General Carlos Peñaloza
14 Marzo, 2013
El pasado 5 de marzo murió “misteriosamente” el presidente electo Hugo Rafael Chávez Frías. Los venezolanos no sabemos a ciencia cierta dónde, cuándo y cómo entregó su vida al Creador. Como un compañero de armas y habiendo sido su jefe, pido paz a sus restos, antes de rememorar algunos detalles de esa tempestuosa relación. Dada su personalidad, con él no había términos medios. O se le apreciaba o se le rechazaba. A fin de hacer conocer detalles poco difundidos de su vida militar, esbozaré algunas pinceladas que vienen al caso ahora que renacen los “comacates” (comandantes, mayores, capitanes y tenientes que participaron en las intentonas golpistas del 4 de Febrero y del 27 de Noviembre de 1992).
El 3 de julio de 1984 fui ascendido a general de brigada y cuatro días más tarde fui designado Director de la Academia Militar de Venezuela. Luego de la parada de rigor, fui invitado por el Director saliente, general de división Heliodoro Guerrero Gómez, a un brindis en el casino de oficiales. Allí conocí al capitán Hugo Chavez Frías, quien fungió de maestro de ceremonias al tiempo que participaba como cantante y declamador de un grupo de arpa cuatro y maracas que amenizaba el acto de recepción al nuevo Director de la Academia –mi persona. En esos días no era muy común ver a un oficial en servicio activo actuando en esos menesteres. Antes de terminar su presentación, el capitán me dedicó el popular poema Florentino y el Diablo, del barinés Alberto Arvelo Torrealba. Este tipo de dedicatorias personales a los jefes tampoco se acostumbra en el medio castrense. No es indebido, pero no es de estilo.Al retirarse, Chávez pasó por mi mesa para saludar. Lo felicité por su actuación. Intercambiamos breves palabras. Antes de retirarse le pregunté cuanto tiempo tenía en la Academia y él me dijo “Cinco años, mi general”. Cinco años consecutivos como oficial de planta no es normal en la Academia Militar. Allí existía una política de rotación para dar a los mejores oficiales oportunidad de que ocuparan esos honrosos cargos. En ese momento pensé: “Este oficial debe tener algo especial para permanecer tanto tiempo en el Alma Mater”. Seguramente durante su larga permanencia con los cadetes habría conocido bien al “comacate” que me interesaba.
La pregunta sobre su tiempo de servicio en el instituto no era baladí. Un año antes, siendo coronel comandante del Regimiento de Comunicaciones, fue detectado un subteniente recién graduado lanzando hojas subversivas en los baños de tropa de esa unidad. Al ser interrogado, reconoció pertenecer a la logia golpista de “Los Comacates”. No dio más información sobre otros conspiradores, alegando que trabajaban por células secretas y no los conocía. Como el subteniente era un recién graduado y tuve la corazonada que lo habían captado en la Casa de los Sueños Azules.
Luego de un infructuoso interrogatorio notifique la novedad a mi comandante, el general de división Simón Tagliaferro de Lima, quien era Jefe del Comando Estratégico. Él me informo que una comisión de la DIM pasaría a buscarlo y que quedaría detenido a la orden de ese organismo de inteligencia. Días después, fui designado como cursante en el Instituto de Altos Estudios para la Defensa Nacional (IAEDEN) y me desligué del asunto. Cuando fui nombrado Director de la Academia Militar al año siguiente decidí investigar el asunto.
Luego del acto de bienvenida, tuve oportunidad de hablar en varias oportunidades con Chávez. El era el comandante del 4º año y acostumbraba a pasar frente a mi oficina con la evidente intención de buscar conversación. Chávez me producía incomodidad por su forma de hablar engolada y su forma teatral de actuar. Al preguntarle si conocía al subteniente de los “comacates” detenido el año anterior, me dijo que no. La respuesta me dio mala espina porque ya había verificado que había estado bajo su mando. Ese subteniente en el ínterin habia pedido la baja y se había perdido su pista.
Esos breves contactos indicaban que Chávez ocultaba algo. Esa sospecha estimuló mi curiosidad y a partir de allí puse el foco sobre él. Poco despues el padre de un cadete nuevo me dijo que el capitán Chavez les estaba hablando “raro” a los reclutas. Al plantear mis sospechas a su jefe directo, el Comandante del Cuerpo de Cadetes, coronel Pedro Remigio Rangel Rojas, me manifestó que no creía esas versiones y que al contrario lo consideraba uno de sus mejores oficiales. Silenciosamente continué investigando hasta que lo dejé en evidencia y solicité, mediante un informe al Comando del Ejército, abrirle una averiguación sumarial al conspirador. Mi propuesta fue aceptada pero se me encareció que manejara el caso con prudencia porque no debería afectarse la carrera de un oficial por simples sospechas.
Cuando me convencí que Chavez ocultaba algo pedí al Comandante General del Ejército, el general de división José Antonio Olavarría, que el sospechoso fuese sacado de la Academia para ser investigado exhaustivamente. Posteriormente me enteré que no se había abierto averiguación ni había sido detenido. Para colmo, al retirarse Olavarría, el nuevo Comandante, el general de División José Humberto Vivas, lo nombró comandante de una compañía aislada sin supervisión, en la frontera de Apure en la población de Elorza.
En Elorza Chavez se hizo amigo del alma de Jesús Ramón Carmona un ex mirista amigo de Fidel Castro, convertido en terrateniente local. Carmona se consiguió mas tarde con Chavez en Miraflores siendo el Ministro de la Secretaria de CAP. Sirviendo en Elorza Chavez ascendió de primero en el orden de mérito al grado de mayor. Entretanto mi informe había desaparecido de su expediente. Claramente, Chávez tenía protectores de alto nivel. Cuando detuve a Chavez y otros 18 miembros de la logia golpista en diciembre del 89 Carmona fue la pieza clave para convencer a CAP que habia que dejarlos en libertad.
Este extraño patrón de amparo velado se repitió varias veces a partir de ese momento. No creo que todas las personas que he nombrado hayan sido cómplices de encubrimiento, pero al menos si de ingenuidad o de falta de malicia. Este astuto oficial golpista que acaba de morir tuvo la capacidad de embelesar a algunos de sus jefes y de seducir a muchos subalternos. Esta habilidad le permitió sobrevivir para ser un líder de los “comacates”. Con estas mañas le fue fácil luego embriagar a media Venezuela. El éxtasis continua despues de muerto como lo indica el velorio.
Nunca entenderé como un oscuro golpista comunista cargado de odio y de carisma, que fue descubierto y puesto a la orden de las autoridades en1984, pudo seguir conspirando hasta dar un golpe el 4F 1992, ser electo en 1998 y finalmente ser enterrado como un segundo Bolívar en 2013 e imponernos un nuevo presidente. No podemos permitir que este Boves del siglo XXI veje a la patria. Al menos al final le cerraremos el paso.
Después de muchos traspiés en la política, en una alianza no deseada con los comunistas, los “comacates” están volviendo a aparecer en escena, ahora con más experiencia. A los comacates ahora en posiciones de poder no les atrae la idea de ser siquitrillados desde Cuba. Otros detalles sobre este tema los publicaré más adelante en un nuevo libro que estoy preparando para continuar mi primera obra “El imperio de Fidel”. Mi primer libro esta a la venta en exclusiva en las librerías Tecni-ciencia en todo el país. Les recomiendo leerlo para que se enteren de detalles desconocidos de nuestra historia patria.
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