DIEGO BAUTISTA URBANEJA| EL UNIVERSAL
jueves 19 de septiembre de 2013 12:00 AM
Hay que reconocer que el actual gobierno venezolano está en vías de hacer un aporte a las técnicas políticas del mundo: hacer de la oposición la culpable de todos los errores del gobierno.
La innovación no es total, ni mucho menos. Desde que se recuerde, reyes, príncipes y gobernantes en general han fabricado desastres de forma tal de poder culpar a sus adversarios y justificar con ello las medidas de ampliación de su poder o de represalias contra sus oponentes que tienen preparadas. Pero lo habitual es que se trate de episodios individuales, con un fin específico.
En circunstancias muy extremas, como cuando el gobierno de un país está de hecho enfrentado a otro más poderoso que él, tiene aquel a mano el expediente de invocar la enemistad de su potente adversario para justificar las carencias que la población sufre por el mal gobierno que tiene. Es el caso del gobierno cubano, que ha usado como excusa universal de sus grandes fallas el bloqueo que a su comercio impuso el gobierno de Estados Unidos. Pero como este hecho llega a ser una constante, la población debería esperar que el gobierno debe contar con ella como un dato de la situación y ver entonces cómo atiende los problemas de la población, sabiendo de antemano que la otra potencia ha impuesto un bloqueo comercial. Por eso el bloqueo ha perdido eficacia como excusa y el mismo Raúl Castro se ha referido a ella con ironía: "Ah, sí, el bloqueo".
¿La oposición?
En todo caso, a ningún gobernante se le había ocurrido, como se la ha ocurrido a los nuestros, que fuese factible, sin nada equivalente al bloqueo por parte de algún poderoso país, atribuir todos sus problemas de gobierno a la oposición. Tanto así, que pareciera que ésta ejerce en Venezuela una especie de "gobierno negativo" sobre el país, mientras que el que está nominalmente en el poder lo que hace es defenderse como puede de ese gobierno en la sombra que efectivamente lleva a cabo la oposición. Según el gobierno venezolano, la oposición política y económica es responsable de, al menos -y me quedo muy corto- las siguientes cosas: el problema eléctrico, los problemas de la industria petrolera, el nivel del dólar paralelo, los niveles de inflación, los problemas penitenciarios, los problemas de atención médica, el desabastecimiento, los niveles de importación. La verdad es que, de ser así, cualquier gobierno en funciones tiene trabajo de sobra para quitarse de encima los problemas que le crea ese curioso gobierno de la oposición. Con razón es tan malo.
No sé si la idea puede patentarse. Lo que sí es muy dudoso es que alguien la compre. Es demasiado inverosímil y demasiado vergonzosa.
Las explicaciones
Ninguna población en sus cabales puede aceptar la argumentación que usa el gobierno venezolano para explicar los grandes males que afligen al país. En el caso venezolano una de las más lacerantes preguntas que uno puede hacerse es la de cuántos compatriotas aceptan como válidas las explicaciones del gobierno. Duele ver cómo éste abusa de su enorme red de medios de comunicación y saca provecho de la necesidad psicológica que tiene una parte de la población de creer que no son los errores de Chávez, ni los de su "hijo", los que han llevado al país a la situación en la que está. "Que me digan lo que sea, que lo creeré, con tal de que no sea mi comandante el responsable". Pero no hay ninguna otra población que se encuentre en tal estado de penuria psíquica, por lo cual el mercado de la patente es extremadamente limitado.
Luego está lo del precio en vergüenza. No creo que haya gobierno en el mundo dispuesto a pasar por la pena de tener que admitir que la oposición ejerce un "gobierno negativo" de tal eficacia. Ninguna ciudadanía del planeta le perdonaría tal confesión de imbecilidad. Hay una cierta dignidad en admitir que los errores son de uno. Eso se admite y se respeta. Puede que en el corto plazo cueste una derrota electoral, pero la recuperación de seguro que vendrá pronto. Pero que un gobierno confiese, como lo hace el venezolano, que no puede con un adversario sin medios de comunicación, sin presencia efectiva en ninguno de los poderes del Estado, vigilado por los cuatro costados, al que -por lo visto sólo aparentemente- se ofende y se humilla sin tregua, es la admisión más definitiva que puede hacerse de la propia incapacidad. Eso, por si no hubieran ya razones de sobra para dar por agotado a este gobierno y para sentir la necesidad perentoria de cambiarlo.
