José Guerra
En menos de 48 horas el presidente Maduro asombró al mundo y a los venezolanos con 2 declaraciones. Primero, dijo que el 7 de diciembre convocaría a todos los diputados electos para una reunión con el objeto de trazar las líneas fundamentales para el desarrollo del país. Al rato afirmó que de ganar la Unidad las elecciones parlamentarias, él desconocería los resultados de esos comicios y gobernaría con una alianza cívico-militar para preservar la revolución. Es alarmante y peligroso que un presidente pueda llamar al rechazo de la voluntad del pueblo expresada mediante el voto. Pero lo más grave es que pretenda involucrar a la Fuerza Armada Nacional en una aventura de esa naturaleza.
Cuesta creer que oficiales de la FAN puedan acompañar a Nicolás Maduro en un acto de ese tipo que generaría el repudio nacional e internacional y aislaría a Venezuela más de lo que ya lo está de la comunidad internacional. La etiqueta de golpistas los perseguirá por todas partes y retrocedería Venezuela a estadios de su evolución política ya superados. De verdad, personalmente no imagino al general Padrino López y a una gama de oficiales muy significativa, siendo socios de semejante hecho.
Tal vez lo más relevante sea indagar los factores que llevaron al presidente Maduro a afirmar lo anteriormente mencionado. Para el ciudadano común es claro que el país sufre una crisis que abarca todos los ámbitos de su vida. Desde el tormento de conseguir oportunamente los alimentos y las medicinas hasta el temor por su vida, están haciendo estragos en la existencia del venezolano. A ello se agrega una salida masiva de jóvenes y talentos científicos y técnicos que optaron por abandonar al país en busca de un futuro mejor. Todo esto es validado por todas las encuestas al reflejar dos hechos fundamentales: la muy baja aprobación de la gestión de Nicolás Maduro, quien dilapidó todo el capital político que heredó de Chávez, y la clara ventaja que mantiene la Mesa de la Unidad Democrática respecto al PSUV de cara a las elecciones del 6 de diciembre.
En la lógica de Maduro, tal vez lo que está privando es procurar inhibir lo que se anticipa como un voto castigo de grandes proporciones contra su forma de gobernar. Pero al hacerlo ha cometido un grave error: llamar literalmente a la consumación de un golpe de Estado al desconocer los resultados de las elecciones populares más importantes de un país. Tanto criticar a Pedro Carmona Estanga para terminar haciendo lo mismo. Un golpe de Estado es un asunto muy serio con el cual no se puede estar amenazando.
En el fondo de la crisis venezolana subyace el fracaso de un modelo económico que destruyó las capacidades productivas bajo el supuesto de que precios del petróleo elevados permitirían importar lo que las empresas dejarían de producir. Ello acabó en la conformación de un Estado empresario que se arruinó él mismo y al país. Es en nombre de ese fracaso estrepitoso que Nicolás Maduro pretende seguir gobernando de facto a Venezuela.
En nombre de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, todos sus ciudadanos debemos defender la institucionalidad democrática para que las elecciones del 6 de diciembre se celebren en un ambiente de paz, porque el camino de la violencia nos llevaría a una situación terrible que mejor sería no pensar en ella.
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