Gustavo Coronel
La prueba del ácido de la verdadera grandeza del poderoso es la renuncia. Abandonar el poder confiere al renunciante una categoría superior, la de quien antepone el bienestar colectivo a sus deseos de poder. Quien renuncia ha comprendido la verdadera razón del poder, la cual es hacer el bien a los demás. El poder para esa persona es visto correctamente como una oportunidad de servicio, no como un instrumento de satisfacción personal.
Muchos hemos tenido alguna vez algun poder, en mayor o menor grado, y podemos intuir como se siente el poderoso, halagado, endiosado. No en vano se ha dicho que el poder es el mayor de los afrodisíacos. El presidente de una empresa como ExxonMobil, por ejemplo, tiene más poder que la mayoría de los presidentes de los países del planeta. El anterior presidente de esa empresa sobrepasó por un largo tiempo su momento normal de retirarse, se aferró al poder, llegó a pensar que nadie podia reemplazarlo. En el deporte y las artes se ve con frecuencia el espectáculo de quienes se retiran para luego regresar, generalmente a poner la cómica. El mano é piedra Durán que regresó a pelear después de retirarse una vez era una gorda caricatura del que fué. César Girón se retiró en una corrida a beneficio propio y luego regresó a los ruedos.
Muchos politicos ni siquiera hacen eso. Simplemente no se retiran, se aferran al poder con las uñas. Mugabe en Zimbabue piensa que es eterno. Fidel Castro no se resigna a desaparecer definitivamente de la escena y se reinventa constantemente, ahora como incoherente filósofo que causa pena ajena. Gadaffi prefirió morir de manera horrorosa a entregar el poder. Así le está sucediendo al carnicero Sirio Al Asad. Aun en las democracias más desarrolladas el ansia de poder es avasallante, como lo muestra el matrimonio Clinton. Se necesita mucha madurez y grandeza para decir adiós a la vida pública, como lo hizo Reagan en el inicio de su Alzheimer. Nixon no renunció sino que lo botaron, pretendía estar por encima de la constitución, excepto que se topó con instituciones vigorosas que lo sacaron del juego a trompadas detrás de bastidores. En USA la Corte Suprema no es un coro de castrati que canta : Uh, ah, Nixon no se va…” sino un grupo que se toma sus deberes con la nación muy en serio.
Por eso me gusta lo que ha hecho el Papa, aunque es la primera vez que un Papa lo hace en 700 años o algo así. Dijo: “Como ya no puedo hacer mi trabajo a la altura debida, me retiro, renuncio, no más”. Eso es ser grande. El comprende que continuar siendo Papa no es bueno para la Iglesia y para sus feligreses. Comprende que si no puede cumplir con su mision no debe permanecer en el poder, el inmenso poder de ser la voz de Dios en la tierra.
Pero hay otros que no tienen idea de la grandeza, la gente pequeña y mezquina. Chaplin mostró a Hitler en una de sus películas jugando con una pelota que tenía el globo terráqueo pintado. De verdad se creía el albañil que era el amo del mundo. En Venezuela hemos tenido arrieros que creían ser amos del país. Por los últimos catorce años hemos tolerado las locuras y desatinos de un paracaidista semi-analfabeta. Gente que ha llegado al poder y lo ha ejercido por el poder mismo. DIcen que Chávez fué a ver al papa anterior y este le bendijo. Al regresar al avión para volar a Venezuela, dijo: “El Papa me dió su bendición. Ahora puedo seguir echando vainas”.
Y de que siguió siguió. A sabiendas de estar gravemente enfermo gastó miles de millones de dólares en hacerse re-elegir para un nuevo período que él sabía no podría ejercer ni remotamente de manera adecuada. Estafó el dinero de la Nación y mintió a la Nación, abusó de la credibilidad de los venezolanos quienes votaron por un agonizante. Si ha existido un mayor crimen contra la Nación venezolana quiero que me lo digan. Porque este crimen ha desembocado en una tragedia predecible, la cual puede llevarnos a la violencia colectiva. El presidente re-electo no podrá asumir su cargo pero trata de dejar en su lugar a su capa-gatos. Ello magnifica el crimen, magnifica el fraude, la estafa. Y muestra la naturaleza mezquina del personaje.
Renunciar es para los grandes. Aferrarse al poder sin poder hacer el trabajo es para los pequeños de espíritu.
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