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Laureano Márquez
Camarada Dios:
Esta semana me reuní con el Santo Padre Francisco. A la salida de la
reunión le dije al primer ministro Renzi que: “si el Papa sigue
hablando como lo hace, tarde o temprano voy a empezar a rezar de nuevo
y volveré a la Iglesia católica, y no estoy bromeando”. Como soy un
hombre de palabra y en verdad no estaba bromeando, y también como S.S.
el Papa ha cumplido su parte, he decidido comenzar hoy.
La verdad es que no sé por dónde empezar; desde los viejos tiempos del
colegio jesuita en el que tanto mi hermano como yo tuvimos la fortuna
de estudiar, no había vuelto a rezar. No quería abordar la tarea
repitiendo fórmulas establecidas, sino con una oración personal, como
quien habla con un camarada, que es como dicen los teólogos que debe
ser la auténtica oración. La vida da tantas vueltas, camarada Dios…
¿Quién me iba a decir a mí que, después de tantos años de
anticlericalismo, sería la mediación del heredero de Pedro la llave
que nos abriría un acuerdo con los Estados Unidos, el inefable enemigo
de nuestro principal aliado? La verdad es que aquellas palabras de san
Juan Pablo fueron premonitorias: “Que Cuba se abra al mundo y el mundo
se abra a Cuba”. Yo creo que él desde el cielo ha estado metiendo su
mano en todo esto.
Dame fuerzas, porque la tarea no es fácil. A veces mi hermano no
entiende. Yo trato de no amargarle la vida con temas innecesarios.
Como vio las imágenes con el Papa y se inquietó, yo le dije que era un
amigo santero cubano de Roma. Una mentirita blanca –nunca tan bien
dicho- y piadosa que espero no me tengas en cuenta porque mi hermano
no está como para darle disgustos.
Es increíble lo que la formación de los primeros años hace en uno. Con
el Papa sentí que hablábamos de jesuita a jesuita. Nos entendimos a la
perfección. Imagínate que hasta pensé en devolverles a los maristas la
cárcel para que vuelva a ser colegio, porque digo yo: si mi formación
jesuítica ha obrado el milagro en mí, por qué no brindarles la misma
oportunidad nuevamente a mis compatriotas. Claro que mi interés
principal en todo esto no es la Compañía de Jesús, sino las otras
compañías, que ahora se pelean por venir a invertir en la isla. Esta
semana misma vino el presidente de Francia. Todos saben que aquí
tienen garantizadas muchas cosas. Saben que nunca haremos con sus
empresas lo que les hemos recomendado a los venezolanos que hagan
allá. Perdóname esa también, camarada Dios, pero cada gobernante debe
velar por su propio pueblo. De hecho, en este momento un florecimiento
de Venezuela sería contraproducente para nuestro proyecto. De todas
maneras, eso no va a pasar y sé bien por qué te lo digo.
Me gustaría volver al redil. Con razón dice Lucas que “Habrá más
alegría en el Cielo por un solo pecador que se convierta que por
noventa y nueve justos que no necesiten convertirse”. Bueno, me
imagino que hoy estarás contento. Nuestra conversión es profunda y
honesta; queremos tomar el camino del bien. Dicen también que Dios
escribe derecho sobre renglones torcidos. Quizá era necesario dar esta
larguísima vuelta. Nosotros los Castro no tenemos prisas; nuestra
virtud ha sido la paciencia y gracias a Ti tenemos salud y vida para
reinventarnos.
He pensado seriamente, si algún día lejano del futuro decido abandonar
la presidencia, en retirarme a un monasterio y dedicarme al ora et
labora, porque en verdad le estoy agarrando el gustico a esto de
hablar contigo. Sé que parte importante del orar es pedir perdón.
Quisiera hacerlo para que la oración fuese completa, pero la verdad no
se me ocurre nada por lo cual pedir perdón. Bueno, me despido; para
ser la primera tenida, ha sido larga y buena. Si necesitas algo,
camarada Dios, no dudes en hacérmelo saber.
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