- Se acabaron las ilusiones de los primeros años. No queda nadie que piense que vamos por buen camino. Por el contrario, seguimos de mal en peor –es la voz popular que corre de norte a sur y de este a oeste del país–. Ante la evidencia del desastre, se desvaneció la creencia en pajaritos que volaban en retroceso; la utopía se esfumó por completo.
- Hay que cambiar el rumbo. Unos cuantos, cada día menos, todavía piensan que para ello el gobierno tendría que corregir sus políticas. Para la gran mayoría, esa posibilidad también ha desaparecido de la escena: la única solución es cambiar el gobierno.
- Las esperanzas de que el gobierno modifique su rumbo se disipan día tras día. Más allá de unos golpecitos de pecho, por aquí y por allá, no se percibe propósito de enmienda. Las causas primordiales del desastre –ideas equivocadas, ineptitud y corrupción– se mantienen intactas en su puesto. No hay señales mínimas de rectificación que infundan confianza alguna.
- ¿Quién pensaría, hace unos años, que el país petrolero llegaría a este grado de destartalamiento? Sin agua, sin luz, sin comida, sin medicinas, la inseguridad campante y pare usted de contar. Pero, por increíble que parezca, la situación todavía puede empeorar y agravarse mucho más si continuamos por esta ruta, directa hacia el abismo.
- Tres años más por esta vía y recogeremos al país en el foso más profundo, hecho trizas. Se dice fácil, pero son empresas que se cierran, puestos de trabajo que se pierden, personas que pasan penurias por falta de comida o medicinas, jóvenes que emigran por falta de oportunidades, con familias que quedan rotas de dolor; enfermos que mueren por falta de medicinas o atención médica. Más allá de las estadísticas, es un auténtico drama humano, masivo e intenso, que cada minuto afecta a gente de carne y hueso.
- En mayor o menor grado, no importa cuán rojo rojito se sea o se haya sido, todos padecemos la misma tragedia: cuando se va la luz o no llega el agua, o a la hora de un atraco. Cuando a uno le toca le toca, a menos que forme parte del grupito de privilegiados, cada día más reducido. ¿Quién se empeña, entonces, en seguir por este camino? ¿Quién se beneficia de un país así?
- La vía para cambiar el gobierno está llena de escollos; el grupito hegemónico intentará sabotearla por cualquier medio. La presión popular de todos los sectores debe contrarrestarlo. El cambio que el país requiere solo podrá realizarse con el compromiso de todos los factores democráticos de la nación. El sectarismo y el pesimismo son los grandes enemigos a vencer.
- Apremiado por la crisis, a pasos agigantados en la sociedad venezolana se gesta un consenso acerca del cese constitucional del gobierno. Todas las vías constitucionales implican serias dificultades; las alternativas deben ser debatidas por todos los factores democráticos, pero la magnitud de la crisis demanda respuesta. No siempre la paciencia implica prudencia; en ciertas ocasiones, como esta, esperar demasiado puede resultar una insensatez.
Friday, February 26, 2016
Esperar demasiado puede ser una insensatez
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26 DE FEBRERO 2016 - 12:01 AM
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