Oswaldo Páez Pumar
El desmoronamiento de la economía venezolana no se origina en la supuesta guerra económica que contra nosotros ha desatado el ‘imperio’, ni la caída de los precios del petróleo es parte de esa fantasiosa guerra. La causa es la destrucción del aparato productivo del país, tal como ocurrió en Cuba en la década de los sesenta, sin que el ‘bloqueo americano’ sea parte de otra guerra anterior, no por más antigua menos fantasiosa.
Desde que el difunto inmortal anunció su deseo por alcanzar “el mar de la felicidad” que rodea a Cuba, nos estaba proponiendo convertirnos en isla; y como físicamente le resultaba imposible optó por aislarnos. Por supuesto no es una tarea que se realiza de un día para otro y en el empeño ya han transcurrido 16 años y medio, los últimos dos y medio con el usurpador en el timón que ahora nos anuncia que la frontera está podrida.
La podredumbre es la causa aparente de su decreto del estado de emergencia y del cierre de la frontera con Colombia en los confines del Estado Táchira con el Departamento Norte de Santander, pero el teniente Cabello amenaza con cerrar otras zonas fronterizas; y la ministra de RREE pide a Colombia que “presente un plan acucioso de soluciones a los problemas que afectan a Venezuela”.
No se necesita más, a confesión de parte, dicen los juristas, relevo de pruebas. Salvo la estupidez de cerrar toda la frontera, que por supuesto no es sino una fanfarronada totalmente descabellada como su proponente, el gobierno le pide a Colombia que presente ‘un plan acucioso de soluciones’, que es como decir, no sabemos qué hacer para enfrentar el problema salvo atropellar a sus paisanos, dígannos cómo podemos salirnos de este enredo.
Las soluciones son simples. En el fútbol no juegan los mochos, ni en el béisbol los mancos. La política económica no la pueden conducir sino quienes entiendan que las leyes de la economía no dependen de la voluntad de quien ejerce el poder. Es un concepto sumamente simple pero paradójicamente muy difícil de entender para quienes confunden gobernar con mandar.
El usurpador arremete contra sus paisanos porque no sabe qué hacer ante la realidad y quiere evadirla. La soldadesca, que también ignora que hacer, lo sigue. Y es tan sencillo. Renuncia. Renuncien.
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