EN: http://konzapata.com/2015/07/maduro-le-tiene-pavor-a-la-venganza-de-los-electores/
Por Gloria M. Bastidas @gloriabastidas.
Son perros y gatos. Se repelen. Se engrinchan cuando se ven uno al otro. Un
polo está representado por el gobierno y el otro, por la oposición. ¿Qué puede pasar con ellos cuando se suban al
ring el próximo 6 de diciembre? Que puede haber una sobreproducción de adrenalina. Que las hormonas pueden
pasar a ser más importantes que los cuadernos electorales. Que la pasión puede imponerse a la razón. Esto no es
solo una presunción: está medido. Claro, no está medido en términos tan biológicos, porque las encuestadoras no
suelen calibrar las manifestaciones del sistema nervioso. Son muy formales. Pero sí, está medido. La tarea la hizo
Datanálisis en su encuesta del pasado mayo.
Datanálisis formuló una pregunta muy interesante en su sondeo. Tiene que ver con el reconocimiento de las partes
(chavismo y alternativa democrática) frente a una eventual victoria de su contrario. Los resultados fueron los
siguientes: 43 por ciento de los encuestados piensa que la oposición no reconocerá el triunfo del oficialismo, en tanto
que sólo un 37,7 por ciento piensa que sí lo reconocería y un 19 por ciento no sabe o no responde. Visto desde otra
perspectiva, desde la óptica contraria: 52 por ciento piensa que el oficialismo no reconocerá el triunfo de la oposición,
mientras que 29,3 por ciento asegura que sí la reconocerá y 18,5 por ciento no sabe o no contesta.
La lectura general de la variable que Datanálisis analizó es una sola: la desconfianza es mutua. Está en las dos
aceras. Y la gente, dotada de un instinto que no falla, así lo percibe. Los encuestados sienten que esta es una pelea
de perros y gatos. Una pelea de perros y gatos y no una elección. Hay algo de eso. De allí que la observación
internacional calificada sea tan importante de cara a la puja del 6D. Este es un mecanismo que persigue, justamente,
tratar de transmitir seguridad a quienes se lanzan al ruedo para que, más allá de la adrenalina, sientan que hay un
ente capaz de ver la disputa con equilibrio y con distancia.
Pero Maduro se niega a que el proceso sea vigilado por los organismos internacionales calificados: la OEA y la Unión
Europea. Si esta es una pelea de perros y gatos, la pregunta lógica es por qué se niega. Se niega —esto es una
perogrullada— porque ese es un árbitro al que él no controla. Ni él ni su gobierno. La jurisdicción de Maduro se limita
al plano interno. Su ámbito de acción se llama CNE. Es en ese territorio donde reina. Donde su palabra es Ley. Por
eso la mayoría percibe que, si ganara la oposición, el gobierno no reconocería el triunfo. Porque,para la gente, el CNE
es el gobierno.
Ahora, ¿qué es lo que tiene que esconder Maduro para que le tema al escrutinio internacional de las elecciones? ¿A
qué le teme? También es una perogrullada: le teme a la derrota. Maduro no quiere la vigilancia de la OEA y de la UE
porque sabe que el PSUV saldrá derrotado el 6D. Pero podemos expresar esta idea en términos más sosegados
(hablando de adrenalina) y menos triunfalistas: Maduro no está seguro del triunfo del chavismo en las legislativas. Y
en función de esa premisa, actúa.
No quiere correr riegos. Ni él, ni Diosdado Cabello, ni la élite dominante. Y la vigilancia calificada del proceso (el
escrutinio no se limita al día del acto electoral: incluye el antes y el después) es todo un riesgo. Es todo un riesgo
porque las cosas no están bien para el gobierno y, aunque partiéramos de la base de que hoy el chavismo fuese
mayoría de cara a las parlamentarias, en unos dos meses podría perfectamente no serlo porque el país es un
hervidero. Un caldo de cultivo.
Maduro no puede amarrarse a un monitoreo internacional si desconoce cómo evolucionarán los números de aquí a
diciembre. Y para que las misiones de la OEA y de la UE puedan venir hay un cronograma que respetar. Capriles
habló de la fecha tope del 30 de septiembre para que las delegaciones puedan ser destacadas en Venezuela. ¿Quién
le garantiza a Maduro, en el supuesto de que el chavismo fuese mayoría hoy, que de aquí a octubre o a noviembre la
aritmética no le jugaría una traición? Así que es mejor cubrirse las espaldas. Y tachar al secretario general de la OEA,
al otrora camarada Almagro, de traidor.
