Con las elecciones del 15-O terminaron de caer las máscaras y desapareció cualquier vestigio de legitimidad. Tales elecciones no pueden ser consideradas una expresión de soberanía. Fueron el resultado de un fraude sistemático y continuado en el cual uno de los gobiernos más corruptos, ineficientes e impopulares de nuestra historia se alzó con casi todas las gobernaciones. Como bien decía Stalin: “Qué importa quién vote. Lo que importa es quién cuenta los votos”.
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