Desde abril de 2013 -pero de forma muy intensa a partir de la rotunda victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015-, Maduro y Padrino López hablan de la FANB con jactancia. Mientras el país vive al borde la hambruna, mientras hay personas que mueren por desnutrición y reaparecen enfermedades asociadas a la pobreza que habían desaparecido en el país, hablan de millones de dólares invertidos en equipos, entrenamientos, radares, armas, fuerzas especiales y nuevas tecnologías. Organizan ejercicios militares y desfiles que desangran los recursos económicos del país.
De acuerdo con lo que repiten, habría una FANB super entrenada, distribuida por el país, organizada en cuadrantes, dotada con los mejores artefactos para el espionaje, que hincha el pecho puesto que es portadora de una innovadora (¡!) doctrina militar, en la que los adjetivos se atropellan los unos a los otros: antiimperialista, bolivariana, chavista, revolucionaria y otros más estrambóticos, como por ejemplo, el que la autodefine como zamorana, famoso delincuente venezolano del siglo XIX.
Pues resulta que en la oficina de Padrino López no saben lo que saben millones de personas en Venezuela y en Colombia: que el río Arauca es una línea fronteriza. De un lado, Colombia. Del otro, Venezuela. Se trata de una realidad que no admite confusiones ni interpretaciones al gusto: quien cruce el río se interna en el territorio de otro país. Esto lo saben hasta los más humildes campesinos y pescadores que viven esa región. Por lo tanto, o no lo saben, lo que echaría por tierra toda la parafernalia propagandística de una FANB moderna y tecnológica, o la incursión de soldados venezolanos en territorio colombiano fue deliberada. Un intento de provocar al vecino y crear un escándalo internacional.
Las fotografías publicadas muestran a un grupo de soldados instalando un campamento en la zona de Caño Jujú. Se les ve levantando unas grandes carpas, agobiados por el calor y la humedad de la zona. Fueron a instalarse en territorio de otro país, como resultado de una orden expresa de la más alta autoridad de la FANB. Esto quiere decir que Padrino López y Maduro planificaron este incidente. Con la falta de escrúpulos que les es característica, enviaron a 123 jóvenes venezolanos a exponerse a un lugar que, como sabemos, es una zona cargada de peligros porque en ella operan grupos irregulares de distinto tipo. La opereta duró apenas cuatro días: el grupo tuvo que recoger sus carpas y bártulos y volver a territorio venezolano. Lo dijo el presidente Santos en sus declaraciones: para Colombia la situación resultó “totalmente inaceptable”.
En un video de 42 segundos de duración, que cualquier lector puede ver en @FuerzaMilCol, cuenta de Twitter oficial de la Fuerzas Militares de Colombia, se ve el momento en que la bandera de Venezuela es desmontada y, también, como los soldados venezolanos deben abandonar el territorio de Colombia vigilados por soldados de ese país. Una escena simplemente vergonzosa.
Las preguntas son inevitables: ¿Con qué objetivo se realizó semejante ridículo? ¿Qué justifica este patético disparate? ¿Por qué, al tiempo que en cuatro estados de Venezuela hay militares que protegen las operaciones de la narcoguerrilla colombiana, se realizan acciones tan desesperadas y vanas?
Por una razón: por el temor a la activación de la Carta Democrática Interamericana. Intentaron crear un conflicto fronterizo que cohesionara un posible fervor nacional. Pero fracasaron. Ni en Colombia ni en Venezuela lograron polarizar a la opinión pública. ¿Y qué lograron? La humillación de un grupo de soldados venezolanos. No más que eso. Mientras tanto, la Carta Democrática Interamericana avanza. Avanza mientras el tiempo del régimen se acorta.
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