En: http://www.lapatilla.com/site/2014/09/04/trino-marquez-un-sacudon-a-lo-max-factor/
Trino Márquez
Si la empresa Max Factor hubiese desatado el “sacudón” del Estado,
los cambios no habrían sido tan cosméticos como los informados por
Nicolás Maduro. Ni un solo anuncio trascendente que valga la pena
resaltar. Todo se redujo a enroques y reciclaje de personajes que forman
parte del sainete gubernamental. Lo que hubo fue ajustes de cuentas,
cuchilladas tras bastidores, recomposición del poder dentro de la cúpula
oficialista.
El revolcón más impactante fue el que le dieron a Rafael Ramírez,
quien pasó de ser el zar de la economía y todopoderoso jefe de PDVSA, a
ocupar la Cancillería, cargo en decadencia, pues Venezuela perdió la
iniciativa y el liderazgo internacional que tuvo cuando Hugo Chávez
quiso convertirse en el continuador de la saga de Fidel Castro, aunque
con un músculo financiero mucho más vital que el del anciano dictador
cubano. Al creador de la PDVSA roja rojita la nomenclatura cubana y
madurista le retiraron el apoyo. Los chinos, aparentemente sus mayores
soportes, no pudieron, o no quisieron, hacer nada para salvarlo. Ahora
tratará de reagrupar sus huestes desde la deteriorada Casa Amarilla. No
le resultará fácil. Se ganó muchos y merecidos enemigos.
Los cambios burocráticos anunciados por Maduro parecieran el
resultado de un conjunto de transacciones entre las distintas corrientes
que se mueven dentro del oficialismo. A cada sector le concedieron su
ministerio, su viceministerio o su empresa pública. Al grupo de Diosdado
le otorgaron algunas prebendas, al de Jaua, otras, a los Chávez algunas
adicionales, empezando por mantener a Jorge Arreaza en la
vicepresidencia, con lo cual justifican su presencia en La Casona,
residencia oficial del Presidente de la República, usurpada por ese
advenedizo.
No hubo rectificación en ninguno de los ejes fundamentales. No se
desmontó el control de cambio, ni siquiera se anunció el cambio oficial
único, bandera enarbolada por Ramírez en numerosas oportunidades en
Venezuela y en el exterior. Nada dijo Maduro acerca de cómo se
reactivará la producción y la productividad para que la industria y la
agricultura nacionales provean los bienes manufacturados y los alimentos
que el país demanda a diario. La crisis de la salud, que va desde la
escasez de medicinas hasta la falta de material médico quirúrgico,
incluso para cirugías menores, no fue incluida en el discurso. La falta
de divisas para la industria automotriz y los severos problemas que
confronta el sector automotor, no fueron ni siquiera rozados. Nada habló
Maduro sobre cómo combatir la inflación, ni cómo evitar que el dólar
paralelo siga escalando hacia las nubes y arrastrando al toda la
economía.
La intervención fue tan ripiosa, tan superflua, que hasta los grupos
que conforman la alianza oficialista, se sintieron defraudados.
Dirigentes del PSUV han expresado su malestar, igual que miembros de la
dirección del PPT; y hasta de MEP, que no se caracteriza por su
elocuencia crítica, se ha sentido incómodo por la estafa.
Maduro habló como si viviese en un país donde todos los problemas
están resueltos y solo se requiere rotar la burocracia para dar la
sensación de que la cúpula en el poder no se ha petrificado. El país
real, ese que está acosado por problemas graves y urgentes, no apareció
en la alocución. El heredero está aturdido y desconcertado frente a las
crecientes demandas. No sabe cómo encarar los retos. Mientras tanto, la
nación se hunde en un abismo de problemas que por cierto, ya fueron,
resueltos por otros países vecinos desde hace largo tiempo.
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