La
ONU dice estar “muy preocupada” por los ataques a la Fiscal General de
Venezuela por parte del régimen. El Presidente Santos de Colombia dice
estar “mortificado” por la situación venezolana. El Papa dice
encontrarse “adolorido” por lo que sucede en Venezuela. El
gobierno español dice que “aspira a promover un diálogo en Venezuela”.
Después de decir esto, los abnegados líderes mundiales descansan
complacidos por haber “cumplido” con Venezuela. Mientras
tanto los venezolanos muertos sobrepasan el centenar, la mayoría de
ellos jóvenes asesinados por el narco-régimen de militares y civiles. La
lucha de un país en contra de una minoría armada solo genera tibias
palabras de consuelo de la comunidad internacional.
El
lenguaje diplomático ha sido con frecuencia un lenguaje de cobardes e
hipócritas. Una reunión “fructífera” es aquella que transcurrió
sin muchos resultados, después de la cual los asistentes se fueron a
cenar en el mejor restaurante de la ciudad. Una reunión “franca” es
aquella en la cual hubo hasta palabras subidas de tono. Una “detallada”
reunión fue, según dice un analista del New York
Times, una que se extendió tanto que se les enfrió el almuerzo. Sobre
Venezuela los clichés se repiten incesantemente: “Deseamos interceder en
búsqueda de una solución pacífica”; “reiteramos nuestro propósito de
ayudar a llevar a la mesa a las partes en conflicto”.
Estos clichés nunca toman en cuenta las circunstancias específicas de
la tragedia. En Venezuela resulta ofensivo para la gente digna oír
hablar de una negociación con los narcos, ladrones y criminales que han
arruinado a Venezuela. ¿Es que esta gente diplomática
bien vestida, bien alimentada y educada en las mejores universidades
del mundo no puede ver la tragedia venezolana en su real magnitud, la
cual no debe ser objeto de una negociación entre víctimas y victimarios?
¿Qué le sucede a esta gente cuyas mentes parecen
estar repletas de Foie Gras y por ello incapaces de comprender la
realidad horrible de nuestro país?
Anhelo
ver llegar el día, si es que llega, en el cual el Papa, la ONU, la
Unión Europea, la OEA, el gobierno de USA, Primeros Ministros
y presidentes de los países democráticos del planeta se decidan a
llamar las cosas por su nombre, digan que en Venezuela se está llevando a
cabo una masacre de la sociedad a manos de una pandilla de narcos y
ladrones y tomen las medidas necesarias para acelerar
la salida de los narco-asesinos del poder.
Si
bien es cierto que la sociedad venezolana permaneció inerte por un
largo tiempo, ya no lo está. Hoy está de pie y necesita de la ayuda
urgente de los líderes y gentes de todo el planeta, sobre todo los de
su región. Mientras esa ayuda no llegue mis compatriotas seguirán
muriendo a manos de asesinos como Raúl Castro, Nicolás Maduro, Diosdado
Cabello, Tibisay Lucena, Vladimir Padrino López,
Antonio Benavides Torres, Néstor Reverol, Hugo Carvajal. Ramón
Rodríguez Chacín, Jorge Rodríguez, Delcy Rodríguez y sus cómplices de
Petro Caribe y de ALBA, esos gobiernos que constituyen las cloacas de
nuestra América.
¿Es
que la gente digna del planeta no puede cerrar filas y hacer valer sus
principios, a fin de limpiar el basurero de las Américas?
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