Cómo no va a ser traidor Almagro si lo que la OEA puede llegar a presenciar en Venezuela el 6D es que la gente, en
las urnas, ratifique lo que están gritando las encuestas. Y lo que las encuestas sugieren es que en las parlamentarias
privará el voto castigo. La venganza será una palabra clave.
El votante ajustará cuentas con un gobierno incapaz, que ha destruido el valor de la moneda y que lo ha metido en
una espiral de colas y de inseguridad. Lo que está por venir en las urnas electorales es un escenario al estilo de El
conde de Montecristo. El pueblo se desquitará con el voto. Con la tinta indeleble. Y Maduro le tiene fobia a eso. Fobia
a que le pasen factura por su pésima gestión y fobia a que los veedores internacionales certifiquen que lo que por
ahora es un mero número en los sondeos se convierta en una aplastante realidad electoral y no haya forma de
maquillarla ni de revertirla.
Maduro proscribe la observación internacional porque el proyecto chavista detesta la alternancia y lo que está en
juego el 6D es, precisamente, la posibilidad de que en el país se generen las condiciones para un cambio político, sin
que ello implique, para nada, la extinción del PSUV, sino un reacomodo de fuerzas en el tablero del poder. Que
vengan a Venezuela misiones de la OEA y de la UE implica, de facto, abrir las compuertas para que ese reacomodo
de fuerzas sea factible y cuente con la bendición de la comunidad internacional. Semejante ceremonia, desde luego,
constituye una verdadera herejía para el catecismo chavista, que se niega a la cohabitación y ejerce el mando de
manera omnímoda.
¿Qué es lo que dicen las encuestas para que activen la adrenalina de Maduro y lo obliguen a descartar con tanta
vehemencia la vigilancia internacional de las elecciones?
El sondeo de Datanálisis que mencioné al comienzo de esta nota, señala que la intención de voto para las
parlamentarias favorece ampliamente a la oposición, que tiene 56 por ciento de respaldo, mientras que el oficialismo
cuenta con 30 por ciento y hay una franja de 14 por ciento que corresponde a los independientes. La encuesta
también indica que 84,3 por ciento evalúa la situación del país de manera negativa, 68,8 por ciento desaprueba la
gestión de Maduro y 83 por ciento se queja por el tema del desabastecimiento de alimentos. Por supuesto: estos
números no son como para que Maduro pida a gritos la observación internacional.
La reciente encuesta de Venebarómetro (el trabajo de campo fue realizado entre el 28 de mayo y el 11 de junio por
el Instituto Venezolano de Análisis de Datos, IVAD) tampoco resulta alentadora para el Gobierno. Cuando a los
encuestados se les conmina a que digan por quién votarán el próximo 6 de diciembre, 41,8 por ciento asegura que
por candidatos de la oposición y 22,1 por ciento sostiene que por candidatos del gobierno. Cierto: hay un importante
segmento de 20,6 por ciento que todavía no sabe por quién votará o que no responde. Pero vuelvo a lo mismo:
Maduro no quiere correr riesgos. No es lo mismo voto amarrado que voto por conseguir. Y como los votos no están
amarrados, mejor evitar el monitoreo calificado e imparcial de los comicios porque no se puede adivinar el futuro.
Venebarómetro también hurgó en cuáles son los principales problemas que aquejan a la gente. De los mil doscientos
encuestados, 74 por ciento considera que su principal problema es el desabastecimiento y la escasez de alimentos; el
segundo lugar en orden de importancia en cuanto al problema que los aqueja es para la inseguridad (eso opina el 73
por ciento); y el tercer problema en jerarquía es el alto costo de la vida, según el 43 por ciento de los entrevistados.
Tampoco estos datos son como para que Maduro vea con buenos ojos la observación internacional. Porque esos
números insinúan que la gente, agobiada, se desquitará el 6D.
Y la otra encuestadora que pinta un panorama delicado para el chavismo es la oficialista GIS XXI. El periodista Juan
Carlos Zapata citaba las cifras, que ahora se mantienen prácticamente bajo secreto de Estado, esta semana. Según
GIS XXI, 77 por ciento de los encuestados admite que la situación política es mala y apenas 23 por ciento de ellos se
declara progobierno. Por supuesto: tampoco este sondeo puede motivar a Maduro para que le dé la venia al
monitoreo internacional de las elecciones pautadas para el 6D.
Maduro le tiene pavor a la venganza de los electores. Sabe que El conde de Montecristo saldrá a votar el 6D. Y los
Edmond Dantés, que es como se llama el personaje de la novela de Alexandre Dumas, ya no sólo están en la acera
de la derecha apátrida: también brotan de las filas del propio chavismo.
Claro que no. Mejor será que Almagro no presencie este ajuste de cuentas. Maduro —hay que reconocerlo— tiene
pudo
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