EN : http://konzapata.com/2015/09/maduro-baila-sin-alma-porque-no-tiene-biografia-ni-lugar-de-nacimiento/
Se ignora el lugar de su nacimiento no solo porque podría inhabilitarlo para
ser Presidente de Venezuela (qué les hubiera costado ponerle un parche a la
Constitución o arrancar las hojas donde se condiciona el coroto a la obligación
de nacer en el territorio), sino porque ese dato va amarrado a otro secreto,
que se quiere mantener en la sombra a toda costa.
Por Milagros Socorro @MilagrosSocorro.
Maduro baila como gobierna. No baila. Pero no es solo que no tiene gracia,
que carece de oído (tanto rítmico como melódico), que es evidente que la música no lo conmueve, ni lo anima, ni lo
conecta con algo en su espíritu, por nimio que fuera.
El punto es que Maduro baila como hace todo: sin convicción, sin alma, sin poner en marcha algo personal, algo
vinculado con su marco mental, con su horizonte de expectativas, con una línea de acción donde se recortara su
memoria, sus valores, sus anhelos y sus ambiciones.
Maduro no tiene nada de eso. Es como el muñeco de Toddy, sin marcas, sin fuego vital, sin una cartografía
discernible en su cuerpo y, en su expresión, como deshuesado. Y así baila. Así gobierna.
Poco más de una semana después de que Maduro decretara el cierre de la frontera del Táchira con Colombia,
registradas ya dolorosas escenas de expulsión y desgarramiento, casas marcadas por la ignominia y familias forzadas
a dejar sus hogares para marchar al país vecino a través del río Táchira montó un acto de masas en apoyo a las
deportaciones. Y en la tarima hizo tocar a un conjunto de música colombiana. Entonces hizo ese amago de cumbia,
evidencia de que su alma es sorda (y prueba, por cierto, de que la pareja presidencial no suele bailar. No juntos).
La palabra “mampleto” fue rescatada de golpe. Y del desván del castellano de Venezuela saltó a las redes sociales.
Es posible que si Maduro se hubiera bregado la posición que detenta sería más ágil, menos mampleto. No hay duda
de que la lucha en el seno de los partidos para cincelar un liderazgo, competir con los compañeros y escalar
posiciones tiene por fuerza que dotar al cuadro de una complexión más consistente. “Cachete flojo”, lo apodó la
comediante Vanessa Senior, en alusión a esa ausencia de densidad que exhibe el jefe del Estado.
Si el golem se viera conminado a la danza no hay duda de que lo haría como Maduro. Recordarán que el golem es un
personaje del folclore judío. Es una especie de autómata fabricado a partir de barro o arcilla. Por lo general, lo
representan como un coloso de piedra, pesado y carente de inteligencia, controlado (o que debería estarlo) por su
creador. Maduro no siguió la ruta previsible de los políticos dentro de las organizaciones, sino que fue izado por la
voluntad del endiosado Hugo Chávez, a quien le bastó señalar al grandulón para dejarlo ungido. Así llegó Maduro a
ser Presidente de Venezuela. Sin más mérito que la preferencia del líder moribundo. Y dicen los conocedores del
PSUV y sus meandros que la selección más que de Chávez fue de los Castro, que veían en el goliat una pieza más de
su engranaje.
Pues bien, así baila Maduro. Como si el acordeón desatara una estampida de mínimas criaturas que él debe aplastar
a pisotones. No hay que descartar esta tesis. El desastre de la frontera del Táchira es un ardid político, eso seguro;
pero sobre todo es un síntoma. Maduro no tiene ideas, pero sí fantasmas. No tendrá gran discernimiento, pero sí
grandes sufrimientos. Y sus tensiones internas pasan por Colombia. Más específicamente, por Cúcuta. Ahí se alargan
los espectros que Maduro quisiera disolver a zapatazos.
Alguien comentó, al ver aquel patético simulacro de cumbia, que a Maduro no lo habían “bailado de chiquito”. Cómo
saberlo. Maduro no tiene biografía y en su lugar palpita un misterio. O varios. No es únicamente dónde nació. Se
ignora el lugar de su nacimiento no solo porque podría inhabilitarlo para ser Presidente de Venezuela (qué les hubiera
costado ponerle un parche a la Constitución o arrancar las hojas donde se condiciona el coroto a la obligación de
nacer en el territorio), sino porque ese dato va amarrado a otro secreto, que se quiere mantener en la sombra a toda
costa.
Entretanto, el “baile” de Maduro persiste en la senda del chavismo: todo es falso. ¿En Venezuela hay inseguridad
ciudadana? Qué va, eso es una impresión. ¿Hay inflación? Murmuraciones de los apátridas. ¿La población está
castigada por el racionamiento y sus consecuentes colas? Invento del imperio. ¿Los precios del petróleo van pa’l piso?
Maquinaciones de la derecha. ¿Pero antes estaban altísimos? Logro de Chávez. ¿La economía de Venezuela es un
desastre? Vainas de Uribe. ¿El consumo de alimentos ha descendido de forma alarmante? Guerra económica. ¿El
chavismo es una máquina de corrupción? Somos revolucionarios…
La cumbia anémica revela también la paradoja. Maduro podría salir de escena no con el estrépito que suele rodear el
fin del golem, sino, por el contrario, su caída podría ser como la de las ninfas del nado sincronizado, no más que una
leve irisación. Apenas unas gotas indicativas de que el océano se ha tragado el leviatán.
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