LUIS
UGALDE.
El
siguiente gobierno no debe ser antimilitar por el hecho de que el actual es
militarista. Todo lo contrario, son los militares los que deben demostrar su
civilidad democrática en correspondencia a una sociedad que les confía en
exclusividad las armas para ser guardianes del bien común. Armas que no son de
ellos, ni de los policías, como las de cualquier matón que abusa del vecino
desarmado, sino de la sociedad cuya vida garantizan y cuya confianza y gratitud
ganan por sentirse seguros y liberados del asalto traidor.
Los
militares no son extraterrestres, sus esposas e hijos sufren las mismas
penurias del venezolano cuyo bolívar de ayer hoy vale menos de un real, con la
locura de que un cartón de huevos o una lata de atún –cuando se consigue–
cuesta más que 10.000 litros de gasolina. Serán unos centenares los altos
militares que disfrutan de modo privilegiado y escandaloso de la apropiación
privada del bien público de todos los venezolanos. Por las manos de una minoría
corrupta han pasado más de 1 millón de millones de dólares, sin recibo ni obra
realizada: enormes recursos públicos de pertenencia común, apropiados por unos
pocos, en un “socialismo” al revés, que convierte lo público de todos en botín
privado de unos pocos. Mientras decenas de miles de familias de militares
honestos pasan penurias, por ejemplo, con un seguro de salud de pobre cobertura
y con ingresos, que no alcanzan para las necesidades básicas de su vida.
Todo
venezolano –también los militares– tiene derecho de soñar con una Venezuela
mejor y a haberse ilusionado con un cambio que prometía el paraíso. Lo
imperdonable sería aferrarse al error evidente y no querer contribuir a
enderezar el disparate actual que tanto sufrimiento está produciendo a 30
millones de venezolanos, con excepción de una “cúpula podrida” en el privilegio
mal habido. Está clara la falsedad de la propaganda oficial que contradice la
dura y evidente realidad cotidiana. Causas del desastre: el estatismo en
economía y la concentración anticonstitucional del poder, que ha fracasado aquí
y en todos los países donde se ha intentado. En Cuba, luego de 65 años de
dominio total, es evidente la incapacidad de producir prosperidad económica y
vida civil digna en libertad con pluralidad de opiniones y de iniciativas.
Décadas antes en decenas de países de otros continentes, el partido único
convertido en “dictadura del proletariado” mostró su verdadera naturaleza de
dictadura sobre la sociedad sometida a la penuria y al terror policial. Hoy es
necesario hablar –también en los cuarteles– con plena libertad de ese hecho evidente,
con ánimo de liberación, de superación y de unión.
Tenemos
en nuestra América ejemplos de salidas razonables y pacíficas de dictaduras
diversas. En Brasil luego de 20 años de dictadura (1964-1984); en Perú cuando
Fujimori o años antes cuando Velasco Alvarado –luego de haber creído que
la vía militarista era el camino para superar exclusiones seculares y agravios
históricos contra el mundo indígena–; en Chile y Uruguay… Fueron los propios
militares que obedeciendo a la población abrieron la transición hacia la
democracia, sin enfrentamientos armados.
Hoy está
claro lo que para muchos no lo era hace cinco años y no hay que recurrir a
aventuras golpistas que siempre terminan mal, solo hay que defender la
Constitución vigente y la voluntad de la inmensa mayoría de los venezolanos.
Coincide el clamor del país por un cambio con la próxima elección democrática
(aunque amenazada) y con el papel no partidista exigido a los militares en
nuestra Constitución. Como pocas veces antes, la República exige que se restablezca
el monopolio legítimo de las armas, hoy violado por los grupos fuertemente
armados que se hacen llamar “colectivos” y fueron indebidamente fomentados y
protegidos desde el poder. Una república no es solo de civiles, sino que
necesita de los militares civilistas garantes de la justicia, de las fronteras
y de la paz desarmada de la población; sus armas nos permiten, a todos menos a
los delincuentes, andar desarmados y tranquilos.
¿Qué
pueden hacer los militares? Simplemente sacar las conclusiones de lo que
ven sus ojos y su conciencia y defender decididamente el tránsito pacífico
hacia la democracia social. Recordar su deber establecido en la Constitución:
“La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente
profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar
la independencia y soberanía de la nación (…) En el cumplimiento de sus
funciones, está al servicio exclusivo de la nación y en ningún caso al de
persona o parcialidad política alguna” (art. 328).
Las elecciones venideras son una
gran oportunidad para iniciar un cambio a fondo de esta locura suicida.
Vía
El Nacional
Que pasa Margarita
No comments:
Post a Comment