MICHAEL ROWAN | EL UNIVERSAL
martes 23 de agosto de 2011 12:00 AM
Hay muchos motivos para votar contra Chávez; la destrucción de Pdvsa es apenas uno. Cuando Chávez asumió el poder en 1998, la estatal producía 3,6 millones de barriles diarios. Si tan solo la hubiera dejado en paz, se estarían produciendo al menos seis millones. Pero, como es bien sabido, despidió a sus trabajadores especializados y tomó el dinero de la empresa para proyectos políticos, como los negocios cuestionables en Teherán, La Habana y La Paz. Hoy, Pdvsa produce unos 2,3 millones b/d, aunque alega una producción de tres millones, lo que ni siquiera la amiguísima OPEP reconoce. ¡Qué patético!
Esto ya había pasado antes con los déspotas. Cuando Muamar Gadafi ejecutó el golpe de Estado en 1969, Libia producía 3,5 millones b/d. La producción era menor a dos millones en 2011, cuando la Primavera Árabe lo obligó a guarecerse. Cuando Saddam Hussein tomó el poder mediante un golpe en 1976, Irak producía 3,5 millones b/d. La producción era inferior a 2,7 millones cuando lo hallaron escondido en un hoyo con un millón de dólares y un arma. Cuando la revolución del Ayatolá Jo-meini en 1979, Irán bombeaba seis millones b/d. Ahora se esfuerza por producir cuatro millones e importa en secreto petróleo de -¿adivinen dónde?- Venezuela, lo cual es una violación de las sanciones impuestas por la ONU.
Gadafi, Hussein, Jomeini y Chávez han fracasado en elevar la producción porque tratan el crudo como mango bajito; por ende, destruyeron sus industrias petroleras. Estos 4 países deberían producir 20 millones b/d, pero producen 10 millones. A 100 dólares el barril, eso representa mil millones de dólares diarios que dejan de percibirse. Podrá ser muy bueno para la civilización, pero no tanto para la ciudadanía.
Lo terrible es que con la cercanía del año electoral, los seguidores de Chávez no esgrimen la destrucción de Pdvsa contra el mandatario venezolano, como sí lo hubieran hecho los partidarios de los presidentes Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez o del dictador Marcos Pérez Jiménez. Para complicar más las cosas, la oposición carece de un plan de desarrollo energético que abarque petróleo, gas, energía solar e hidráulica, y que comience a contestar la ancestral pregunta de Arturo Uslar Pietri: ¿Cuándo empezaremos a sembrar el petróleo para ayudar al pueblo?
Esto ya había pasado antes con los déspotas. Cuando Muamar Gadafi ejecutó el golpe de Estado en 1969, Libia producía 3,5 millones b/d. La producción era menor a dos millones en 2011, cuando la Primavera Árabe lo obligó a guarecerse. Cuando Saddam Hussein tomó el poder mediante un golpe en 1976, Irak producía 3,5 millones b/d. La producción era inferior a 2,7 millones cuando lo hallaron escondido en un hoyo con un millón de dólares y un arma. Cuando la revolución del Ayatolá Jo-meini en 1979, Irán bombeaba seis millones b/d. Ahora se esfuerza por producir cuatro millones e importa en secreto petróleo de -¿adivinen dónde?- Venezuela, lo cual es una violación de las sanciones impuestas por la ONU.
Gadafi, Hussein, Jomeini y Chávez han fracasado en elevar la producción porque tratan el crudo como mango bajito; por ende, destruyeron sus industrias petroleras. Estos 4 países deberían producir 20 millones b/d, pero producen 10 millones. A 100 dólares el barril, eso representa mil millones de dólares diarios que dejan de percibirse. Podrá ser muy bueno para la civilización, pero no tanto para la ciudadanía.
Lo terrible es que con la cercanía del año electoral, los seguidores de Chávez no esgrimen la destrucción de Pdvsa contra el mandatario venezolano, como sí lo hubieran hecho los partidarios de los presidentes Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez o del dictador Marcos Pérez Jiménez. Para complicar más las cosas, la oposición carece de un plan de desarrollo energético que abarque petróleo, gas, energía solar e hidráulica, y que comience a contestar la ancestral pregunta de Arturo Uslar Pietri: ¿Cuándo empezaremos a sembrar el petróleo para ayudar al pueblo?
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