Editorial El Nacional
Entre las expresiones que se le atribuyen al hierático ministro de la Defensa, general Padrino, en estos días existe una que en especial llama la atención de los ciudadanos, tanto civiles como militares. Dicen que dijo (dejamos la duda en el aire) que “cuántos muertos quería acumular la oposición en su afán de derribar al régimen del señor Maduro”. No nos extraña el comentario, pero advertimos que queda al arbitrio del general reafirmar o no sus palabras.
Si alguno de los venezolanos estuviera en su lugar y se produjeran las protestas sociales que ocurren sin cesar, con muertos, heridos y destrozos materiales, seguro que le resultaría muy difícil conciliar el sueño. No solo por ser un alto oficial del Ejército, ministro por demás señas, sino porque la violencia que azota la sociedad no es ni proviene de un solo y aislado sector de la población.
Existen demasiadas causas y motivos para salir a la calle a exigirle al gobierno de Maduro que haga su trabajo, que deje de mentir y de haraganear, pues un presidente no debería ocupar Miraflores si no asume con seriedad un trabajo que históricamente es exigente y agotador.
Payasos ya hemos tenido suficientes y la República los ha sufrido en silencio y con respeto. Hoy eso es imposible porque los pueblos van aprendiendo su lección y, de la misma manera que los militares se creen con derecho de ocupar y mandar en todos los ámbitos del poder como si lo supieran hacer, también los ciudadanos se hartan de sus gobernantes, especialmente si desprecian los derechos humanos, se asocian con redes de delincuentes dedicados al tráfico de drogas, arrasan con el Tesoro Público y pervierten el honor de la FANB.
Que el ministro de la Defensa, a quien le rinden cuenta los más importantes organismos de seguridad, no esté al tanto de lo que sucede realmente en el país no solo alarma sino que nos deja perplejos. Pensar que lo proclamado por la propaganda oficial es absolutamente verídico y real, y no una mercancía que un general en jefe no puede comprar tan ingenuamente (en especial porque a Padrino se le conoce como un oficial astuto), no lo cree nadie que esté en sus cabales.
Vale la pena preguntarse si el número de víctimas que tanto preocupa al general tenga mucho que ver con el oscuro futuro que se le aproxima a gran velocidad a todos aquellos que cayeron en la trampa del grupo fascista, que disfrazados de revolucionarios con un mazo en la mano se han quitado la careta de gente que jamás ha renunciado al golpismo y al empleo de la violencia.
Tengan la seguridad de que más pronto que tarde la justicia les alcanzará, pase lo que pase, hable quien hable, se comprometa quien se comprometa. Ese día llegará inevitablemente porque las dictaduras no duran toda la vida, y en Venezuela menos.
La maquinita de contar billetes que usaba el fiscal Anderson está fuera de uso y ya no resta sino suma alejamientos apresurados del poder, y es lógico que así sea porque si un barco se hunde los tripulantes tratan de salvarse abordando los botes salvavidas. Pero, incluso en estos casos, el capitán del barco desempeña un papel muy importante por su autoridad y su trayectoria para poner orden en el caos. No pierda el último tren. Lo espera la historia.
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