Laureano Márquez
Señor:
Qué fácilmente olvidan algunos el difícil tránsito del franquismo a la democracia, que Suárez y usted llevaron con tanto tino; el establecimiento de un sistema de libertades inexistente en España y el respeto a una pluralidad cultural en la que no hay nada más español que negar la hispanidad. A los mismos que les parece excelente que Fidel traspase el poder a su hermano, sin que los cubanos hayan votado nunca una monarquía, les parece mal que usted abdique en favor de su hijo Felipe, cuyo mayor inconveniente será, sin duda, que siendo el sexto de su nombre, inevitablemente, quedará asociado su reinado a Camilo, que es el único Sesto que España ha conocido en los últimos tiempos.
Renunciar al poder, de cuyo ejercicio efectivo además usted carece, por tratarse la suya de una monarquíaconstitucional que aleja de sus manos las tareas de gobierno, es algo que desconcierta nuestras ambiciones de poder perpetuo. Nosotros al independizarnos cambiamos la monarquía por una caterva de reyecitos que nunca han sido constitucionales. Se quedaron en la monarquía absoluta y creen que su poder está fundado en el derecho divino, pero no de Dios, sino de lo divino que es permanecer en el gobierno, más como caporales que como estadistas. Otra tacha que lanza sobre su reinado esa ambivalente izquierda española, cuyo eco oímos por aquí, es el tema de su yerno, censurable también, pero debidamente investigado por los tribunales. Le aseguro que por estos lares nadie se atrevería a abrirle ningún juicio ni siquiera a un primo (aunque sea de Rivera) del cuarto grado de consanguinidad. De hecho, la malversación de nuestras “familias reales” es pública y notoria y ningún juez se atreve siquiera a levantar la venda de la justicia ni un milímetro, para ver que nuestros “reyes” andan siempre desnudos. Hemos visto desde nuestros predios, donde no se consigue ni papel para limpiarse el culo (que en España no es mala palabra), cuestionar su gestión por la crisis económica en la que España se ha visto sumida. Los que se ofenden por los 7 millones de euros que cuesta el sostenimiento de la Casa Real (por cierto, 12,6 menos que en el 2010), son los mismos que se han dilapidado 3.000.000 x 100 x 31 x 12 x 16 dólares y para los cuales 7 millones de euros seguramente es el sencillo de una buena comisión o negocio fraudulento. Y no le cuento del presupuesto de nuestra Presidencia, no solo por evitarle un real soponcio, sino porque no sé a qué euro debe calcularse, si negro, Sicad I o II, pero créame que le llevan una morena.
En fin, le escribo ahora que ya no será más rey para que nadie diga que le adulo. Además, no podrá usted nombrarme marqués, porque el marqués de Márquez suena ridículamente cacofónico. Me encantan los árboles caídos. Usted y Benedicto XVI son para mí lo más parecido a eso que se denomina “héroes de la retirada”. Los que en su renuncia se engrandecen y muestran que hay otros intereses colectivos por encima del ego personal, que no es poca cosa en un rey: ahí tiene usted a Isabel, que con tal de que su hijo nunca llegue a ser rey está dispuesta a vivir 150 años. Usted fue, simultáneamente, el peor error de Franco y el mejor acierto de la España moderna. Lástima que los españoles se avergüencen tanto de sus aciertos y, como nosotros, celebren tanto las metidas de pata.
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