Monday, November 24, 2014

Después de 25 años

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Jorge Edwards

La Segunda

El Mercurio

Noviembre 21, 2014

http://opinion.lasegunda.com/redaccion/2014/11/despues-de-25-anos/


Después de la caída del Muro de Berlín, algunos, entusiasmados por un ensayo del profesor Francis Fukuyama, creyeron que la historia había terminado. Lo que comprobamos, ahora, es que la historia cambió de rumbo en forma que quizá habría podido preverse, pero que muy pocos previeron, y que el mundo, en algún sentido, es tanto o más peligroso que antes. Es probable que la interminable Guerra Fría, con sus incertidumbres, con su enorme angustia, haya provocado un deseo de paz, de entendimiento, por encima de teorías y de ideologías. Lo que define el momento de hoy, en cambio, son los virulentos y multiplicados conflictos locales: guerras latentes y en pequeña escala, fanatismos resucitados, lenguajes de una beligerancia descontrolada. En plena negociación de paz en Colombia, las fuerzas guerrilleras raptan a un general de Ejército importante. Es un episodio enormemente complicado, difícil de entender, que parece darle una bofetada a los esfuerzos de pacificación del gobierno del Presidente Santos. ¿Qué va a pasar, cómo va a seguir este proceso? En los mejores tiempos de la Unesco se hablaba de construir una cultura de paz en la mente de las personas. ¿En qué ha quedado esa especie de utopía? ¿Era una aspiración ingenua, propia de poetas despistados? Lo que parece predominar en estos días, más que la cultura de paz de que se hablaba en la Unesco, es un espíritu exactamente contrario. Por ejemplo, cuando se produce un consenso internacional bastante amplio a favor del reconocimiento del Estado de Palestina, un grupo

palestino extremista realiza un ataque armado contra una sinagoga judía y provoca varias muertes. Parece un acto calculado para impedir todo germen de entendimiento, todo camino, por ínfimo que sea, de solución. Entretanto, asistimos en Siria o cerca de sus territorios a escenas bárbaras, tribales, medievales, de degüello de seres humanos, y después sabemos que más de alguno de los asesinos es ciudadano de países que representan viejas culturas europeas.

En los años de la Guerra Fría, el miedo a la catástrofe nuclear producía un efecto formidable de disuasión. Ahora, en medio de la proliferación de los conflictos locales, en Ucrania, en Siria, en la Franja de Gaza, en la selva de Colombia, no hay disuasión que valga. Y encontramos un fenómeno exactamente inverso: los tímidos procesos de paz, de acercamiento entre extremos, de trabajosa negociación, son interrumpidos con la mayor brutalidad, a balazos, a bombazos, a punta de secuestros y cuchilladas.

Mijaíl Gorbachov, el gran responsable de la apertura y de la liquidación del bloque soviético, del fin de la Guerra Fría, hace declaraciones en la prensa a propósito de los 25 años de la caída del Muro de Berlín, que se cumplieron con exactitud el 9 de este mes, alrededor de dos semanas atrás. Lo que nos dice Gorbachov, en resumen, es que la caída del sistema soviético debió traducirse en un acercamiento de los extremos, en la búsqueda de un relativo consenso entre Rusia y sus aliados del este de Europa y los países europeos del centro y el oeste. Lo que predominó, en cambio, fue un sentimiento de victoria unilateral, de triunfo sin contrapeso de Occidente y del capitalismo puro y duro, con la consiguiente extensión de los poderes de la OTAN. Gorbachov nos asegura hoy que Rusia y sus principales aliados, al año siguiente de la caída del Muro, en 1990, recibieron de Occidente, de los Estados Unidos, de la OTAN, seguridades y garantías que más tarde fueron completamente olvidadas.

Si miramos las cosas con un poco de perspectiva, comprendemos que Gorbachov fue un hombre de apertura, de transformación interna

radical. Había conocido el comunismo desde los tiempos de Stalin, en sus expresiones más represivas, y se atrevió a proponer una salida humana, razonable, aceptable. Su presencia en la secretaría general del Partido Comunista soviético ayudó, precisamente, a terminar con el Muro de Berlín y a facilitar la reunificación de Alemania. Todavía no podemos conocer todos los detalles, las conversaciones secretas, los apasionantes matices de este episodio. Dirigentes como Margaret Thatcher o Helmut Kohl conversaban con una persona que se había formado en el interior del sistema totalitario y que aspiraba a cambiarlo. Eran contactos revolucionarios, únicos, que la historia actual ya no permite. En una breve conversación en Santiago de Chile, hace ya muchos años, Mijaíl Gorbachov me dijo que siempre, a lo largo de su carrera política, había tratado de rendirle homenaje a Nikita Kruschev, responsable de un intento anterior de apertura desde adentro del sistema, y que los poderes oficiales siempre se lo habían prohibido. Neruda, sobre quien conversamos, era también un entusiasta de Kruschev, ¿un aperturista, un reformista tímido? En sus declaraciones de ahora, Gorbachov sostiene que habría que abandonar "la lógica de las acusaciones mutuas y las sanciones". Propone, en cambio, reanudar el diálogo entre el Occidente liberal y el Este ruso, heredero todavía, en alguna medida, del viejo bloque. Parece una visión demasiado optimista. Pero el ex gobernante señala que la Rusia de Putin ha renunciado a tomar medidas de respuesta contra el último paquete de sanciones de Occidente a propósito de Ucrania. Es un punto válido. Un tema para nuestra revisión y nuestra reflexión.

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