DARÍO RAMÍREZ| EL UNIVERSAL
lunes 28 de abril de 2014 12:00 AM
Luego de dos meses y medio de protestas en las calles, más de 2.000 detenidos, allanamientos, secuestros, cientos de jóvenes encarcelados, dos alcaldes detenidos y destituidos, una decena de ellos en procesos judiciales, Leopoldo López tras las rejas injustamente, María Corina sin su curul como diputada y más de 60 muertos. Sería justo preguntarse ¿qué hemos logrado?
Todo esto solo son señales de un "gobierno" atemorizado por el hecho de que la gente sea capaz de alzarle la voz. Hoy hemos desenmascarado a un régimen que está dispuesto a todo con tal de mantenerse en el poder robando y destruyendo a la nación. Y cuando se dice "a todo" es realmente dispuesto acabar con la vida de miles de venezolanos, antes de ceder a las presiones de un pueblo que jamás lo eligió. Hoy el panorama es totalmente distinto al de unos meses atrás, hoy los que presumíamos eran unos malandros, lo han demostrado abiertamente.
Han aplicado desde el poder -que los tiene enfermos y envenenados medidas radicales para lograr sembrar un único sentimiento en la población: Terror. Que te de miedo salir a protestar, desde estar en la calle abiertamente hasta llevarle comida a jóvenes que arriesgan su vida por el futuro de Venezuela. Que una madre prefiera pelear con su hijo a dejarlo protestar. Han buscado miles de maneras de inyectar en las venas democráticas del venezolano, el terror a perder lo poco tratando de dejar de lado el valor de lo mucho.
Tal vez hayan logrado que el miedo a estar preso, herido o asesinado sea una opción para muchos, antes que alzar la voz. Pero no han podido apagar la molestia de gran parte de la población y como quien trata de meter en una botella pequeña miles de litros, se siguen desbordando en las calles campamentos de libertad, marchas y protestas de quienes tienen más que perder y sin embargo están más dispuestos a luchar y a motivar a los demás: los jóvenes.
El régimen utiliza todos los mecanismos para evitar la protesta, incluso a través de su Ministerio Judicial le pasa por encima a la voluntad de un pueblo, reinterpretando la Constitución en su artículo 68 y prohibiendo la protesta libre y pacífica. Ante esta actitud fascista, cruel y despiadada solo queda una opción. Hoy más que un derecho y un deber, protestar se ha transformado en una necesidad.
Ante un régimen que cercena los medios de comunicación, que sean cientos de trabajadores quienes griten a sus puertas los que unos pocos deciden callar. Ante un estado que impone la ideologización en las escuelas que sean miles de padres y madres defendiendo una educación libre y plural para sus hijos. Ante una dictadura que acaba con la producción nacional, los hospitales y cualquier ápice de progreso, que sean cientos de miles de trabajadores en las calles exigiendo y demostrando que podemos vivir mejor. Ante un grupito minúsculo de delincuentes cobardes que busca atemorizarnos, que seamos millones diciéndoles: ¡Aquí no hay miedo!
Hoy tenemos un gran reto por delante: vencer el miedo. Es ese terror el que puede condenarnos a una vida de miseria y humillaciones con la cabeza abajo, es justo ahora que debemos pensar si estamos dispuestos a seguir perdiendo o a darlo todo por ganar. Así como fuimos venciendo el miedo a votar libremente, debemos perderlo a expresarnos de la misma manera, debemos ser los mismos que vencimos el miedo en las urnas electorales los que salgamos a tomar las calles de manera pacifica.
Todo esto solo son señales de un "gobierno" atemorizado por el hecho de que la gente sea capaz de alzarle la voz. Hoy hemos desenmascarado a un régimen que está dispuesto a todo con tal de mantenerse en el poder robando y destruyendo a la nación. Y cuando se dice "a todo" es realmente dispuesto acabar con la vida de miles de venezolanos, antes de ceder a las presiones de un pueblo que jamás lo eligió. Hoy el panorama es totalmente distinto al de unos meses atrás, hoy los que presumíamos eran unos malandros, lo han demostrado abiertamente.
Han aplicado desde el poder -que los tiene enfermos y envenenados medidas radicales para lograr sembrar un único sentimiento en la población: Terror. Que te de miedo salir a protestar, desde estar en la calle abiertamente hasta llevarle comida a jóvenes que arriesgan su vida por el futuro de Venezuela. Que una madre prefiera pelear con su hijo a dejarlo protestar. Han buscado miles de maneras de inyectar en las venas democráticas del venezolano, el terror a perder lo poco tratando de dejar de lado el valor de lo mucho.
Tal vez hayan logrado que el miedo a estar preso, herido o asesinado sea una opción para muchos, antes que alzar la voz. Pero no han podido apagar la molestia de gran parte de la población y como quien trata de meter en una botella pequeña miles de litros, se siguen desbordando en las calles campamentos de libertad, marchas y protestas de quienes tienen más que perder y sin embargo están más dispuestos a luchar y a motivar a los demás: los jóvenes.
El régimen utiliza todos los mecanismos para evitar la protesta, incluso a través de su Ministerio Judicial le pasa por encima a la voluntad de un pueblo, reinterpretando la Constitución en su artículo 68 y prohibiendo la protesta libre y pacífica. Ante esta actitud fascista, cruel y despiadada solo queda una opción. Hoy más que un derecho y un deber, protestar se ha transformado en una necesidad.
Ante un régimen que cercena los medios de comunicación, que sean cientos de trabajadores quienes griten a sus puertas los que unos pocos deciden callar. Ante un estado que impone la ideologización en las escuelas que sean miles de padres y madres defendiendo una educación libre y plural para sus hijos. Ante una dictadura que acaba con la producción nacional, los hospitales y cualquier ápice de progreso, que sean cientos de miles de trabajadores en las calles exigiendo y demostrando que podemos vivir mejor. Ante un grupito minúsculo de delincuentes cobardes que busca atemorizarnos, que seamos millones diciéndoles: ¡Aquí no hay miedo!
Hoy tenemos un gran reto por delante: vencer el miedo. Es ese terror el que puede condenarnos a una vida de miseria y humillaciones con la cabeza abajo, es justo ahora que debemos pensar si estamos dispuestos a seguir perdiendo o a darlo todo por ganar. Así como fuimos venciendo el miedo a votar libremente, debemos perderlo a expresarnos de la misma manera, debemos ser los mismos que vencimos el miedo en las urnas electorales los que salgamos a tomar las calles de manera pacifica.
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