MOISÉS
NAÍM
América Latina ha pasado de un
periodo prodigioso a uno peligroso. Entre 2004 y 2013 la región vivió un
periodo de extraordinario crecimiento económico y progreso social. Fue una
etapa prodigiosa que, lamentablemente, ha sido seguida por un periodo en el
cual están en peligro de perderse muchos de los avances que se alcanzaron en
los años de bonanza.
2015 es el quinto año consecutivo
en el cual la tasa de crecimiento económico de América Latina es inferior a la
del año precedente. Y entre 2010 y 2015, las economías de la región se
expandieron en promedio tan solo a 40% del ritmo al cual crecieron entre 2003 y
2010.
Inevitablemente, estos reveses
económicos y sus consecuencias sociales tendrán importantes impactos en la
política. En algunos países el deterioro económico creará bienvenidas
oportunidades para reemplazar a jefes de Estado y grupos políticos que llevan
más de una década en el poder. En otros, la mala situación económica
nutrirá el conflicto social, la parálisis gubernamental y una perniciosa
inestabilidad que, a su vez, planteará importantes incógnitas políticas.
La situación en la cual un
periodo de gran auge económico es seguido por una súbita y dolorosa caída de la
economía, no es una experiencia nueva para América Latina. Por el contrario, es
un evento recurrente: estadísticamente, esta es la región más volátil del
mundo. Pero el actual episodio en el cual un boom ha sido suplantado por un
período de bajo o nulo crecimiento económico, devaluaciones de la moneda, más
desempleo, recortes al gasto público y caída en los ingresos de la gente, tiene
características nuevas.
Una de estas novedades es que el
auge fue más pronunciado y tuvo un más amplio y más beneficioso impacto sobre
los más pobres. Según José Juan Ruiz, economista jefe del Banco Interamericano
de Desarrollo (BID), el relativamente alto crecimiento económico que tuvo lugar
durante el periodo prodigioso se tradujo en más avances sociales que en el
pasado o que en otros países emergentes. Antes, el mayor crecimiento económico
ayudaba a mejorar las condiciones de los que menos tienen, pero nunca tanto
como ocurrió recientemente. Otra novedad es que durante este periodo por
primera vez se registraron significativas reducciones en los altos índices de
desigualdad económica de América Latina.
Los gobiernos utilizaron la
bonanza económica producida por una ambiente financiero externo favorable y el
aumento de los precios de las exportaciones de materias primas y productos
agrícolas para financiar programas sociales más abundantes y más eficientes.
Según cálculos del BID, entre 2005 y 2012 el gasto público en políticas
sociales aumentó a un ritmo que duplicaba la tasa de crecimiento
económico de la región y pasó del ser 5% del tamaño de la economía a
19%.
Gracias a todo esto, durante el
periodo prodigioso la población en situación de pobreza cayó de 34% a 21%
y se formó la clase media más numerosa que jamás ha existido en América Latina.
Actualmente un tercio de los latinoamericanos pertenece a la clase media (en
1990 era 17%). Y es esta nueva, amplia, pero aún económicamente precaria clase
media la que está en peligro de dejar de serlo al verse empujada a vivir de
nuevo en condiciones de pobreza. Políticamente, esto es tanto inédito como
explosivo. La reacción de esta nueva clase media, más numerosa, empoderada,
activada, conectada y con mayor capacidad para organizarse ya está creando
enormes retos para los gobiernos que deben responder a la nueva y más difícil
situación económica.
Las expectativas y aspiraciones
de estos nuevos miembros de la clase media son altas y revolucionarias.
Según las encuestas de
Latinobarómetro, 50% de los latinoamericanos opinan que están mejor
económicamente y que esa mejora es permanente y se debe principalmente a su
esfuerzo personal.
Lamentablemente, pronto muchos
descubrirán que la mejora en sus niveles de ingreso no es tan permanente e
irreversible como creían. Y que su esfuerzo personal no basta para y mantener
las mejores condiciones de vida que habían alcanzado en los años prodigiosos.
Es por esto que nos vienen años
peligrosos.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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