WILLIAM ANSEUME| EL UNIVERSAL
lunes 5 de mayo de 2014 12:00 AM
A Javier (USB), preso en Yare.
¿Cómo transcurre la vida de un estudiante preso? No en cualquier parte sino en Venezuela. ¿Cómo serán las cárceles en Noruega, otro país petrolero? A quien no esté imbuido de la realidad venezolana y se asome a leerme le significo: imagínese, no le queda otra posibilidad, casi como a mí, un hacinamiento máximo, repelente, espacio curtido de sudores, pegotes e indignidades; grisáceo, yendo a negruzco, soez en toda su dimensión. El asco hecho espacio. Denominado con términos hasta bonitos, será para que crean: Yare, voz indígena curtida de sus legendarios diablos danzantes, un espectáculo del corpus; Tocorón, donde se habla de un pran más digno que los gobernantes inhumanos nuestros, quien habría dicho que en su cárcel no entran estudiantes. Tal vez hasta es mejor que los lleven allí y él los deje entrar para que los proteja. El nombre feo, realmente, es el del INOF, suena a estornudo con grotescas mucosidades. ¿Y los compañeros de celda, de cárcel? Concomitantes con el espacio. Mal hablados, resabidos en su andar delincuencial los más, expertos en montar las bichas, en dispararlas, curtidos de droga-dicciones, tal vez algún violador denunciado, hallado en el acto carnal, algún matón que no hayan dejado libre por alguna medida "humanitaria" de no caber allí más presos, choros. Un pudridero pues, donde, como en el país, todo se paga y la vida cuesta aunque nada valga.
Estudiantes presos tuvo Gómez. Y los soltó casi de inmediato, en una de las mayores gelatinadas de su gobierno tiránico también. El levantamiento de la ciudad, el apoyo femenino, de sus compañeros estudiantes, boinas azules; la huelga general y la liberación. Aquella fue la denominada por algunos Generación del 28, digna, como digno es cualquier estudiante preso. Inmortalizada en la Fiebre de Otero Silva, donde relata cómo Raúl Leoni, a la sazón presidente de la Federación y por tanto líder de los estudiantes apresados, le da una lección democrática al bicho carcelero, cuando en asamblea los estudiantes deciden no firmar la comunicación que les envía el dictador y la devuelven con la honra incólume. Leoni fue luego, como sabemos, presidente de la República. La represa del Guri lleva su nombre con honor.
Presos y torturados. Igualmente lo padecieron así los alumnos cuando aquel otro dictador que fue Pérez Jiménez. Los relatos abundan: Guasina, El Obispo, Ciudad Bolívar, La Modelo y los preferidos por el régimen: los humillantes y vergonzantes sótanos de la Seguridad Nacional. En Venezuela bajo el signo del terror (1952) se narran hechos y se presentan nóminas de encarcelados donde, desde luego, hay múltiples estudiantes. Las palabras se parecen mucho a una crónica de nuestra Venezuela actual: "Los atropellos y violencias físicas consumados contra los secuestrados políticos por el presente régimen, constituyen la más escandalosa violación de los derechos humanos y de la dignidad del hombre. La violencia represiva de la dictadura...". Entre los estudiantes presos de ese momento dictatorial estuvo Américo Martín, quien escribió unas excelentes memorias, Ahora es cuando (2013), acompañadas por su honestidad intelectual: "Subimos un piso o dos y me llevan a un cuarto totalmente vacío. Está pintado de gris y hay manchas supuestamente de sangre en las paredes. La luz prendida día y noche. Me ordenan desnudarme y luego me colocan las esposas. Entretanto Pablo Arrivillaga me arrastra asiéndome por el pelo y me va mostrando las huellas de sangre dejadas por otros torturados".
Las cárceles no se han refinado ni los mecanismos para encarcelar y torturar tampoco. Un dictador cree que los estudiantes son terroristas: policías, militares y tribunales, a su disposición, deben cumplir con ese planteamiento, apresándolos torturándolos y vejándolos. Es delito actualmente pensar, no distinto, pensar, que para el gobierno es mucho, demasiado, cargado de orates como suele estar a diario, especialmente en las "alturas del poder". Deben arreciar para tratar de controlar la situación, con un Rodríguez Torres fungiendo de devaluado Pedro Estrada. Apresar, torturar y cumplir con su misión más renovada: el terrorismo de estado que es su finalidad, acallar voces y acciones de protesta con terror. Si protestas, si hablas, si dices, saltándote los diversos mecanismos de la censura, te salen tiros, te sale el coco, te salen colectivos asesinos, entrenados por mí para matarte, para esquilmarte un ojo, darte cascazos y zapatazos, no los de Zapata, por cierto. Si hablas, si gritas, si comunicas, te sale el Yare, te sale Tocorón, te sale el INOF, te entra fusil por detrás, Cállate estudiante, ¡a la pocilga!
Es natural que estos regímenes detesten a los estudiantes y viceversa. El conocimiento, la libertad de acción, de pensamiento, la libertad no les cabe. Prefiero creer a los estudiantes que a los esbirros. Diré: los estudiantes tienen, hasta históricamente, la razón.
