Luis Ugalde
Estamos atrapados entre el desastre y la impotencia, con problemas
graves que no se resuelven sin cambios de fondo y sin una nueva unidad
democrática que inspire y movilice a la mayoría venezolana. La
altisonante retórica revolucionaria no murió aplastada por la
oposición, sino por el fracaso brutal en los hechos y realidades
inocultables. El 2014 es el final de una ilusión, pero necesitamos
convertirlo en el comienzo de una nueva realidad esperanzada. Ilumina
relacionar este año 14 con los dos anteriores, 1914 y 1814.
En 1914 estalla la 1ª guerra mundial, que demuestra cómo la más alta
"racionalidad instrumental" puede combinarse con la estupidez:
potencias enfrentadas en el saqueo colonial, en el desarrollo
industrial, y en las guerras con eficaces armas (tanques,
ametralladoras, aviones y gases venenosos). Dos bloques enfrentados
con sus respectivas alianzas, con hambre de guerra y falsa confianza
en que ésta sería breve y triunfal. Armados los espíritus y con ganas
de aplastar al enemigo... La guerra relámpago no fue suficiente y los
orgullos nacionalistas se enfrentaron en la batalla de Verdun en
guerra de trincheras que se prolongó meses con los hombres pudriéndose
entre barro y cadáveres. ¿Resultado? Medio millón de muertos y heridos
por cada bando. Todo para nada. A su vez el Zar ruso y la decadente
nobleza mandaban a millones de campesinos mal armados y peor dirigidos
como carne de cañón contra Austria y Alemania.
¿Cosecha en 1918? Ocho millones de muertos, desaparecidos cuatro
imperios que fueron alegres a la guerra (alemán ruso, austriaco y
turco). Además, con la humillación, mutilación y resentimiento de la
Alemania derrotada, quedó prendida la mecha para la locura de otra
guerra más espantosa con algún Hitler que apareciera y con
instrumentos de muerte más eficaces para elevar a 80 millones el
número de cadáveres.
¿Piensan que nuestro año 2014 se resolverá dejando correr la inercia o
con el enfrentamiento total para eliminar al otro?
El año 1814, el más espantoso de nuestra historia republicana, empezó
con Bolívar triunfante y proclamado "Capitán general de los
ejércitos". El joven "Libertador de Venezuela" en 1813 apostaba todo
al exitoso avance relámpago hacia Caracas y la guerra a muerte sin
contemplaciones contra "españoles y canarios". "Nuestra bondad se
agotó ya (...). Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte".
(Bolívar. Mérida junio de 1813) Con igual o mayor salvajismo se
asesinaba en el bando realista. Bolívar quería trazar una línea
divisoria entre americanos y españoles, pero ganó Boves con la guerra
de los americanos de abajo contra los de arriba, de esclavos y
mestizos contra los blancos hacendados; una guerra de odio racial con
botín. En meses el triunfo esperado se convierte en derrota y escribe
Bolívar: "Terribles días estamos atravesando: la sangre corre a
torrentes: han desaparecido los tres siglos de cultura, de ilustración
y de industria: por todas partes aparecen ruinas de la naturaleza o de
la guerra. Parece que todos los males se han desencadenado sobre
nuestros desgraciados pueblos" (mayo de 1814). "Vuestros hermanos y no
los españoles han desagarrado vuestro seno, derramado vuestra sangre,
incendiado vuestros hogares...", dice ahora Bolívar. Los venezolanos de
Boves tomaron Valencia, Caracas, Barcelona, Cumaná... En la derrota los
jefes patriotas se dividieron y se culparon unos a otros; unos
pudieron huir y otros murieron. En el exilio, comprendió el Libertador
que dominio militar no es gobierno y dos años después empezó el lento
amanecer gracias a la nueva visión social y civil, a Páez que atrajo a
los llaneros de Boves, a cambios en el frente militar y al esfuerzo
civil-constitucional de Angostura.
La tragedia de la 2ª República enseña que no bastan las buenas
intenciones: en el Manifiesto de Carúpano del 7 de septiembre de 1814
Bolívar derrotado dice que su intención era liberar, pero se siente
como "el instrumento infausto de sus espantosas miserias", aunque "mi
conciencia no ha participado nunca del error voluntario, o de la
malicia". No basta querer para lograr hechos; el desastre fue inmenso,
como lo será hoy.
El actual naufragio solamente tiene salida con un nuevo entendimiento
nacional para cambiarlo todo. La guerra social es buena para destruir,
pero funesta para construir lo que Venezuela pide a gritos.
6 de febrero de 2014
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