MARCELINO
BISBAL.
En
astrofísica se ha desarrollado una teoría que se ha dado en llamar “teoría del
caos”, la cual ha originado todo un estudio acerca de las irregularidades y el
desorden en que se encuentra el universo como parte de la realidad. En la
naturaleza, por supuesto que en la vida como un todo, existen irregularidades y
fenómenos complejos que hacen que nuestra percepción de las cosas resulte
inacabada, por decir lo menos. En tal sentido, se ha configurado una disciplina
que propone estudiar la existencia desde un nuevo modo que consiste en aceptar
al mundo tal cual es y tal cual se nos presenta.
Desde la
Caología, así se le llama al estudio del caos, el mundo visto como sistema es
caótico, flexible y no lineal y está impregnado de caos ordenado. Conceptos
como la no linealidad, el efecto mariposa y la complejidad de la vida y su
conocimiento constituyen categorías, mejor paradigmas, para entender y explicar
el orden como un desorden armonioso. La película El efecto mariposa escrita
y dirigida por Eric Bress es una buena muestra del intento de explicar, en
imágenes, lo que nos plantea esta teoría: “El aleteo de una simple mariposa
puede provocar un tsunami al otro lado del mundo”.
Carlos
Monsiváis en un excelente libro de crónicas, Los rituales del caos,
nos dice que en este se inicia el perfeccionamiento del orden. Si esto en algún
momento, en relación directa con el universo-mundo, fue y pareciera ser
cierto, en la realidad venezolana ha dejado de serlo. ¿Se puede
extrapolar la teoría del caos para explicar nuestro caos? ¿Podemos aceptar
nuestro desorden, nuestro caos tal como se da, renunciando a la ilusión de un
mejor país como realizable y previsible?
En estos
diecisiete años del gobierno, primero con Chávez y ahora con Maduro, la vida
del país se ha convertido en un “feroz desorden”. Desde el poder se ha venido
imponiendo la raíz de ese desorden, de la improvisación y de la incapacidad
llevada a extremos inimaginables: proyectos que han ido y venido; políticas
públicas que se contradicen entre sí; planes que no atienden al mínimo sentido
común; la improvisación como método para atender las urgencias; los operativos
que confluyen en las llamadas misiones llenas de voluntarismo pero de mucha
incapacidad para atender las realidades; la creación de nuevos poderes públicos
como intento de refundar al país; la ideología como instrumento para explicarlo
todo y polarizar, incluso para producir exclusiones y marcar diferencias… En
fin, esos rituales marcados políticamente han servido para mostrarnos el
fracaso rotundo del régimen. Otra vez el mexicano Monsiváis acude para que
intentemos entender: “El desorden se aquieta, las multitudes admiten las
disciplinas del pasmo, y tiene lugar la mezcla perfecta de imposición
autocrática y nivelación democrática”.
La
antropóloga Paola Vásquez nos ofrece una gran investigación para que podamos
explicarnos la tragedia de 1999, en el momento mismo en que Hugo Chávez salía
triunfante por la aprobación de la nueva Constitución, cuando se dio el llamado
deslave por las copiosas lluvias que se precipitaron desde el 11 de diciembre.
Aquello fue nombrado por los medios y el discurso presidencial como “La
tragedia”. El estudio se tituló Poder y catástrofe. Venezuela bajo la
tragedia de 1999(Editorial Taurus, 1999). En la investigación la
antropóloga demuestra, entre muchos aspectos, “la manera en que se atribuyen y
distribuyen las responsabilidades en las instituciones del Estado” y “la
justificación política de la militarización”.
Desde ese
trabajo pudiéramos entender lo ocurrido la semana que ha transcurrido en la carretera
Panamericana. Estas son las imágenes vistas:
–Jueves
23 de julio. A la altura del kilómetro 4. Un grupo de familias portaban una
pancarta: “Presidente Nicolás Maduro, nosotros lo apoyamos con el voto. Están
montados ahí gracias a nosotros. Pedimos su ayuda”.
–Viernes
24 de julio. Funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana, del Servicio
Bolivariano de Inteligencia, de la Guardia Nacional Bolivariana y gran cantidad
de maquinaria pesada se hacen presentes para proceder al desalojo. No hay paso
hacia Caracas. Los vecinos del lugar, El Cují, manifiestan por la acción
llevada a cabo y se niegan a ir a los refugios. Desde el poder se les llama
“ocupantes ilegales”. El operativo responde a la Operación Liberación del
Pueblo que adelanta el Ministerio de Interior y Justicia. Estábamos celebrando
448 años de la fundación de Caracas, además del natalicio de Simón Bolívar.
–Sábado
25 de julio. Sigue cerrada la carretera Panamericana. Despliegue del Ejército,
Infantería de Marina, GNB, PNB, Sebin… Camiones militares, tanquetas
antimotines… Habitantes del lugar y desalojados observan impasibles la escena.
No pueden hacer nada, sino mirar cómo las paredes y techos de sus viviendas son
destrozadas y ruedan por la montaña. La gente no renuncia a su espacio, no tienen
otro sitio adonde ir, y en rigor, no quieren ir a otro sitio.
Aludamos ahora a un
intento de comprender:
–Estos
“ocupantes ilegales” están en el lugar desde hace seis años. Se instalan
allí con apoyo de las autoridades. Se les hizo vías de acceso, escalinatas,
terrazas… Las autoridades estaban al tanto del surgimiento de ese barrio. Se
les dejó construir viviendas bien edificadas. Hasta tenían legalizado su
consejo comunal, Emmanuel.
–Algunos
testimonios de los desalojados: “Esto nos agarró por sorpresa a todos los
vecinos, pues somos una comunidad organizada como lo establece la Constitución.
Nos parece muy extraño la medida, venga de donde venga, no sabemos quién la
tomó”. Otro habitante: “Nunca se sentaron a conversar con nosotros. Aquí
hay muchos niños… A las mujeres nos han agredido y se las llevaron presas por
defender lo que es nuestro”. Uno más: “Se están llevando a las familias
engañadas y luego la GNB dice que no les sale refugio porque nos califican de
invasores”.
–La voz
oficial. La del ministro del Interior, Justicia y Paz: “Estos despliegues,
apegados a las leyes, son para la protección de los ciudadanos. Este es un
trabajo pueblo-pueblo; pueblo-soldado, contra las bandas criminales que atentan
contra la paz, el amor y la fe”. También se ha dicho que los terrenos serán
utilizados para el proyecto de construcción del Parque Hugo Chávez Frías.
¿Por qué
ese ensañamiento? ¿Por qué se les dejó invadir unos terrenos? ¿Por qué se les
ayudó y aupó desde instancias gubernamentales? ¿Qué ocurrió ahora para llevar a
cabo tal operativo militarizado? ¿Por qué se aludió a temas como la seguridad,
la protección, la reubicación? ¿Por qué?
Cualquier explicación resulta
incierta. Lo que sí está claro es que la teoría del caos no funciona para
explicarnos y descifrarnos este des-orden militarizado que nos gobierna a los
venezolanos. Estas escenas que se dieron en la carretera Panamericana y las que
se darán en los meses y días siguientes, nos están hablando de aquello que nos
dice la canción de Héctor Lavoe: “Todo tiene su final, nada dura para siempre,
tenemos que recordar que no existe eternidad”.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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