ERNESTO ALVARENGA| EL UNIVERSAL
miércoles 3 de julio de 2013 12:00 AM
El 24 de junio se conmemoraron los 192 años de la Batalla de Carabobo. Primer acto militar cuya organización corresponde al Ejecutivo Nacional a través del Ministerio de la Defensa, lo que significa que la cabeza visible y de mayor importancia es el Presidente de la República, en este caso el proclamado por el CNE, Nicolás Maduro. También es el primer acto de la Fuerza Armada Nacional sin la presencia del fallecido Presidente, todo esto ocurre además a pocos días de los ascensos militares, que deben ocurrir este próximo 5 de julio.
La República y el régimen viven momentos escabrosos. A medida que pasan los días, los resultados electorales del pasado 14 de abril son más sospechosos, el informe del presidente del Instituto de Altos Estudios Europeos, Gustavo Palomares, ilustra lo que señalo. En este escenario de alta ingobernabilidad, se genera un forcejeo entre las dos figuras de más poder, a saber, el teniente Diosdado Cabello, participante del 4F, y Nicolás Maduro, quien junto a miembros de la dirección de la Liga Socialista, al igual que Fidel Castro, condenaron el golpe llamándolo fascista. Esta lucha trasciende a los dos personajes mencionados, tiene su origen en la herencia del siglo XIX según la cual los libertadores militares son los padres de la patria, casi como decir sus dueños. El caso del Dr. José María Vargas, único civil electo y depuesto en el mencionado siglo.
Volvamos al acto del pasado 24 de junio. Me pareció significativo que el general Carlos Augusto Leal Tellerías, jefe de la Brigada 41 Blindada del Ejército y líder de la Zona Operativa de Defensa Integrada (ZODI) le solicitara al teniente Diosdado Cabello permiso para iniciar el desfile. Esto jamás ocurrió cuando Hugo Chávez ejercía la presidencia. Hay un lugar común entre el 14 de abril y el 24 de junio. En el primero sospechas sobre quién ganó y en el segundo sobre quién es en verdad el que manda. El teniente Cabello cuenta con gobernadores provenientes de las filas castrenses, así como con muchos funcionarios públicos, amén de los ascensos del 5 de julio donde sube su promoción. Claro, los de Maduro no son mochos y anuncian un plan contra la corrupción. Los destinos de la nación se manejan como una especie de botín.
La República y el régimen viven momentos escabrosos. A medida que pasan los días, los resultados electorales del pasado 14 de abril son más sospechosos, el informe del presidente del Instituto de Altos Estudios Europeos, Gustavo Palomares, ilustra lo que señalo. En este escenario de alta ingobernabilidad, se genera un forcejeo entre las dos figuras de más poder, a saber, el teniente Diosdado Cabello, participante del 4F, y Nicolás Maduro, quien junto a miembros de la dirección de la Liga Socialista, al igual que Fidel Castro, condenaron el golpe llamándolo fascista. Esta lucha trasciende a los dos personajes mencionados, tiene su origen en la herencia del siglo XIX según la cual los libertadores militares son los padres de la patria, casi como decir sus dueños. El caso del Dr. José María Vargas, único civil electo y depuesto en el mencionado siglo.
Volvamos al acto del pasado 24 de junio. Me pareció significativo que el general Carlos Augusto Leal Tellerías, jefe de la Brigada 41 Blindada del Ejército y líder de la Zona Operativa de Defensa Integrada (ZODI) le solicitara al teniente Diosdado Cabello permiso para iniciar el desfile. Esto jamás ocurrió cuando Hugo Chávez ejercía la presidencia. Hay un lugar común entre el 14 de abril y el 24 de junio. En el primero sospechas sobre quién ganó y en el segundo sobre quién es en verdad el que manda. El teniente Cabello cuenta con gobernadores provenientes de las filas castrenses, así como con muchos funcionarios públicos, amén de los ascensos del 5 de julio donde sube su promoción. Claro, los de Maduro no son mochos y anuncian un plan contra la corrupción. Los destinos de la nación se manejan como una especie de botín.
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