La innovación no es total, ni mucho menos. Desde que se recuerde, reyes, príncipes y gobernantes en general han fabricado desastres de forma tal de poder culpar a sus adversarios y justificar con ello las medidas de ampliación de su poder o de represalias contra sus oponentes que tienen preparadas. Pero lo habitual es que se trate de episodios individuales, con un fin específico.
En circunstancias muy extremas, como cuando el gobierno de un país está de hecho enfrentado a otro más poderoso que él, tiene aquel a mano el expediente de invocar la enemistad de su potente adversario para justificar las carencias que la población sufre por el mal gobierno que tiene. Es el caso del gobierno cubano, que ha usado como excusa universal de sus grandes fallas el bloqueo que a su comercio impuso el gobierno de Estados Unidos. Pero como este hecho llega a ser una constante, la población debería esperar que el gobierno debe contar con ella como un dato de la situación y ver entonces cómo atiende los problemas de la población, sabiendo de antemano que la otra potencia ha impuesto un bloqueo comercial. Por eso el bloqueo ha perdido eficacia como excusa y el mismo Raúl Castro se ha referido a ella con ironía: "Ah, sí, el bloqueo".
¿La oposición?
En todo caso, a ningún gobernante se le había ocurrido, como se la ha ocurrido a los nuestros, que fuese factible, sin nada equivalente al bloqueo por parte de algún poderoso país, atribuir todos sus problemas de gobierno a la oposición. Tanto así, que pareciera que ésta ejerce en Venezuela una especie de "gobierno negativo" sobre el país, mientras que el que está nominalmente en el poder lo que hace es defenderse como puede de ese gobierno en la sombra que efectivamente lleva a cabo la oposición. Según el gobierno venezolano, la oposición política y económica es responsable de, al menos -y me quedo muy corto- las siguientes cosas: el problema eléctrico, los problemas de la industria petrolera, el nivel del dólar paralelo, los niveles de inflación, los problemas penitenciarios, los problemas de atención médica, el desabastecimiento, los niveles de importación. La verdad es que, de ser así, cualquier gobierno en funciones tiene trabajo de sobra para quitarse de encima los problemas que le crea ese curioso gobierno de la oposición. Con razón es tan malo.
No sé si la idea puede patentarse. Lo que sí es muy dudoso es que alguien la compre. Es demasiado inverosímil y demasiado vergonzosa.
Las explicaciones
Ninguna población en sus cabales puede aceptar la argumentación que usa el gobierno venezolano para explicar los grandes males que afligen al país. En el caso venezolano una de las más lacerantes preguntas que uno puede hacerse es la de cuántos compatriotas aceptan como válidas las explicaciones del gobierno. Duele ver cómo éste abusa de su enorme red de medios de comunicación y saca provecho de la necesidad psicológica que tiene una parte de la población de creer que no son los errores de Chávez, ni los de su "hijo", los que han llevado al país a la situación en la que está. "Que me digan lo que sea, que lo creeré, con tal de que no sea mi comandante el responsable". Pero no hay ninguna otra población que se encuentre en tal estado de penuria psíquica, por lo cual el mercado de la patente es extremadamente limitado.
Luego está lo del precio en vergüenza. No creo que haya gobierno en el mundo dispuesto a pasar por la pena de tener que admitir que la oposición ejerce un "gobierno negativo" de tal eficacia. Ninguna ciudadanía del planeta le perdonaría tal confesión de imbecilidad. Hay una cierta dignidad en admitir que los errores son de uno. Eso se admite y se respeta. Puede que en el corto plazo cueste una derrota electoral, pero la recuperación de seguro que vendrá pronto. Pero que un gobierno confiese, como lo hace el venezolano, que no puede con un adversario sin medios de comunicación, sin presencia efectiva en ninguno de los poderes del Estado, vigilado por los cuatro costados, al que -por lo visto sólo aparentemente- se ofende y se humilla sin tregua, es la admisión más definitiva que puede hacerse de la propia incapacidad. Eso, por si no hubieran ya razones de sobra para dar por agotado a este gobierno y para sentir la necesidad perentoria de cambiarlo.
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