¿Cómo transcurre la vida de un estudiante preso? No en cualquier parte sino en Venezuela. ¿Cómo serán las cárceles en Noruega, otro país petrolero? A quien no esté imbuido de la realidad venezolana y se asome a leerme le significo: imagínese, no le queda otra posibilidad, casi como a mí, un hacinamiento máximo, repelente, espacio curtido de sudores, pegotes e indignidades; grisáceo, yendo a negruzco, soez en toda su dimensión. El asco hecho espacio. Denominado con términos hasta bonitos, será para que crean: Yare, voz indígena curtida de sus legendarios diablos danzantes, un espectáculo del corpus; Tocorón, donde se habla de un pran más digno que los gobernantes inhumanos nuestros, quien habría dicho que en su cárcel no entran estudiantes. Tal vez hasta es mejor que los lleven allí y él los deje entrar para que los proteja. El nombre feo, realmente, es el del INOF, suena a estornudo con grotescas mucosidades. ¿Y los compañeros de celda, de cárcel? Concomitantes con el espacio. Mal hablados, resabidos en su andar delincuencial los más, expertos en montar las bichas, en dispararlas, curtidos de droga-dicciones, tal vez algún violador denunciado, hallado en el acto carnal, algún matón que no hayan dejado libre por alguna medida "humanitaria" de no caber allí más presos, choros. Un pudridero pues, donde, como en el país, todo se paga y la vida cuesta aunque nada valga.
Estudiantes presos tuvo Gómez. Y los soltó casi de inmediato, en una de las mayores gelatinadas de su gobierno tiránico también. El levantamiento de la ciudad, el apoyo femenino, de sus compañeros estudiantes, boinas azules; la huelga general y la liberación. Aquella fue la denominada por algunos Generación del 28, digna, como digno es cualquier estudiante preso. Inmortalizada en la Fiebre de Otero Silva, donde relata cómo Raúl Leoni, a la sazón presidente de la Federación y por tanto líder de los estudiantes apresados, le da una lección democrática al bicho carcelero, cuando en asamblea los estudiantes deciden no firmar la comunicación que les envía el dictador y la devuelven con la honra incólume. Leoni fue luego, como sabemos, presidente de la República. La represa del Guri lleva su nombre con honor.
Presos y torturados. Igualmente lo padecieron así los alumnos cuando aquel otro dictador que fue Pérez Jiménez. Los relatos abundan: Guasina, El Obispo, Ciudad Bolívar, La Modelo y los preferidos por el régimen: los humillantes y vergonzantes sótanos de la Seguridad Nacional. En Venezuela bajo el signo del terror (1952) se narran hechos y se presentan nóminas de encarcelados donde, desde luego, hay múltiples estudiantes. Las palabras se parecen mucho a una crónica de nuestra Venezuela actual: "Los atropellos y violencias físicas consumados contra los secuestrados políticos por el presente régimen, constituyen la más escandalosa violación de los derechos humanos y de la dignidad del hombre. La violencia represiva de la dictadura...". Entre los estudiantes presos de ese momento dictatorial estuvo Américo Martín, quien escribió unas excelentes memorias, Ahora es cuando (2013), acompañadas por su honestidad intelectual: "Subimos un piso o dos y me llevan a un cuarto totalmente vacío. Está pintado de gris y hay manchas supuestamente de sangre en las paredes. La luz prendida día y noche. Me ordenan desnudarme y luego me colocan las esposas. Entretanto Pablo Arrivillaga me arrastra asiéndome por el pelo y me va mostrando las huellas de sangre dejadas por otros torturados".
Las cárceles no se han refinado ni los mecanismos para encarcelar y torturar tampoco. Un dictador cree que los estudiantes son terroristas: policías, militares y tribunales, a su disposición, deben cumplir con ese planteamiento, apresándolos torturándolos y vejándolos. Es delito actualmente pensar, no distinto, pensar, que para el gobierno es mucho, demasiado, cargado de orates como suele estar a diario, especialmente en las "alturas del poder". Deben arreciar para tratar de controlar la situación, con un Rodríguez Torres fungiendo de devaluado Pedro Estrada. Apresar, torturar y cumplir con su misión más renovada: el terrorismo de estado que es su finalidad, acallar voces y acciones de protesta con terror. Si protestas, si hablas, si dices, saltándote los diversos mecanismos de la censura, te salen tiros, te sale el coco, te salen colectivos asesinos, entrenados por mí para matarte, para esquilmarte un ojo, darte cascazos y zapatazos, no los de Zapata, por cierto. Si hablas, si gritas, si comunicas, te sale el Yare, te sale Tocorón, te sale el INOF, te entra fusil por detrás, Cállate estudiante, ¡a la pocilga!
Es natural que estos regímenes detesten a los estudiantes y viceversa. El conocimiento, la libertad de acción, de pensamiento, la libertad no les cabe. Prefiero creer a los estudiantes que a los esbirros. Diré: los estudiantes tienen, hasta históricamente, la razón.
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