Thursday, May 1, 2014

Primero de mayo

En: Recibido por email


Luis Ugalde S.J.

Primero de Mayo, día del trabajador depreciado. Aquí los productores
son remeros con todo en contra: Estado, sistema educativo, competencia
externa y Ley del Trabajo. Millones de venezolanos “pasamos mucho
trabajo” en el tráfico, en las colas infinitas, en “vuelva usted
mañana”…, pero “realizamos poco trabajo productivo”, pues son pobres
la empresa y la educación que tenemos. La dignidad del trabajador se
hace realidad cuando la “riqueza” sale de su talento creativo. Quien
no sabe producir es un condenado a la pobreza y los gobiernos con
educación improductiva son reaccionarios perpetuadores de los pobres;
por eso en Venezuela hay no menos de 8 millones (60%) de desempleados,
subempleados o en trabajo precario.

La revolución cultural ilustrada “burguesa” cambió en Europa la
educación señorial rentista en educación productora, que estudia las
leyes de la naturaleza, desarrolla la ciencia y su aplicación
tecnológica. Luego de largos años de dura explotación burguesa del
trabajador como fuerza bruta, con jornadas de hasta 18 horas, en la
segunda mitad del siglo XX las sociedades económicamente adelantadas
descubrieron que la fuente de la paz y de la riqueza está en el
talento de los trabajadores y en la generalización de su bienestar. En
adelante, el valor humano no se medirá por la categoría social con la
que se nació, sino por la capacidad de hacer bien el trabajo y de
agregar valor con su productividad y talento; es vida para sí, su
familia, su empresa y su polis. Esta revolución hoy es común a todas
las sociedades en progreso (también China, Rusia y Vietnam), se llamen
socialistas o capitalistas. Con talento humano se transformaron las
sociedades y el trabajador ya no es fuerza bruta, sino dignidad y
talento con al menos doce años de escuela buena para varones y
mujeres.

El crecimiento capitalista venezolano se disparó con el reventón
petrolero, convertido en factor productivo estratégico para el
capitalismo mundial y renta para el país; así se prolongó el divorcio
colonial mantuano entre educación y trabajo: los que trabajaban no
podían estudiar y los que estudiaban no debían trabajar. Miranda no
pudo entrar a la universidad caraqueña por ser hijo de “blanco de
orilla” porque su padre realizaba “trabajos bajos y serviles”. Durante
90 años el petroestado dominó nuestra política y la economía, expandió
cierto bienestar y su renta abrió los caminos para salir de la pobreza
rural hacia la vida urbana con servicios, empleos y esperanzas. En esa
matriz agridulce se enquistó la falsa idea de que somos un país
petrolero riquísimo y que nuestro problema económico y educativo no es
producir la riqueza que no existe, sino distribuir la que ya existe en
abundancia. En adelante serán aclamados los políticos que más
distribuyen y detestados los que no lo hacen. La producción propia
moderna avanzó, pero menos que la demanda de consumo y la capacidad de
importar. Otros países no pueden consumir moderno sin producir
moderno, sin revolucionar la producción respaldada por la
transformación educativa. Ellos por necesidad y experiencia saben que
el talento humano es la verdadera riqueza que tienen las naciones, y
el trabajo su camino.

Hace 40 años la izquierda actualizada conocía eso y también los
liberales. Pero con los saltos de los precios petroleros en 1974 se
recreó la ilusión de que, montados en el cohete petrolero, íbamos
disparados “hacia la gran Venezuela”, cuando en realidad volábamos a
Miami diciendo: “Tá barato, dame dos”. “Dame” y “barato”, palabras
claves y funestas en Miami y en Miraflores. En las décadas de los
ochenta y noventa, por estrangulamiento e irresponsabilidad, volvían a
crecer la pobreza y las medias verdades: si todavía, luego de 80 años
petroleros, hay pobreza en este país “riquísimo” es porque los
políticos, ladrones y corruptos, no nos dan lo nuestro y se lo roban
junto con los ricos y el imperio. Muchos respaldaron al Iluminado
mesías cargado de las promesas que querían escuchar: el salto olímpico
al consumo moderno, sin pasar por el esfuerzo de producir moderno. Lo
peor estaba por llegar y se produjo cuando se casaron el precio
petrolero a 100 dólares el barril con la declaración de amor y promesa
al pueblo de acabar con los explotadores y entregarle lo que se
robaban los gringos y los ricos. Esa luna de miel trajo la ilusión de
una capacidad ilimitada de compra y de adquisición sin tener que
producir, pues ahora “Pdvsa es nuestra”; es dádiva y consumo para el
pueblo, sin necesidad de producción. “Riqueza” petrolera que mantiene
la pobreza, pues se derrumbó la que ya era precaria producción
nacional.

Salir de esta trampa es imposible para un gobierno que no reconoce su
fracaso descomunal y con bloqueos ideológicos. Seguirá avanzando la
destrucción mientras se castigue la empresa y educación signifique
control partidista e ideología trasnochada. Necesitamos un Primero de
Mayo hacia la transformación cultural-productiva con una educación
plural de alta calidad en las mayorías, con empoderamiento social,
político y económico. Necesitamos un reventón educativo en decenas de
miles de centros con alianza entre educación y producción.

Luis Ugalde

El Nacional

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