Ricardo Escalante, Texas
Yo, que nunca me he cansado de admitir mi poco común ignorancia, hoy me levanté con la intención de resolver de una vez por todas el problema existencial que me quita el sueño: No sé si tomar un curso de manejo rápido de autobuses o estudiar las claves para descifrar el pensamiento de Kierkegaard. De hoy no paso, ya no aguanto más.
Después de una taza de café negro fuerte acorde para la ocasión, llamé al autobús de… No. No fue al autobús sino a la oficina del buen e ilustrado amigo Nicolás Maduro, por cuya profunda sabiduría mi admiración crece porque siempre me saca de problemas. Hoy, sin embargo, me ha sido imposible localizarlo y sólo encontré algunas pistas suyas a través de la radio y la televisión. Claro, acaba de regresar de La Habana, donde el gran jefe -no Chávez sino el otro-, le dio ciertas instrucciones para…
En sus declaraciones de madrugada en el aeropuerto de Maiquetía, creo haber encontrado un mensaje cifrado que pareciera ir al grano de mi problema, porque el excelso Maduro acaba de decir que Chávez “tiene una sonrisa y una mirada llena de luz, con una iluminación especial en sus pensamientos”. En esa síntesis de su conocimiento enciclopédico, está el inescapable destino de la humanidad.
Ahora confieso que desde la madrugada he estado releyendo Desde el jardín, de Jerzy Kosinski, y también he regresado a aquellos complicados textos de Kierkegaard, que mi exquisito profesor de filosofía, Nicolás Maduro, nos obligaba a devorar de lunes a viernes en aquella inolvidable universidad del Metro. “Una sonrisa y una mirada llena de luz, con una iluminación especial en sus pensamientos”… ¡Qué grande es Maduro! Por eso, solo quienes carecen de formación filosófica, no tienen capacidad para comprenderlo y se refugian en los ataques verbales, en las descalificaciones.
Por sus elaboradas disquisiciones conceptuales, Maduro y Kierkegaard tienen una existencia agónica en el mismo sentido de Unamuno. Y yo, que en medio de mi ignorancia he tratado de ser tolerante, entiendo por qué hay quienes de la noche a la mañana salen a analizar a mi profesor por el lado de la negación y no de la afirmación. De allí que con todas las flaquezas de mi superficial conocimiento, he procurado ser su más fiel intérprete para decir que, por ejemplo, su posición constitucional sobre la ausencia del presidente Chávez era la correcta, porque había una “dinámica flexible”. ¡Más claro no canta un gallo”.
Después del último pensamiento filosófico sobre la mirada llena de luz, creo tener a mano los elementos suficientes y necesarios para determinar por qué cuando un día le pregunté de manera estúpida a mi admirado guía si Unamuno estaba vivo o muerto, él respondió sin vacilaciones: “Ni una cosa ni la otra, porque eso es dinámica flexible”. Y en cuanto a Desde el jardín, es obvio, por supuesto, que entre los razonamientos de Mr. Chance y los de Nicolás Maduro no hay relación posible pero, de todas maneras, nunca está demás volver a aquellos viejos libros. Kosinski terminó acusado de plagio y se suicidó, pero Mr. Chance y Maduro andan sueltos por el mundo
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