La Conferencia Episcopal Venezolana mostró preocupación por los fallos emitidos esta semana por la Sala Constitucional.
“La eliminación de la Asamblea Nacional, suplantándola por una representación de los poderes Judicial y Ejecutivo, es un desconocimiento absoluto de que la soberanía reside en el pueblo y de que a él le toca, en todo caso, dar su veredicto. Una nación sin Parlamento es como un cuerpo sin alma. Está muerto y desaparece toda posibilidad de opinión divergente o contraria a quienes están en el poder. Se abre la puerta a la arbitrariedad, la corrupción y la persecución; un despeñadero hacia la dictadura siendo, como siempre, los más débiles y pobres de la sociedad los más perjudicados”, señalaron los obispos en un comunicado emitido anoche.
Indicaron: “Las dos sentencias, producto de unas medidas que sobrepasan el ejercicio equitativo del poder, pueden generar una escalada de violencia”. Consideran que los dictámenes del TSJ son moralmente inaceptables e irreprochables.
“Sentimos que estamos ante unas ejecutorias que desconocen e inhabilitan el órgano público que representa la soberanía popular, en función del ejercicio omnímodo y unilateral del poder, sin tomar en cuenta a la gente”.
Los prelados advirtieron que desconocer la existencia y los derechos del otro es destruir toda posibilidad de convivencia democrática y plural: “Es una provocación a la desesperanza ante el atropello de derechos fundamentales del que todo gobierno debe ser el primer garante”.
Creen que la pregunta es sí son oportunas y válidas acciones como la desobediencia civil, las manifestaciones pacíficas, los justos reclamos a los poderes públicos nacionales e internacionales, y las protestas cívicas. La CEV, presidida por monseñor Diego Padrón, señaló que la reunión de la OEA y los dictámenes de la Sala Constitucional revelan que el país atraviesa una nueva crisis que califican de “sumamente grave”, porque lesiona la democracia y la convivencia. “Existe una distorsión en el ejercicio del poder. Pareciera que todo gira en torno a la conquista del poder, olvidando que las necesidades reales de la gente reclaman otra visión. La incapacidad para dar solución a la escasez y carestía de los alimentos y medicinas, la creciente violencia, la incitación al odio y el desconocimiento de las normas elementales para una convivencia en paz son las causas que nos tienen sumidos en un marasmo que entorpece el entendimiento y el progreso”, afirmaron.
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