EDITORIAL
EL NACIONAL
Una de las cuestiones básicas de un mandatario
serio y respetuoso de los ciudadanos que están bajo su gobierno es olvidarse
del trato grosero, vulgar e insultante cuando responda a sus críticos, no solo
porque en una democracia el debate político, recio y bien fundamentado debe
estar siempre presente, sino también porque el jefe del Estado se expone a que
sus adversarios le respondan de la misma manera.
Esto lo decimos porque el señor Nicolás Maduro,
llegado a la Presidencia en circunstancias no propiamente ejemplares, se ha
referido al presidente editor de este diario, Miguel Henrique Otero, tildándolo
de “vergüenza de Venezuela”. Desde luego que, ante este ataque irracional y
disparatado, los venezolanos se han quedado de una sola pieza porque, por más
vuelta que le den a la expresión usada por Maduro, no le encuentran motivo ni
sustento.
Algunos lectores de este diario nos han hecho
llegar sus jocosos comentarios, entre ellos uno de especial perspicacia: “¿No
será que Maduro se equivocó nuevamente y se estaba refiriendo a la manera como
él gobierna a Venezuela?”. Pero más allá de la burla y la mamadera de gallo
contra Nicolás, lo cierto es que el comentario en cuestión obedece a una
percepción generalizada de que si alguien históricamente ha sido torpe e inepto
en el desempeño de la Presidencia de la República pues nadie le quita el primer
puesto a Nicolás.
Gana por varios cuerpos de ventaja, aunque también
es cierto que no todo este desastre es culpa suya sino de quienes lo pusieron
allí sabiendo que nunca daría la talla. Lo hicieron a conciencia y lo han
puesto a pasar pena, o vergüenza, empezando por quien le dio el consejo de que
contara aquello de que había hablado con un pajarito que era Chávez y que luego
le contestara silbando ante las cámaras. En todo caso el líder eterno y
galáctico jamás fue una mansa paloma, sino más bien un
gavilán.
Hay que advertir que eso de la impericia de Nicolás
no se trata de una falta de respeto a la majestad del cargo presidencial, sino
un hecho que reflejan las mismas encuestas que, a todo momento, miden el
rechazo cada vez mayor de la actual gestión presidencial. Y nadie irrespeta a
Nicolás si lo tilda públicamente de ser una persona limitada en el uso del
idioma castellano, o español.
Los ejemplos sobran y los videos también.
Insistimos en que no es su culpa porque es muy difícil estudiar y manejar a la
vez sin causar un accidente en las calles y avenidas capitalinas. Todo hay que
reconocerlo. También se debe aconsejar de buena fe a Nicolás. Por ejemplo, el
ex presidente argentino De la Rúa, cuando estaba en su campaña electoral,
acertó al admitir en una cuña una de sus fallas de carisma: “Dicen que soy
aburrido”, y ganó las elecciones. Aunque aquí en Venezuela ya es muy tarde para
enmendar los errores.
En
lo que se refiere a Miguel Henrique y a Miguel Otero Silva más le vale, y se lo
decimos, Nicolás, con todo respeto, que haga crecer su mente unos centímetros
de segundos cuando se refiera a ellos.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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