EDITORIAL EL NACIONAL
En Cuba y
Haití la gente sufre enormemente cuando se enferma o padece una dolencia que
exige una permanente medicación de control. A los haitianos, por ejemplo, no
solo les han caído unas dictaduras de padre y señor mío, sino que también por
un inmerecido castigo se ensañan con esa tierra los terremotos y los huracanes.
Con Cuba
pasa lo mismo, solo que además de los huracanes la isla carga con la mala
suerte de que, desde hace décadas, ha sido flagelada por la dictadura de
Batista y luego por la de Fidel Castro, esta última infinitamente más
devastadora que todas las anteriores.
En una de
las entrevistas que se le hicieron a Carlos Franqui pocos meses antes de morir,
este hombre que luchó en la Sierra Maestra al lado de Fidel Castro y dirigió
Radio Rebelde le confesaba a la escritora y catedrática Lillian Guerra (Letras
Libres, abril 2015. México) lo siguiente: “Para mí Fidel Castro significó
la destrucción total de Cuba. Creo que Fidel es esquizofrénico, no ve y no sabe
lo que es la realidad. Él pensaba que todo se podía cambiar y que en Cuba no
servía nada, y que había que destruirlo todo para hacerlo de nuevo. Esto
condujo a que Fidel fuera el más grande destructor de una nación”.
Agregaba
que “la historia de los sistemas totalitarios muestra que tienen una capacidad
de destrucción total. En el caso de Cuba es un sistema que primero acaba con
los que se le oponen, después paraliza todo y al final se autodestruye. Cuba
está hoy en la fase de autodestrucción”.
Algo
parecido, adicionamos nosotros, a lo que está sucediendo en Venezuela, donde la
inmoralidad en el manejo de los asuntos públicos, la corrupción y la
incompetencia generalizada, aunada con la subterránea complacencia de la cúpula
gobernante con el crimen organizado, ha hecho metástasis al interior de la
República.
Cuando a
Carlos Franqui se le pregunta la razón de la persistencia del mito de la
Revolución cubana, contesta que “las razones son las de los pueblos maltratados
durante siglos, miserables, con grandes desigualdades”. Seguidamente explica
que las revoluciones no las crean las ideologías sino “el hambre, la miseria,
la injusticia y los deseos de cambio”.
Vale la
pena recordar estos puntos específicos que constituyen en sí mismos las bases
que deben guiar la reconstrucción de un futuro para Venezuela, que ayuden a la
recuperación del prestigio y la esperanza que conlleva la práctica del poder en
una sociedad que aspira a establecer una democracia rotunda y noble en sus
intenciones de conquistar una vida mejor para toda la sociedad.
Finalmente, vale la pena recoger
una reflexión de Carlos Franqui sobre lo que nos sucede ahora: “Desaparecido el
comunismo como mito –con el fracaso soviético y las transformaciones en China–,
los caudillos y militares han descubierto una técnica que consiste en llegar al
poder con elecciones, para luego usar las nacionalizaciones y el control del
Estado con el propósito de crear una dictadura”. Los venezolanos ya hemos visto
esta película, ¿no les parece?
Vía
El Nacional
Que pasa Margarita
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