ANTONIO ECARRI BOLÍVAR
5 DE AGOSTO 2016 - 12:01 AM
El diccionario de la Real Academia de la Lengua trae tres definiciones de la palabra cabriola: 1. Brinco que dan quienes danzan, cruzando varias veces los pies en el aire. 2. Voltereta (vuelta cabeza abajo) y 3. Salto que da el caballo, soltando un par de coces mientras se mantiene en el aire. Pues bien, el ministerio del poder electoral del gobierno, en que han convertido al CNE, por las volteretas acomodaticias que dan a las órdenes de Miraflores y las coces que lanzan al aire desde el TSJ, devenido en bufete de Nicolás Maduro a través de sentencias inconstitucionales y de imposible ejecución, se están convirtiendo, esas cabriolas, digo, en el bumerán que va a noquear a este gobierno tembleque.
La verdad es que como bien dice el viejo y sabio refranero español: “No hay peor ciego que el que no quiere ver” y este gobierno hace gala de una estupidez infinita que lo va a llevar a la caída más abrupta y estrepitosa de que se tenga memoria en los anales de la historia política vernácula y gracias a las cabriolas que tienen que dar, casi a diario, las rectoras incondicionales del CNE y los magistrados exprés. Todo ordenado por una cúpula que quiere arrastrar, en su caída vertiginosa, a todo un pueblo que no está dispuesto a dejarse derrotar. Con su torpeza este gobierno lleva al partido que lo sostiene hacia la desaparición del cotarro político y nadie en el PSUV –quien esté en su sano juicio, of course– debería permitirlo.
Es que el grupito cupular, beneficiario fundamental de este último raspado de olla, no se da cuenta de que está repitiendo la misma agenda, casi al calco, de las cabriolas del Consejo Supremo Electoral y de la Corte Suprema perezjimenista que ayudó, in extremis, al derrumbe de aquel régimen de oprobio que se creía invulnerable. En efecto, dos meses antes de que el pueblo y los militares institucionalistas le pusieran fin a los atropellos de la dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez, en noviembre de 1957 para ser más precisos, el Consejo Supremo Electoral del régimen (quítese ese nombre y ponga CNE) y una Corte Suprema de Justicia (póngase TSJ) obsecuente, decidieron que no habría elecciones presidenciales, como estaban pautadas en la Constitución de entonces, sino que se realizaría un plebiscito para consultarle al pueblo si se iba o se quedaba el tirano.
Se celebró la consulta inconstitucional, se cometió fraude, el CSE (léase CNE) dio unos resultados totalmente distorsionados donde, supuestamente, el gobierno había ganado por más de 2 millones de votos y como esa cabriola no fue creída y menos tolerada por el pueblo ni los militares, dos meses después una alianza cívico-militar depuso al régimen.
Este gobierno debería darse “con una piedra en los dientes” que la alternativa democrática está conducida, hasta ahora, por los más sensatos dirigentes de la oposición, quienes han tendido el puente de plata del referéndum revocatorio: una salida constitucional y electoral inobjetable. Ahora bien, si ese mismo gobierno comete la estupidez monumental de cerrar esta vía pacífica podrían exhibir, como aparente triunfo, la defenestración de los actuales dirigentes que podrían sufrir un descalabro al no triunfar su propuesta y, en consecuencia, perder el apoyo masivo de la población; pero… ay pero, podría entonces esa población enardecida tomar justicia por mano propia y hasta allí llegaría la calma chicha que aspira disfrutar el gobierno para mantenerse en el poder.
Lo que de allí se derive es imposible de prever ni imaginar, pues cuando las cabriolas acompañan sus volteretas con coces, la patada final la puede terminar recibiendo el mismísimo jinete. Recuerden lo ocurrido a Pérez Jiménez; ah, y también lo que decía Marx, cuando afirmaba en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte: “La historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa”. Esta farsa o comedia de hoy la podríamos, entonces, titular: “De cómo unas cabriolas, del CNE y TSJ se convirtieron, por sumisamente torpes, en el bumerán para Maduro”.
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@EcarriB
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