ELÍAS
PINO ITURRIETA.
La reacción de la sociedad ante
la conducta del gobierno no ha dejado de sorprender a quienes quieren o esperan
movimientos enfáticos. No es posible, se escucha en las tertulias y en las
ocasiones que se ofrezcan, la pasividad o la indiferencia de la gente ante las
urgencias que la oprimen. Según los analistas de sobremesa, o de acuerdo con
otros opinadores más acuciosos, la violencia, las colas en las puertas de los
mercados, el deterioro de los servicios de salud, la corrupción y el discurso
estéril del oficialismo, no reciben la contestación que merecen. Se va del
asombro a la crítica ante lo que parece una indiferencia incomprensible. Nadie
hace nada significativo frente a los desmanes y la incuria de los mandones,
concluyen. ¿Cosa extraña? Tal vez no estemos frente a un fenómeno inusual, de
acuerdo con lo que se tratará de plantear a continuación.
Los que se impresionan ante lo
que parece un desdén insólito deben saber que topan con una forma de no
reaccionar, o de escurrir el bulto, que ha sido común en Venezuela desde
antiguo. Como se nos ha dicho en la letra del himno nacional que somos el
“bravo pueblo”, juramos que no existe una colectividad más aguerrida en la
defensa de sus derechos y en la lucha contra las injusticias, en la batalla
contra las dictaduras. Pero sobran las evidencias para señalar lo contrario,
con el perdón de los autores de la venerada canción patriótica. Un vistazo de
las formas medrosas y aún complacientes o bobaliconas de actuar frente a las
autocracias desde el siglo XIX, conduce a comentarios más ajustados a los
rasgos de una ciudadanía que no ha sido ejemplo de valentía frente a sus
opresores.
Bastó un ataque del Congreso en
1842, una sola muestra de colmillos afilados, para que se apagaran los humos
levantiscos del pueblo que se estrenaba como republicano. Diez años vergonzosos
de gobierno familiar dan cuenta de la sumisión popular en sentido general. Solo
unos cuantos valientes se atrevieron entonces con “movimientos fusionistas” que
carecieron de soporte social. Después el guzmancismo debió lidiar con
alzamientos de caudillos condenados al fracaso, mientras el pueblo que había
leído de derechos ciudadanos y se había entusiasmado con la creación de
partidos políticos y había contemplado o padecido la sangría de la Guerra Federal,
bajaba la cabeza ante uno de los regímenes más groseros en su vanidad y en su
prepotencia. Si señalamos la excepción de un grupo de muchachos llenos de
ensueños y de una veintena de autores sin lectores, no aparecen dígitos
favorables en las cuentas del “bravo pueblo”. Mientras una sucesión de
administraciones grises se estableció como por inercia, una fracción de la
sociedad se atrevió a seguir el llamado de unos hombres de armas sin ideas en
la cabeza para facilitar el estado de postración panorámica y de abandono del
republicanismo que caracterizo el siglo en sus postrimerías.
Venezuela de rodillas ante Gómez
es el caso más escandaloso de abyección, de negación de ideales cívicos y
patrióticos. Nos regodeamos hoy en el recuerdo de la Generación del 28, quizá
porque sea lo único digno de memoria en un lapso de 27 años caracterizado por
el encierro de un centenar de hombres valientes, pero viejos y cansados, que
pagaban su arrojo en La Rotunda mientras los intelectuales hacían la apología
del Benemérito con la complacencia o el silencio de las mayorías. Ese tiempo de
dolor y barbarie, de latrocinios e ignorancia, de oscuridad sin paliativos,
contó con la compañía del “bravo pueblo”. Peor todavía: en la actualidad
abundan las anécdotas benévolas y las reminiscencias pintorescas de lo que fue,
para general desdicha, una caverna habitada por millones de personas.
En los sucesos posteriores
tampoco se caracterizó la sociedad por el compromiso con eso que llamamos con
pompa “grandes causas”, con el credo de los padres fundadores, con la fe en una
sociedad de hombres decentes y esforzados, asunto que se tratará en el artículo
del próximo domingo antes de ponerse a meter el dedo en la llaga de la
pasividad de nuestros días frente a los desmanes del chavismo, como hacen los
opinadores mentados al principio. ¿Acaso no sigue el pueblo la corriente de sus
antecesores?
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
No comments:
Post a Comment