En: Recibido por email
Luis Ugalde S.J.
Primero de Mayo, día del trabajador depreciado. Aquí los
productores
son remeros con todo en contra: Estado, sistema educativo,
competencia
externa y Ley del Trabajo. Millones de venezolanos “pasamos
mucho
trabajo” en el tráfico, en las colas infinitas, en “vuelva
usted
mañana”…, pero “realizamos poco trabajo productivo”, pues son
pobres
la empresa y la educación que tenemos. La dignidad del trabajador
se
hace realidad cuando la “riqueza” sale de su talento creativo.
Quien
no sabe producir es un condenado a la pobreza y los gobiernos
con
educación improductiva son reaccionarios perpetuadores de los
pobres;
por eso en Venezuela hay no menos de 8 millones (60%) de
desempleados,
subempleados o en trabajo precario.
La revolución
cultural ilustrada “burguesa” cambió en Europa la
educación señorial
rentista en educación productora, que estudia las
leyes de la naturaleza,
desarrolla la ciencia y su aplicación
tecnológica. Luego de largos años
de dura explotación burguesa del
trabajador como fuerza bruta, con
jornadas de hasta 18 horas, en la
segunda mitad del siglo XX las
sociedades económicamente adelantadas
descubrieron que la fuente de la
paz y de la riqueza está en el
talento de los trabajadores y en la
generalización de su bienestar. En
adelante, el valor humano no se medirá
por la categoría social con la
que se nació, sino por la capacidad de
hacer bien el trabajo y de
agregar valor con su productividad y talento;
es vida para sí, su
familia, su empresa y su polis. Esta revolución hoy
es común a todas
las sociedades en progreso (también China, Rusia y
Vietnam), se llamen
socialistas o capitalistas. Con talento humano se
transformaron las
sociedades y el trabajador ya no es fuerza bruta, sino
dignidad y
talento con al menos doce años de escuela buena para varones
y
mujeres.
El crecimiento capitalista venezolano se disparó con el
reventón
petrolero, convertido en factor productivo estratégico para
el
capitalismo mundial y renta para el país; así se prolongó el
divorcio
colonial mantuano entre educación y trabajo: los que trabajaban
no
podían estudiar y los que estudiaban no debían trabajar. Miranda
no
pudo entrar a la universidad caraqueña por ser hijo de “blanco
de
orilla” porque su padre realizaba “trabajos bajos y serviles”.
Durante
90 años el petroestado dominó nuestra política y la economía,
expandió
cierto bienestar y su renta abrió los caminos para salir de la
pobreza
rural hacia la vida urbana con servicios, empleos y esperanzas.
En esa
matriz agridulce se enquistó la falsa idea de que somos un
país
petrolero riquísimo y que nuestro problema económico y educativo no
es
producir la riqueza que no existe, sino distribuir la que ya existe
en
abundancia. En adelante serán aclamados los políticos que
más
distribuyen y detestados los que no lo hacen. La producción
propia
moderna avanzó, pero menos que la demanda de consumo y la
capacidad de
importar. Otros países no pueden consumir moderno sin
producir
moderno, sin revolucionar la producción respaldada por
la
transformación educativa. Ellos por necesidad y experiencia saben
que
el talento humano es la verdadera riqueza que tienen las naciones,
y
el trabajo su camino.
Hace 40 años la izquierda actualizada
conocía eso y también los
liberales. Pero con los saltos de los precios
petroleros en 1974 se
recreó la ilusión de que, montados en el cohete
petrolero, íbamos
disparados “hacia la gran Venezuela”, cuando en
realidad volábamos a
Miami diciendo: “Tá barato, dame dos”. “Dame” y
“barato”, palabras
claves y funestas en Miami y en Miraflores. En las
décadas de los
ochenta y noventa, por estrangulamiento e
irresponsabilidad, volvían a
crecer la pobreza y las medias verdades: si
todavía, luego de 80 años
petroleros, hay pobreza en este país
“riquísimo” es porque los
políticos, ladrones y corruptos, no nos dan lo
nuestro y se lo roban
junto con los ricos y el imperio. Muchos
respaldaron al Iluminado
mesías cargado de las promesas que querían
escuchar: el salto olímpico
al consumo moderno, sin pasar por el esfuerzo
de producir moderno. Lo
peor estaba por llegar y se produjo cuando se
casaron el precio
petrolero a 100 dólares el barril con la declaración de
amor y promesa
al pueblo de acabar con los explotadores y entregarle lo
que se
robaban los gringos y los ricos. Esa luna de miel trajo la ilusión
de
una capacidad ilimitada de compra y de adquisición sin tener
que
producir, pues ahora “Pdvsa es nuestra”; es dádiva y consumo para
el
pueblo, sin necesidad de producción. “Riqueza” petrolera que
mantiene
la pobreza, pues se derrumbó la que ya era precaria
producción
nacional.
Salir de esta trampa es imposible para un
gobierno que no reconoce su
fracaso descomunal y con bloqueos
ideológicos. Seguirá avanzando la
destrucción mientras se castigue la
empresa y educación signifique
control partidista e ideología
trasnochada. Necesitamos un Primero de
Mayo hacia la transformación
cultural-productiva con una educación
plural de alta calidad en las
mayorías, con empoderamiento social,
político y económico. Necesitamos un
reventón educativo en decenas de
miles de centros con alianza entre
educación y producción.
Luis Ugalde
El
Nacional
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