MIGUEL SANMARTÍN| EL UNIVERSAL
sábado 22 de febrero de 2014 12:00 AM
De momento se está empoderando la incertidumbre. Le siguen la angustia y la frustración popular. Añádale también una abundante dosis de indignación.
Tras días de protestas, destrozos, represión, torturas físicas y sicológicas, lesionados, fallecidos, encarcelados, juicios en curso, violación de derechos humanos, pérdidas incalculables, discursos oficiales -contradictorios- repletos de falsedades, resentimiento, amenazas y agravios pero con alabanzas a los motomalandros al servicio del régimen, sube el termómetro de la preocupación, temores y desasosiego, tanto como baja el nivel de abastecimiento en los supermercados, farmacias y otros expendios que comercializan productos de primera necesidad.
La tensión es igual en ambos bandos: Gobierno y oposición. A ella no escapa el ciudadano de a pie sin importar en cuál bloque esté alineado. La crisis real que agobia al país y motivó la semana de protestas masivas de civiles desarmados las cuales fueron repelidas brutalmente -a tiros y lacrimógenas- por funcionarios policiales, militares y motomalandros, afecta a unos y otros. A nadie perdona. En este caos la mácula del repudio popular la comparten por igual ambos actores principales: Gobierno y oposición.
¿Favorecen a alguien, en qué magnitud, estos desmanes? En el oficialismo, además, incuba el virus de la angustia (¿o del miedo?) por ciertos rumores y ruidos, no precisamente de navajas o cortaúñas. Estos murmullos -reconocidos- le perturban el sueño hasta a los muertos.
Lo único cierto es que esto no pareciera terminar aquí. El alboroto reciente aparenta ser apenas un round de una pelea de campeonato mundial, usualmente libradas a 12 asaltos. El próximo estaría por comenzar. Los contendientes, tal vez, solo se retiraron a sus respectivas esquinas para curar las heridas, mitigar la fatiga y renovar energías. Fuerza que, en el caso del retador, se nutre del desencanto, indignación y agobio de la gente agobiada por los problemas cotidianos que complican su existencia y le cierran oportunidades. Sí, los contendientes pronto habrán de volver al ring. No duden. La crisis-país se agrava.
¿Qué sigue? Inquietud y zozobra genera esa duda. En una sociedad normal, tolerante, incluyente, equitativa, respetuosa de los derechos y libertades ciudadanas, la crisis sería enfrentada mediante un gran dialogo, sin condiciones pero con compromiso. Por la actitud -arrogante, excluyente- mantenida por el régimen no pareciera que esa opción esté en su agenda. Con lo cual es obvio conjeturar lo que viene: empeoramiento de la crisis económica (agudización del desabastecimiento, racionamiento, inflación, expropiaciones y crecimiento del desempleo) y represión física y judicial.
Tras días de protestas, destrozos, represión, torturas físicas y sicológicas, lesionados, fallecidos, encarcelados, juicios en curso, violación de derechos humanos, pérdidas incalculables, discursos oficiales -contradictorios- repletos de falsedades, resentimiento, amenazas y agravios pero con alabanzas a los motomalandros al servicio del régimen, sube el termómetro de la preocupación, temores y desasosiego, tanto como baja el nivel de abastecimiento en los supermercados, farmacias y otros expendios que comercializan productos de primera necesidad.
La tensión es igual en ambos bandos: Gobierno y oposición. A ella no escapa el ciudadano de a pie sin importar en cuál bloque esté alineado. La crisis real que agobia al país y motivó la semana de protestas masivas de civiles desarmados las cuales fueron repelidas brutalmente -a tiros y lacrimógenas- por funcionarios policiales, militares y motomalandros, afecta a unos y otros. A nadie perdona. En este caos la mácula del repudio popular la comparten por igual ambos actores principales: Gobierno y oposición.
¿Favorecen a alguien, en qué magnitud, estos desmanes? En el oficialismo, además, incuba el virus de la angustia (¿o del miedo?) por ciertos rumores y ruidos, no precisamente de navajas o cortaúñas. Estos murmullos -reconocidos- le perturban el sueño hasta a los muertos.
Lo único cierto es que esto no pareciera terminar aquí. El alboroto reciente aparenta ser apenas un round de una pelea de campeonato mundial, usualmente libradas a 12 asaltos. El próximo estaría por comenzar. Los contendientes, tal vez, solo se retiraron a sus respectivas esquinas para curar las heridas, mitigar la fatiga y renovar energías. Fuerza que, en el caso del retador, se nutre del desencanto, indignación y agobio de la gente agobiada por los problemas cotidianos que complican su existencia y le cierran oportunidades. Sí, los contendientes pronto habrán de volver al ring. No duden. La crisis-país se agrava.
¿Qué sigue? Inquietud y zozobra genera esa duda. En una sociedad normal, tolerante, incluyente, equitativa, respetuosa de los derechos y libertades ciudadanas, la crisis sería enfrentada mediante un gran dialogo, sin condiciones pero con compromiso. Por la actitud -arrogante, excluyente- mantenida por el régimen no pareciera que esa opción esté en su agenda. Con lo cual es obvio conjeturar lo que viene: empeoramiento de la crisis económica (agudización del desabastecimiento, racionamiento, inflación, expropiaciones y crecimiento del desempleo) y represión física y judicial.
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