MIGUEL BAHACHILLE M. | EL UNIVERSAL
lunes 8 de agosto de 2011 01:27 PM
La colosal propaganda orientada a enfatizar los logros revolucionarios a través de operativos errantes como Mercal y Barrio Adentro, forma parte de los múltiples amaños oficialistas que degradan la dignidad colectiva sobre todo de los más pobres. El plan es evidente. Con la Ley de Costos y Precios Justos, entre otras, el régimen arruina la empresa privada so pretexto de conformar un patrón de distribución socialista más justo. Ante la escasez y carestía de alimentos, Mercal rebaja algunos precios y surge como el gran redentor de los pobres. Es relevante para la revolución que éstos se aleccionen para vivir al estilo cubano; que se familiaricen con las enormes colas para limosnear el pan diario.
Nada distinto ocurre con la cofradía marxista criolla. Se vale de los medios que controla, que son muchos, casi exclusivamente para difundir pasividad y embotar la sensibilidad de los pobres. La novedad es que ahora la creación y distribución de la penetración cívica se realiza mediante una conjunción cívico-militar canija que privilegia la loa al misericordioso jefe en vez de estimular la producción de bienes y servicios.
El contenido y carácter de la comunicación estatal, así como los mitos que la envuelve, están consagrados para manipular a los más débiles. El régimen lleva doce años en eso. Cuando el ardid tiene éxito, como a veces sucede, el resultado es la pasividad y un estado de inercia colectivo que mutila la reflexión. Ese es el modelo por el que se devela Chávez para asegurar la continuidad del statu quo.
El estatismo enfermizo, como el actual, se autorrefuerza y destruye el vigor cívico requerido para cambiar el escenario que nos entontece y que, por ende, impide la realización humana en todos sus ámbitos. La técnica de la maquinaria estatal para transmitir mensajes voraces se ejecuta con mucha inquina. No cabe duda de la injerencia extranjera, sobre todo cubana, para el forjamiento de esbozos tan perversos.
Uno de los riesgos de la televisión controlada, como VTV, es que cuando el espectador la enciende queda expuesto a asimilar, aunque sea en parte, el disfraz oficial. Mercal, Barrio Adentro, Misión Vivienda, o cualquier otro trance nacido en la cerrazón presidencial, son tretas de ofuscación conducentes a la inmovilidad. ¡No te inquietes que la revolución lo hará por ti! No es precisamente ese modelo el que incita el juicio crítico necesario en toda democracia. Por el contrario, mutila la necesidad del súbdito a estar mentalmente activo. Ciertamente algunos caen en la trampa atareándose en frioleras como si los conflictos del país sólo afectan al vecino.
Gran parte de la maquinaria informativa gubernativa está diseñada para forjar la ira pasiva de los disconformes. Es más cómodo hundirse en el sofá y dejar que las imágenes desfilen por nuestra mente sin necesidad de cavilarlas. Cuando esa tendencia se remata con propaganda empaqueta y crea en el colectivo un efecto paralizante y adormecedor. Y cuando esas mañas fallan se recurre a la violencia a buen entender de los cuerpos represivos del Estado. ¡Aceptas lo que digo o te someterás a la tirantez del fanatismo encarnado por grupos como La Piedrita y Tupamaros!
Así pues el Gobierno se vale de cualquier artilugio, por costoso que sea, para distribuir la miseria y convertirse en el patrón de ella. El fiasco del Plan Vivienda ha estimulado la construcción anárquica de más ranchos inestables incrementando las fallas de servicios forzosos como dotación de cloacas, aducción de aguas blancas y suministro de energía eléctrica. ¡No importa la extensión del riesgo ante cualquier catástrofe natural; lo primordial sigue siendo la revolución!
Como si fuera poco, la legalizada Ley de Arrendamientos castiga tanto al arrendador que liquida de cuajo la figura del alquiler de viviendas. En lo sucesivo la silueta del rancho será el distintivo nacional a exhibirse en el mundo, siendo Venezuela poseedor de la mayor reserva petrolera del mundo. ¿Es o no un gobierno ganado para explayar la miseria en todos sus ámbitos?
Nada distinto ocurre con la cofradía marxista criolla. Se vale de los medios que controla, que son muchos, casi exclusivamente para difundir pasividad y embotar la sensibilidad de los pobres. La novedad es que ahora la creación y distribución de la penetración cívica se realiza mediante una conjunción cívico-militar canija que privilegia la loa al misericordioso jefe en vez de estimular la producción de bienes y servicios.
El contenido y carácter de la comunicación estatal, así como los mitos que la envuelve, están consagrados para manipular a los más débiles. El régimen lleva doce años en eso. Cuando el ardid tiene éxito, como a veces sucede, el resultado es la pasividad y un estado de inercia colectivo que mutila la reflexión. Ese es el modelo por el que se devela Chávez para asegurar la continuidad del statu quo.
El estatismo enfermizo, como el actual, se autorrefuerza y destruye el vigor cívico requerido para cambiar el escenario que nos entontece y que, por ende, impide la realización humana en todos sus ámbitos. La técnica de la maquinaria estatal para transmitir mensajes voraces se ejecuta con mucha inquina. No cabe duda de la injerencia extranjera, sobre todo cubana, para el forjamiento de esbozos tan perversos.
Uno de los riesgos de la televisión controlada, como VTV, es que cuando el espectador la enciende queda expuesto a asimilar, aunque sea en parte, el disfraz oficial. Mercal, Barrio Adentro, Misión Vivienda, o cualquier otro trance nacido en la cerrazón presidencial, son tretas de ofuscación conducentes a la inmovilidad. ¡No te inquietes que la revolución lo hará por ti! No es precisamente ese modelo el que incita el juicio crítico necesario en toda democracia. Por el contrario, mutila la necesidad del súbdito a estar mentalmente activo. Ciertamente algunos caen en la trampa atareándose en frioleras como si los conflictos del país sólo afectan al vecino.
Gran parte de la maquinaria informativa gubernativa está diseñada para forjar la ira pasiva de los disconformes. Es más cómodo hundirse en el sofá y dejar que las imágenes desfilen por nuestra mente sin necesidad de cavilarlas. Cuando esa tendencia se remata con propaganda empaqueta y crea en el colectivo un efecto paralizante y adormecedor. Y cuando esas mañas fallan se recurre a la violencia a buen entender de los cuerpos represivos del Estado. ¡Aceptas lo que digo o te someterás a la tirantez del fanatismo encarnado por grupos como La Piedrita y Tupamaros!
Así pues el Gobierno se vale de cualquier artilugio, por costoso que sea, para distribuir la miseria y convertirse en el patrón de ella. El fiasco del Plan Vivienda ha estimulado la construcción anárquica de más ranchos inestables incrementando las fallas de servicios forzosos como dotación de cloacas, aducción de aguas blancas y suministro de energía eléctrica. ¡No importa la extensión del riesgo ante cualquier catástrofe natural; lo primordial sigue siendo la revolución!
Como si fuera poco, la legalizada Ley de Arrendamientos castiga tanto al arrendador que liquida de cuajo la figura del alquiler de viviendas. En lo sucesivo la silueta del rancho será el distintivo nacional a exhibirse en el mundo, siendo Venezuela poseedor de la mayor reserva petrolera del mundo. ¿Es o no un gobierno ganado para explayar la miseria en todos sus ámbitos?
No comments:
Post a Comment