En: http://www.el-nacional.com/opinion/ANTONIO_PASQUALI-DIALOGO-MADURO-MUD-REPUBLICA_0_395960517.html
Antonio Pasquali
Maduro quedará en las memorias, cual un pequeño Carujo, por sus
violencias para hacer méritos, colosales falseamientos de la historia y
variopintos actos fallidos. Hace días, fingiendo ignorar los incontables
millones de asesinados por Stalin, Mao, Kim Il-sung y Pol Pot, inventó
que “la criminalidad y la violencia… ese cóctel mortal de la cultura
hollywoodense… tienen un viejo creador, el capitalismo”. Poco antes
había llamado a la oposición a que subiera a palacio a negociar, con un
memorable oxímoron moral: “¡Vengan a dialogar, cobardes!”..., inédito
modelo de invitación con insulto incluido, una contradictio in terminis que la MUD pudo sopesar más y mejor.
Pero
era apenas un agorero prologuillo. Al nomás formalizarse el encuentro,
los insultos, amenazas, encarcelamientos, juicios fulminantes,
violaciones de los fueros parlamentario y electoral, asaltos de
colectivos, ensañamiento judicial, aplicación de la Ley Antiterrorista y
gas del bueno no solo no amainaron (hubiera sido lo normal) sino
aumentaron, como informando que el régimen no daría paso atrás. Con otra
extemporánea arrogancia (crimen que los dioses de la tragedia griega
castigaban sin piedad) la dictadura no solo excluyó rudamente cualquier
buen gesto de sobreseimiento, sino que llegó a irrespetar el tradicional
“alto el fuego” que rige desde la noche de los tiempos entre
contrincantes en negociación, y ordenó a sus arpías redoblar disparos
para “pulverizar el enemigo” aún en tregua dialogante. Maduro dio el
ejemplo tildando al estudiantado insumiso de “bandidos guarimberos
fascistas”, a la oposición entera de “destructiva y caótica” y otras
similares gentilezas. La MUD no se inmutó.
Semejantes preámbulos
permitían sospechar que el “diálogo” podía devenir en un arma más de la
“pulverización”. Explícitas declaraciones oficiales vinieron a precisar
en plena “negociación” que sospechas no eran sino certezas, y que el
“diálogo” admitiría a lo sumo algún desahogo verbal pero terminaría
siendo una imposición de agenda y de instructivos a la disidencia. Las
tres declaraciones más relevantes en ese sentido fueron la genérica de
Maduro “Esa oligarquía no volverá (al poder) ni por golpe ni por votos…
no podrán con nosotros”, y las específicas de Cabello y Jaua (quién sabe
si dirigidas también a Maduro): “Ningún tipo de pacto… acuerdo ni
negociación con la oposición”, y: “Maduro no firmará ninguna negociación
con la oposición… la revolución llevará su ritmo histórico que le
permitirá seguir siendo viable”. En suma: negación totalitaria de la
alternabilidad democrática, e inutilidad absoluta, plena y total de un
diálogo que no alterará en lo más mínimo la marcha a la suprema
felicidad comunista. La MUD no pidió aclaratorias, ni denunció el engaño
ni se retiró de palacio.
El cubanizado régimen está mareando el
país con una catarata de resoluciones cuyas circunvoluciones retóricas
mal disfrazan sus propósitos finales: el Plan de la Patria (con su
objetivo 2 de la hegemonía global), el “Movimiento por la Paz y la
Vida”, un “Plan de Pacificación”, los “Diálogos de Paz por Venezuela”,
un “Consejo Nacional de Derechos Humanos (totalitariamente compuesto de
trece funcionarios públicos y tres ONG escogidas por el régimen…), una
“Comisión de la Verdad” (arteramente compuesta solo por partes
afectadas; la homónima de 2012, para los crímenes de la cuarta
República, también era de puros funcionarios chavistas y representantes
de las víctimas…). Propósitos ya evidentes del régimen: aprovechar el
“diálogo” para venderle a cierta disidencia esta fumosa y tóxica
mercancía, y sabotear toda negociación puntual sobre violaciones de la
Constitución, terrorismo de Estado, niveles mortales de inseguridad con
100.000 homicidas en la calle, presencia indeseada del invasor cubano,
grave escasez de alimentos y medicinas, la peor inflación del mundo,
opacidad en relaciones internacionales, agonía del pluralismo en
comunicaciones. Todo indica que el nonato diálogo fenecerá sin nada
bueno para el destino de la República.
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