JOSÉ MAYORA | EL UNIVERSAL
viernes 9 de septiembre de 2011 03:41 PM
Los seres humanos necesitamos vivir con garantías auspiciosas acerca del futuro, acompañadas de la capacidad suficiente para enfrentar las incertidumbres. Para ello se requiere una ciudadanía autónoma, en otras palabras seres más independientes y cada vez menos dispuestos a aceptar imposiciones, vengan de donde vengan.
Es de esperar que los gobiernos trabajen en este sentido, apoyando y desarrollando la educación que hace crecer intelectual, social y democráticamente a los ciudadanos. Seres seguros de sí mismos y nunca seres que deban refugiarse en un gobierno o en un Estado que les dé "seguridad" a cambio de sumisión.
En la historia de los últimos 60 años ha habido dos gobiernos militares que usaron discrecionalmente la seguridad. Pérez Jiménez, en su intento por alcanzar el "nuevo ideal nacional", trataba de mantener el control a través de la "Seguridad Nacional", un aparato estatal represivo. Su colega Hugo Chávez en su pretensión por alcanzar la sociedad socialista, trata de mantener el control a través de la "inseguridad nacional". En ambos casos hablamos de políticas oficiales.
La inseguridad abarca algo más que la delincuencia en todas sus formas. No sólo se está transformando en una perniciosa manera de vivir a la que corremos el riesgo de acostumbrarnos, sino que posee muchas aristas: salir de noche; transitar por algunas vía en estado deplorable; alquilar un apartamento o mantenerlo cerrado; salir al automercado a tratar de adquirir lo que posiblemente no se conseguirá; poseer una fábrica o una finca en plena producción; acudir a la administración de justicia; la diaria incertidumbre de retornar al hogar; las preguntas del censo.
La inseguridad se ha transformado en un sentimiento nacional compartido, explicable solo dentro del socialismo promocionado por la revolución bolivariana. Como política oficial es reforzada con un discurso violento, ofensivo, humillante e insultante para la inteligencia ciudadana.
Por ejemplo, las deficiencias eléctricas son atribuidas en diferentes momentos a la mano inocente del "niño", al apetito de la fauna silvestre, al saboteo sistemático de ciudadanos apátridas, al consumo exagerado de hogares irresponsables. Como corolario, el comandante reconoce que en el problema eléctrico ha habido "descuido oficial" siendo que desde el 2001 los responsables del sector disponían de informes que presagiaban el actual desastre: ¿por qué no les hicieron caso? ¡Porque no había voluntad política!
Adicionalmente, oír los argumentos y las medidas tomadas para superar la crisis eléctrica y la crisis delincuencial, genera indignación. Tal discurso está cargado de violencia, ofensa y humillación, que refuerzan la inseguridad por la impotencia que se siente al no poder revertir ese estado de cosas inmediatamente.
La inseguridad no es una percepción, es una vivencia, nociva a todas luces, producto de una decisión oficial que pretende socavar las bases morales de la sociedad venezolana.
Hace 12 años, una parte importante de los venezolanos cifró sus esperanzas en quien, posteriormente, se ha ido desvaneciendo en la bruma de la ineficacia, la incompetencia y la destrucción. Si alguna huella dejara, el futuro se encargará de borrarla. Afortunadamente no ha escrito cartas y los videos de las cadenas se degradarán con el tiempo.
La tarea urgente es la de restituir la seguridad y la confianza que debe sostener a una sociedad democrática: ¡es responsabilidad de todos!
Es de esperar que los gobiernos trabajen en este sentido, apoyando y desarrollando la educación que hace crecer intelectual, social y democráticamente a los ciudadanos. Seres seguros de sí mismos y nunca seres que deban refugiarse en un gobierno o en un Estado que les dé "seguridad" a cambio de sumisión.
En la historia de los últimos 60 años ha habido dos gobiernos militares que usaron discrecionalmente la seguridad. Pérez Jiménez, en su intento por alcanzar el "nuevo ideal nacional", trataba de mantener el control a través de la "Seguridad Nacional", un aparato estatal represivo. Su colega Hugo Chávez en su pretensión por alcanzar la sociedad socialista, trata de mantener el control a través de la "inseguridad nacional". En ambos casos hablamos de políticas oficiales.
La inseguridad abarca algo más que la delincuencia en todas sus formas. No sólo se está transformando en una perniciosa manera de vivir a la que corremos el riesgo de acostumbrarnos, sino que posee muchas aristas: salir de noche; transitar por algunas vía en estado deplorable; alquilar un apartamento o mantenerlo cerrado; salir al automercado a tratar de adquirir lo que posiblemente no se conseguirá; poseer una fábrica o una finca en plena producción; acudir a la administración de justicia; la diaria incertidumbre de retornar al hogar; las preguntas del censo.
La inseguridad se ha transformado en un sentimiento nacional compartido, explicable solo dentro del socialismo promocionado por la revolución bolivariana. Como política oficial es reforzada con un discurso violento, ofensivo, humillante e insultante para la inteligencia ciudadana.
Por ejemplo, las deficiencias eléctricas son atribuidas en diferentes momentos a la mano inocente del "niño", al apetito de la fauna silvestre, al saboteo sistemático de ciudadanos apátridas, al consumo exagerado de hogares irresponsables. Como corolario, el comandante reconoce que en el problema eléctrico ha habido "descuido oficial" siendo que desde el 2001 los responsables del sector disponían de informes que presagiaban el actual desastre: ¿por qué no les hicieron caso? ¡Porque no había voluntad política!
Adicionalmente, oír los argumentos y las medidas tomadas para superar la crisis eléctrica y la crisis delincuencial, genera indignación. Tal discurso está cargado de violencia, ofensa y humillación, que refuerzan la inseguridad por la impotencia que se siente al no poder revertir ese estado de cosas inmediatamente.
La inseguridad no es una percepción, es una vivencia, nociva a todas luces, producto de una decisión oficial que pretende socavar las bases morales de la sociedad venezolana.
Hace 12 años, una parte importante de los venezolanos cifró sus esperanzas en quien, posteriormente, se ha ido desvaneciendo en la bruma de la ineficacia, la incompetencia y la destrucción. Si alguna huella dejara, el futuro se encargará de borrarla. Afortunadamente no ha escrito cartas y los videos de las cadenas se degradarán con el tiempo.
La tarea urgente es la de restituir la seguridad y la confianza que debe sostener a una sociedad democrática: ¡es responsabilidad de todos!
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