El vicepresidente ha comunicado
su decisión desde la Casa Blanca y con el presiendet Barack Obama a su lado
El
escenario elegido y el privilegio de la compañía que le custodiaba hicieron
presagiar la decisión del vicepresidente. Joe
Biden no buscaría la nominación del Partido Demócrata para las
elecciones presidenciales de 2016. Desde la Rosaleda de la Casa Blanca y
flanqueado por el presidente Barack Obama, Biden ha anunciado este miércoles
que no entrará en campaña. Pero advirtió: "Espero hablar claramente,
aunque no sea candidato, hablaré claro y fuertemente".
Para un
hombre que acababa de decir que no iba a ser candidato, el discurso que siguió
fue el de un individuo (un partido ya más bien), en campaña. Como si hubiera
sido una declaración escrita para decir que sí, que por tercera vez iba a
aspirar a la candidatura a la presidencia, pero otras consideraciones
finalmente inclinaron la balanza hacia el no, ya fueran el duelo por la muerte
de su hijo o que para Obama no sería del todo cómodo tener a dos pesos pesados,
como Hillary Clinton y Biden, compitiendo en
unas elecciones.
"Este
país cometería un error trágico si tratamos de deshacer el legado de Obama. Los
estadounidenses hemos llegado demasiado legos para eso. Los demócratas no
deberían solo proteger y defender estos logros, deberían basar en ellos su
campaña", dijo Biden, bajo la mirada atenta de su jefe.
Alegando
que se había quedado sin tiempo, que la logística apremiaba y que, al fin y al
cabo, los caucus están a la vuelta de la esquina (febrero del
año que viene), el vicepresidente recordó que el proceso de superar la muerte
de su hijo se había acercado demasiado a la fecha de ponerse a trabajar.
"Me he quedado sin tiempo para intentar lograr la nominación", ha
lamentado el veterano político.
Casi
dolía ver hablar a Biden, porque lo que transpiraba era un político motivado,
doliente él mismo, todavía curando la herida de la familia rota, pero un
político con ganas de seguir en la lucha. Un político que llamó a recuperar el
consenso. "No creo que debamos mirar a los republicanos como enemigos. Son
la oposición, no el enemigo, y por el bien del país tenemos que trabajar
juntos", expuso el exsenador de Delaware. "¿Cómo va a funcionar este
país sin consenso? Cuatro años más de este tipo de batalla son más de lo que
puede soportar. Tenemos que cambiar esto", anunció.
La no
entrada de Biden en la reducida fotografía de los candidatos a la nominación
demócrata despeja bastante el camino a Clinton, que fue secretaria de Estado en
el primer Gobierno de Obama, y lidera las encuestas demócratas. Cuando las encuestas consideraban a Biden
candidato, este le arrebataba un buen pedazo de la tarta de votos a la
exprimera dama. El peligro Biden ya no existe para los estrategas de campaña de
la exsenadora.
Biden, de
72 años, ha intentado el salto a la presidencia dos veces. Ambas experiencias
fueron fallidas. En las elecciones de 1988 tuvo que abandonar la carrera
electoral por la revelación de varios plagios. En las de 2008 quedó eclipsado
por las candidaturas de Clinton y en última instancia el poder arrollador de
Obama.
Biden es
uno de los políticos más experimentados de Washington. Fue senador durante 36
años. Y acumula siete años como la mano derecha del presidente Obama. Quizá ese
dato tan fundamental ha jugado justo ahora en su contra. "Un debate entre
Clinton y Biden habría expuesto diferencias internas de la administración,
sobre todo en política exterior, quizá el tema más controvertido de los ocho
años de Obama", explica Hector Schamis, analista político y profesor de la
universidad de Georgetown.
"Por
la propia naturaleza de una campaña electoral, no hay manera que esas críticas
mutuas, formuladas por la necesidad de diferenciarse uno del otro [Clinton y
Biden], no hubieran terminado afectando a Obama, su gobierno y su legado",
prosigue el profesor Schamis. "Además del potencial riesgo de hacerse daño
mutuamente y terminar favoreciendo al Partido Republicano", añade.
"El presidente no podía permitir que eso ocurriera, habría sido
completamente irracional", finaliza el analista.
Su fama
de decir lo que piensa y cuando lo piensa le ha costado algún disgusto en algún
momento, incluso a la Administración. Al fin y al cabo se le considera
responsable de que Obama tuviera que pronunciarse a favor del matrimonio
homosexual porque así lo hizo él antes en nombre de la Casa Blanca.
Pero al
mismo tiempo es percibido como una persona divertida y carismática. En un
sondeo a finales de septiembre, la valoración de Biden era mejor que la de los
otros candidatos demócratas. Un 40% decía tener una opinión positiva del
vicepresidente frente a un 28% que la tenía negativa. Es decir, con un saldo
positivo de +12. En cambio, Clinton tenía un saldo negativo de -8.
Sin
embargo, una encuesta más reciente -de mediados de octubre, tras el primer
debate televisivo de los demócratas- cuestionaba la capacidad de victoria de
Biden. Solo un 30% de votantes de primarias demócratas apoyaba que se
presentara a las elecciones. Y un 15% decía que le votaría, por detrás de
Clinton (49%) y el senador independiente Bernie Sanders (29%). Tanto Clinton
como Sanders llevan meses de campaña y disponen de una sólida infraestructura
de donantes y trabajadores. Biden hubiera empezado con amplia desventaja, como
él mismo reconoció este miércoles.
La
especulación sobre si Biden optaría a las elecciones se disparó en agosto después
de que Maureen Dowd, columnista del diario The New York Times, escribiera
que el vicepresidente sopesaba presentarse debido a que se lo había pedido su
hijo Beau en su lecho de muerte, en mayo, víctima de un tumor cerebral.
Desde
entonces, Biden no confirmaba ni negaba sus intenciones. Pero sí alimentaba la
especulación constante, lanzando algunos dardos subliminales a Clinton. En los
últimos meses, el escándalo del correo electrónico de la exsecretaria de Estado
-solo usó una cuenta privada como jefa de la diplomacia y borró la mitad de sus
mensajes- ha acrecentado la imagen de opacidad y secretismo de la exprimera
dama y senadora.
Hablando
casi como un candidato, el vicepresidente destacaba los pasados días su
cercanía a Obama. “Paso, dependiendo de la temporada, entre cuatro y siete
horas al día con el presidente”, dijo en un coloquio. Y subrayó sus encuentros
con líderes internacionales, tratando de frenar una de las posibles bazas de
Clinton: “Hemos tenido dos grandes secretarios de Estado [Clinton y el actual,
John Kerry], pero cuando yo voy saben que estoy hablando por el presidente”.
La semana pasada concluía
informativamente en Washington con la información de un colaborador cercano
inclinando la balanza a favor del sí del vicepresidente. Ted Kaufman, exsenador
de Delaware y viejo amigo -además de confidente- del número dos de
Barack Obama, enviaba el pasado jueves día 15 un correo electrónico a antiguos
empleados de Biden en el que detalla una potencial campaña presidencial. Y
añadía: “Si decide competir, os necesitará a todos y a cada uno de vosotros
para … ¡ayer!”. Entonces todas lasalarmas se dispararon. Hasta hoy,
cuando se anunciaba que pasado el mediodía -hora de Washington-, Biden haría un
anuncio. Lo hizo. Las opciones de Biden a la Casa Blanca se han evaporado este
miércoles 21 de octubre.
Vía El País.
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