Oswaldo Álvarez Paz
Cuando uno profundiza sobre las posiciones públicas y las actitudes de dirigentes del llamado sector democrático del país, es fácil detectar un drama existencial tremendo. Con muy pocas y honrosas excepciones, la debilidad de los pronunciamientos o el mantenerse aferrados a lo formal y circunstancial, proyectan la imagen de trabajar más para convivir con el régimen que para lograr un cambio radical y profundo como paso indispensable para la reconstrucción nacional. Específicamente la MUD debe cerrar el puño y dejar de pegar con la mano abierta, entendiendo que la naturaleza del problema trasciende lo electoral. Lo que están en juego son un conjunto de principios y valores que no menosprecian lo electoral, pero no pueden diluirse e incluso desaparecer ahogados en el mar de lo estrictamente electoral, normalmente guiados por intereses personales o de grupo.
Estoy convencido de que este régimen no tiene, ni tendrá arrepentimiento, ni propósito de enmienda y mucho menos dolor de corazón mientras exista. No habrá rectificaciones. Al contrario, profundizará las acciones para incrementar el control total del país, de la política y de las informaciones, de las riquezas naturales, de la economía y del poco o mucho dinero y del crédito existentes, hasta sumir en el pesimismo acobardado a las mayorías temerosas ante la represión, la ruina, a la pérdida de la libertad e incluso, hasta de la muerte.
También estoy convencido de que esas mayorías, civiles y militares, mantienen viva la esperanza de contar con verdaderos líderes que asuman la responsabilidad de organizar y dirigir la lucha por el cambio. A unos cuantos de quienes así actúen, les espera lo inevitable. La cárcel, la muerte, en el peor de los casos, pero también la posibilidad del triunfo y la satisfacción del deber cumplido encabezando la liberación nacional.
Tenemos que enfrentar un grave problema cultural de muchas personas. Debemos despertar en ellas espíritu de superación permanente, elevar su dignidad, querrán vivir mejor y así, nadir podrá someterlos.
La actitud que mantengo incomoda a bastantes amigos y compañeros de ruta a lo largo de los años. Pero no trabajo para ser consecuente con lo que he hecho, bueno o malo, en palabras y acciones, sino para ser consecuente con la verdad, como lo veo en la hora actual.
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