WILFREDO FRANCO | EL UNIVERSAL
jueves 31 de enero de 2013 12:00 AM
Sonia Sotomayor, uno de los diez magistrados de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos afirma enfáticamente que ella y todos los magistrados de esta Corte toman sus decisiones en base a la pasión por el país, su Constitución y sus leyes, no en base a la política. De origen puertorriqueño, la Jueza de brillante e impecable trayectoria, irradia una mezcla única de serenidad, respeto y calidez, y su personalidad, carácter y convicciones garantizan la majestad de la Ley. Ello contrasta con la opinión que han emitido exmagistrados del máximo tribunal venezolano sobre la actuación de la Jueza Luisa Estela Morales, como presidenta del TSJ. Por nuestra parte, creemos que sería impensable que Sonia Sotomayor gritara ¡Uh Ah Obama no se va!, simplemente porque se convertiría en el hazmerreir del mundo entero y sería como desprenderse de su alma de magistrada para vendérsela a la injusticia. Tampoco afirmaría la magistrada Sotomayor que "no tiene sentido la separación de poderes", porque ello sería renegar del Estado de Derecho, es decir, de la esencia de la República, y volver muy atrás a la época de Monarcas y Reyes dueños del Estado y de la vida y del quehacer de la sociedad y sus individuos.
Podemos estar seguros que, con mucho, la inmensa mayoría de los magistrados de los máximos tribunales de todos los países democráticos compartirán las mismas convicciones y la misma pasión por la Ley y la Justicia que Sonia Sotomayor, y que se deben sentir anonadados al ver que algún colega asume un comportamiento genuflexo ante el Poder Ejecutivo.
Es una verdad irrebatible a lo largo y ancho del planeta, que el logro de mejores niveles de desarrollo y bienestar de las naciones está íntimamente unido a la fortaleza del Sistema Judicial y al respeto a los Derechos Humanos. Del mismo modo, es necesario y estimulante para el progreso en todos los órdenes, que exista en el seno de la sociedad una plataforma sociopolítica de respeto y concordia, que permita la libre discusión de ideas y propuestas, y el análisis ponderado y constructivo de las políticas públicas, entre representantes del gobierno y de los sectores que se ubiquen en la oposición. Ello y la alternabilidad política en el poder promueven la espiral ascendente del sano desarrollo.
Convertir a los tribunales de la República y a otras instancias, como la Contraloría General de la República y la Fiscalía General, en herramientas para perseguir y penalizar opositores, y tratar de acallar y amedrentar a los que opinen críticamente sobre las políticas y decisiones gubernamentales, es colocar a la República en franco retroceso histórico en todo sentido, también en el socioeconómico. La calamidad inverosímil del sistema judicial-penitenciario, con las constantes tragedias en las cárceles y la matazón diaria en el país, son expresiones de la diferencia abismal entre Sonia y Luisa Estela.
Y la dinámica económica requiere de un manto de confianza para avanzar con firmeza, siendo la fuente de esa confianza un Poder Judicial fuerte e independiente, capaz de hacer valer la Justicia y las leyes por encima de cualquier interés. Alta inflación, fuga de capitales, inversiones privadas casi nulas, degradación del poder adquisitivo de la moneda, baja productividad y escasez son todas expresiones de una economía enferma, profundamente afectada por el manejo político partidista sectario de todos los poderes del Estado, para tratar de imponer una única visión a toda la nación. Tratar de echarle la culpa al sector privado es una mascarada para engañar incautos. Y contra los graves males de la economía hay una primera medicina: mostrar y demostrar en el TSJ, y en todo el Poder Judicial, la majestad y el respeto que les corresponde, fundamentados en la pasión por la Justicia, y en la defensa de la Constitución y las leyes, tal como lo profesa la magistrada Sonia Sotomayor. ¿Será mucho pedir que los venezolanos podamos tener poderes públicos fuertes e independientes? Mientras no lo logremos seguiremos en el curso hacia las cavernas, pasando por la ley de la selva, donde el más fuerte y mejor armado impone su ley, y la voracidad y la violencia sustituyen a la racionalidad y las virtudes. Esa no es la Venezuela que queremos. Exijamos un mejor país, como lo hace toda sociedad democrática que se precie a sí misma: ¡Centenares de miles debemos dejar a un lado el silencio cómplice!
Podemos estar seguros que, con mucho, la inmensa mayoría de los magistrados de los máximos tribunales de todos los países democráticos compartirán las mismas convicciones y la misma pasión por la Ley y la Justicia que Sonia Sotomayor, y que se deben sentir anonadados al ver que algún colega asume un comportamiento genuflexo ante el Poder Ejecutivo.
Es una verdad irrebatible a lo largo y ancho del planeta, que el logro de mejores niveles de desarrollo y bienestar de las naciones está íntimamente unido a la fortaleza del Sistema Judicial y al respeto a los Derechos Humanos. Del mismo modo, es necesario y estimulante para el progreso en todos los órdenes, que exista en el seno de la sociedad una plataforma sociopolítica de respeto y concordia, que permita la libre discusión de ideas y propuestas, y el análisis ponderado y constructivo de las políticas públicas, entre representantes del gobierno y de los sectores que se ubiquen en la oposición. Ello y la alternabilidad política en el poder promueven la espiral ascendente del sano desarrollo.
Convertir a los tribunales de la República y a otras instancias, como la Contraloría General de la República y la Fiscalía General, en herramientas para perseguir y penalizar opositores, y tratar de acallar y amedrentar a los que opinen críticamente sobre las políticas y decisiones gubernamentales, es colocar a la República en franco retroceso histórico en todo sentido, también en el socioeconómico. La calamidad inverosímil del sistema judicial-penitenciario, con las constantes tragedias en las cárceles y la matazón diaria en el país, son expresiones de la diferencia abismal entre Sonia y Luisa Estela.
Y la dinámica económica requiere de un manto de confianza para avanzar con firmeza, siendo la fuente de esa confianza un Poder Judicial fuerte e independiente, capaz de hacer valer la Justicia y las leyes por encima de cualquier interés. Alta inflación, fuga de capitales, inversiones privadas casi nulas, degradación del poder adquisitivo de la moneda, baja productividad y escasez son todas expresiones de una economía enferma, profundamente afectada por el manejo político partidista sectario de todos los poderes del Estado, para tratar de imponer una única visión a toda la nación. Tratar de echarle la culpa al sector privado es una mascarada para engañar incautos. Y contra los graves males de la economía hay una primera medicina: mostrar y demostrar en el TSJ, y en todo el Poder Judicial, la majestad y el respeto que les corresponde, fundamentados en la pasión por la Justicia, y en la defensa de la Constitución y las leyes, tal como lo profesa la magistrada Sonia Sotomayor. ¿Será mucho pedir que los venezolanos podamos tener poderes públicos fuertes e independientes? Mientras no lo logremos seguiremos en el curso hacia las cavernas, pasando por la ley de la selva, donde el más fuerte y mejor armado impone su ley, y la voracidad y la violencia sustituyen a la racionalidad y las virtudes. Esa no es la Venezuela que queremos. Exijamos un mejor país, como lo hace toda sociedad democrática que se precie a sí misma: ¡Centenares de miles debemos dejar a un lado el silencio cómplice!
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