los venezolanos la historia y conmemoración de los 40 años del ingreso de Chávez a la Academia Militar. Si alguien tenía dudas ya no tiene razón para conservarlas: estamos en presencia de un gobierno de raíz protofacista que se camufla en las candilejas de una revolución socialista para facilitar al Jefe Único el poder in perpetuam. El culto a la personalidad es uno de sus rasgos definitorios.
La voluntad electoral en 2012 exacerba y atemoriza pero detendrá la confabulación fasciocomunista.
No comments:
Post a Comment